(MV/La Razón) Apenas una semana después de su regreso de Tierra Santa, Benedicto XVI emprendió ayer una nueva visita pastoral, de un sólo día, a la abadía de Montecassino, fundada por san Benito de Nursia en el siglo VI. Una visita breve y cercana, a sólo 130 kilómetros de Roma, pero llena de significado para el Papa, tan ligado a la figura y la espiritualidad de San Benito. El Pontífice se desplazó en helicóptero desde el Vaticano hasta la localidad de Cassino, donde ofició la misa del día de la Ascensión y dirigió el habitual rezo del Regina Coeli. Allí pidió que el testimonio espiritual de San Benito «ayude a los pueblos que viven sobre este continente a permanecer fieles a sus raíces cristianas, y a edificar una Europa unida y solidaria». Durante su homilía, resaltó la importancia que atribuye la espiritualidad benedictina al trabajo, y exhortó a «humanizar el mundo laboral». Benedicto XVI expresó además su solidaridad con los parados y los trabajadores en situación precaria o incluidos en un expediente de regulación de empleo (ERE): «Sé cuán crítica es la situación de muchos trabajadores. Expreso mi solidaridad a los que viven en una precariedad preocupante, a los trabajadores con expedientes de regulación de empleo o incluso a los despedidos», dijo el Pontífice. El Papa pidió «soluciones válidas a la crisis ocupacional, creando nuevos puestos de trabajo para salvaguardar a las familias». A los jóvenes en paro En su homilía en Cassino, el Pontífice animó también a los jóvenes a que sigan intentando encontrar «una digna actividad laboral» que les permita construir su propia familia. «A todos ellos quisiera decirles: no os desaniméis, la Iglesia no os abandona», afirmó. Al término de la eucaristía, el Papa se dirigió a la Abadía de Montecassino, testigo de las cuatro batallas libradas por las fuerzas aliadas entre enero y mayo de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, con la intención de atravesar la línea Gustav de la alemania nazi y llegar a Roma. Allí, en el cementerio polaco de la abadía, pidió por «todos los caídos de todas las guerras y de todas las naciones» y exhortó a todas las personas «a preparar para las nuevas generaciones un mundo donde reine la justicia y la paz». El Pontífice, de 82 años, ante las tumbas de 1.100 soldados polacos muertos en los enfrentamientos contra el ejército nazi, pidió a Dios que acoja a los caídos de las guerras que han ensangrentado la tierra y que de la paz a todos los que siguen sufriendo por guerras fratricidas: «Da a todos los que aún sufren debido a guerras fratricidas la fuerza de la esperanza invencible, la valentía de la paz y la confianza en la civilización del amor. Que los hombres de nuestro tiempo comprendan que la paz es el tesoro más preciado y preparen a las nuevas generaciones a un mundo donde reinen la justicia y la paz», concluyó.