El decimosegundo viaje internacional de Benedicto XVI arranca este lunes y conducirá al Papa a Jordania, Israel y los Territorios Palestinos. El director de la Oficina de Información de la Santa Sede, Federico Lombardi, no ha dudado en calificarlo como “el viaje más complejo” de Joseph Ratzinger en sus recién cumplidos cuatro años de Pontificado. En la mente de todos está la crisis abierta por las declaraciones del obispo Richard Williamson cuestionando las cifras del genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial, que enfriaron las relaciones entre la Santa Sede y la comunidad judía durante este invierno. En las últimas horas, sin embargo, tanto el gobierno israelí como los representantes religiosos judíos en Israel han dado muestras de querer tender la mano al Papa para distender el clima de la visita. El diario Haaretz informó este lunes de que el presidente Simon Peres podría estar presionando al nuevo ejecutivo de Tel Aviv para transferir al Vaticano el control de los Santos Lugares de Tierra Santa, una vieja reivindicación de la Santa Sede, en particular a raíz del incremento de medidas de seguridad antiterrorista por parte del Estado de Israel, que dificultan el acceso a los peregrinos. Se trataría de la Iglesia de la Anunciación de Nazaret, el Cenáculo, el huerto de Gestemaní, el Monte Tabor y la Iglesia de la Multiplicación. Tanto el ministro de Turismo como la misma oficina del presidente han matizado esta información, sugiriendo más bien que se trataría de hacer valer los acuerdos firmados en 1997 para evitar las confiscaciones en los Santos Lugares. Pero la filtración coincide en el tiempo con la difusión por el gobierno de una página web, http://popeinisrael.org.il, que informará sobre la visita “en un espíritu de unidad y de paz”, o con una emisión filatélica conmemorativa. Al mismo tiempo, el rabino David Rosen, presidente del Comité Judío para las Relaciones Interreligiosas, beligerante y agresivo cuando el “caso Williamson” estuvo en su apogeo, ha manifestado ahora que “lo negativo se convirtió en positivo” y la polémica sirvió para consolidar las relaciones, dada la inequívoca actitud de Benedicto XVI al condenar el Holocausto. No hay diferencias de “contenido”, sino de “estilo”, subrayó Rosen, entre el Papa Ratzinger y su antecesor Juan Pablo II, aunque no descarta que este asunto vuelva a colarse en la agenda del Sumo Pontífice durante la visita.