(Agencias/ReL) El Papa Benedicto XVI presidió hoy la misa "in Coena Domini", que recuerda la Ultima Cena y lavó los pies a 12 sacerdotes, en recuerdo al gesto cumplido por Jesús a sus apóstoles hace más de dos mil años. Ante unas cuatro mil personas congregadas en la Basílica de San Juan de Letrán, al sur de Roma, el líder máximo de la Iglesia católica pidió rezar a Dios para que aleje de los ojos y del alma de los fieles el mal. Durante la homilía, pronunciada en italiano, el Papa aseguró que Jesús ha enseñado a alzar los ojos y, sobre todo, el corazón. A levantar la mirada quitándola de las cosas del mundo y a orientarla en la oración hacia Dios. "En un himno de la oración de las horas pedimos al señor custodiar nuestros ojos para que no reciban y dejen entrar en nosotros la vanidad, la nada, sólo aquello que es apariencia", dijo. Por ello, llamó a rezar para que, a través de los ojos no entre en los cristianos el mal, "falsificando y ensuciando" así su ser. "Pero queremos, sobre todo, rezar para tener ojos que vean todo lo que en realidad es verdadero, luminoso y bueno; para que nos volvamos capaces de ver la presencia de Dios en el mundo", añadió. Benedicto XVI pidió que "oremos para que veamos el mundo con ojos de amor, con los ojos de Jesús, reconociendo así a los hermanos y a las hermanas que necesitan de nosotros, que esperan de nuestra palabra y de nuestra acción". La Eucaristía, explicó también el Papa, "sólo es completa, si el agape litúrgico se convierte en amor cotidiano. En el culto cristiano, las dos cosas se transforman en una, el ser agraciados por el Señor en el acto cultual y el cultivo del amor respecto al prójimo". "Pidamos en esta hora al Señor -exhortó a los fieles- la gracia de aprender a vivir cada vez mejor el misterio de la Eucaristía, de manera que comience así la transformación del mundo". Explicando el momento en el que Jesús, durante la última Cena, partió el pan y lo dio a sus discípulos, el Santo Padre aclaró que "en el pan partido, el Señor se reparte a sí mismo". "El gesto del partir alude misteriosamente también a su muerte, al amor hasta la muerte. Él se da a sí mismo, que es el verdadero pan para la vida del mundo". "El alimento que el hombre necesita en lo más hondo es la comunión con Dios mismo --subrayó--. Al agradecer y bendecir, Jesús transforma el pan, y ya no es pan terrenal lo que da, sino la comunión consigo mismo". "Esta transformación, sin embargo, quiere ser el comienzo de la transformación del mundo", siguió diciendo. "Para que llegue a ser un mundo de resurrección, un mundo de Dios -insistió-. Sí, se trata de transformación. Del hombre nuevo y del mundo nuevo que comienzan en el pan consagrado, transformado, transustanciado". Tras el sermón, el Papa cumplió el rito del lavado de los pies a 12 sacerdotes de la diócesis de Roma, mientras los presentes fueron invitados a hacer una donación económica, cuya suma fue entregada después al pontífice. Lo recaudado allí, por decisión del mismo Papa Joseph Ratzinger, será destinado a la comunidad cristiana de la Franja de Gaza, en Medio Oriente. Al finalizar la misa se procedió a la "reserva" de la eucaristía, es decir, la hostia consagrada no fue colocada en el sagrario -en el altar mayor- sino a un costado del templo en una capilla y revestida de tela negra. Así permanecerá hasta el próximo sábado en recuerdo de los últimas horas de vida de Jesús que comenzaron tras la última cena con su captura en el huerto del Getsemaní, su encarcelamiento, juicio y crucifixión el Viernes Santo. En conmemoración del camino al cual fue sometido Cristo, de uno a otro edificio público de Jerusalén en espera de ser juzgado y ajusticiado, miles de fieles realizarán la noche de este Jueves Santo la llamada "visita de las siete casas" por las calles de Roma.