(R.B./ReL) «Sus sufrimientos no podrán ser suprimidos, disminuidos ni olvidados», ha recordado Benedicto XVI durante su visita al memorial Yad Vashem, en referecia a las víctimas del Holocausto judío a manos de la alemania nazi o Sohá. Antes de pronunciar su discurso, que ha mantenido un tono más de oración que en el resto de intervenciones en los primeros días de su viaje a Tierra Santa, el Santo Padre ha saludado afectuosamente a seis supervivientes de los campos de concentración, muchos de ellos los únicos de sus familias. «He llegado aquí para detenerme en silencio» ha comenzado el Papa, quien ha señalado que las víctimas del nazismo «perdieron la vida, pero no sus nombres. Están en sus seres queridos, en sus compañeros (...) y en la memoria indeleble de Dios omnipotente». Los nombres han sido, precisamente, el eje central de su reflexión, recordando que Abrán fue llamado Abraham, y Jacob, Israel para quienes «su fe también fue probada». «Los sufrimientos no podrán ser suprimidos, ni disminuidos ni olvidados. La Iglesia católica se alinea junto a cuantos sufren persecuciones», ha continuado el Papa. El Santo Padre fnalizó su intervención dando gracias a Dios «por haber permanecido aquí en silencio, un silencio para recordar; un silencio para esperar».