En 2018 el anciano cardenal albanés Ernest Simoni, veterano de las cárceles comunistas, declaró en un congreso de formación de exorcistas en Roma: “Cada día practico cuatro o cinco exorcismos a través del teléfono móvil”.
La afirmación saltó a la prensa y sorprendió incluso en círculos exorcísticos: ¿se puede hacer? ¿O son solo oraciones pidiendo a Dios la liberación o la protección contra el Maligno? ¿Es eficaz?
Ahora, el digital católico chileno Portaluz publica un testimonio en primera persona de un exorcista que realiza exorcismos por móvil y en videoconferencia. Hay que especificar que en este testimonio, aunque hay un sacerdote recitando el ritual a miles de kilómetros de la persona afectada, ésta tiene a su lado a otro sacerdote, con el agua bendita y otros instrumentos.
El protagonista del testimonio mantiene su anonimato. Este es su testimonio.
La misericordia de Dios
(Silencio).
¿Quién eres?
(Silencio).
El equipo de oración se mantenía firme en las súplicas a Dios, pidiendo la liberación de este joven que se encontraba a miles de kilómetros de distancia de nosotros.
Por mi parte y ocupando el ritual de 1614, yo ponía todo el énfasis espiritual que me era posible al formular las preguntas del rito, ya que en esta oportunidad no había absolutamente ninguna señal que me indicara si él o los demonios, permanecían poseyéndolo. Incluso llegué a pensar que el joven ya se había liberado con el último exorcismo que días antes había realizado.
A la semana siguiente, nos pusimos nuevamente en contacto, pero esta vez ambos celulares comenzaron a fallar. Se restableció la señal y comenzó el exorcismo. Pensé que en la capilla donde se encontraba el poseso había mala señal, pero no tardé en darme cuenta de que, cuando nombraba a la Santísima Virgen, perdíamos la señal de la videoconferencia por completo. Bastaba iniciar por ejemplo la oración de la ‘Salve’ para que la imagen en ambos celulares quedase congelada, todo en silencio. Pero no había que amilanarse por ello pues las tretas del demonio que intentan poner todo cuesta arriba también ocurren cuando he realizado exorcismos con el poseso presente en el lugar que me encuentro.
A estas alturas del relato creo es importante contextualizar cómo es que, por caridad, me vi en la obligación de aceptar realizar este exorcismo a distancia. Lo primero a decir es que -como a muchos de los presentes- me sorprendió el testimonio de Ernest Simoni, cardenal albanés de 90 años, cuando abrió el curso de exorcismo y oración de liberación en Roma, el año 2018, testimoniando que hacía los ritos desde su celular. Su sincera enseñanza -que se publicó por todo el mundo-, me motivó a seguir ayudando a quienes tanto sufren la incomprensión de sus familias y de todos aquellos que no creen en la acción extraordinaria del Maligno.
Este joven poseso cuyo exorcismo a distancia narro, había solicitado a su párroco lo ayudara a liberarse del mal que le atormentaba. El párroco lo derivó a un psicólogo. El psicólogo le recomendó hacer Reiki. Con el Reiki, obviamente empeoró aún más su situación. Luego, llegó hasta un psiquiatra quien aplicó todos sus conocimientos médicos y tratamientos farmacológicos.
Desesperada, la esposa tomó la decisión de llevarlo hasta un pastor evangélico. Lamentablemente este nada pudo hacer, lo que provocó en el joven mayor miedo y visión fatalista de su vida. Fue entonces que pidieron ayuda al obispo de su diócesis. Este obispo les recomendó ir a un psicólogo. Ni el sacerdote, ni el obispo de su diócesis, ni el pastor evangélico, ni el psicólogo le habían tendido una mano concreta. Era un joven abandonado a su suerte.
El siquiatra, ante la situación, lo tomó como un asunto personal y llamó a un colega médico de otro país que había participado en un curso sobre exorcismos dictado en Roma, para exponerle el caso. Le contó que el joven venía hace unos años padeciendo extraños sucesos entre los cuales destacaban:
El colega le sugirió entonces, conversar con un sacerdote a quien conocía pues -aunque estaba a miles de kilómetros de distancia- “sabía de estos temas”. Así fue como me llamaron y, tal cual siempre lo hago, pedí el informe psiquiátrico y se me envió uno muy exhaustivo.
Y comenzó el primer exorcismo, todos en oración y bien preparados previamente. A través de la videoconferencia activada podía ver que los movimientos del poseso se descontrolaron desde el primer momento. Entre tres hombres lo sostenían en la capilla donde se encontraba a miles de kilómetros de donde yo estaba. Su fuerza era descomunal.
“Acércale el celular”, pedí al sacerdote que acompañaba al potencial poseso y luego increpé al demonio: “¿Quién eres?” … no hubo esa vez respuesta. Pero el diablo quedaría expuesto en los exorcismos posteriores.
En el octavo exorcismo a distancia que recibió este poseso, el Maligno permaneció silencioso. Incluso llegábamos a pensar que podría haber ya ocurrido la gracia de la expulsión. Tampoco el poseso presentaba manifestaciones de la presencia maligna como en los encuentros pasados… Hasta que, cuando por quinta vez le increpé “¿quién eres?”, se escuchó una risa sarcástica y gritó: “¡soy Satanás!”.
- ¿Cuándo te irás?, ¿cuándo saldrás de él?, dije.
- ¡Nunca!, respondió burlón.
- ¿Cuándo saldrás de él?, insistí.
- ¡Hasta que se muera!, ¡él ya es nuestro!, se le escuchó decir.
Aquel día proseguimos con las oraciones y comenzaron diversas manifestaciones en el poseso mientras se retorcía en el piso…
El joven ha seguido con empeño todas las indicaciones que le hemos dado:
- confesión regular,
- vida de oración,
- alejarse totalmente de prácticas ocultistas y de todo lo relacionado con la New Age.
Para quien no conoce a Dios puede parecer descabellado lo narrado. Pero nada, ni siquiera miles de kilómetros de distancia, impiden la intervención del Señor, según sea su divina voluntad.
También podría existir la tentación de sumergirnos en esa atmósfera de la desesperanza ante la incredulidad y poca misericordia de quienes no le quisieron brindar ayuda a este joven. Pero no.
La última vez que conversé con el poseso antes de escribir para Portaluz este registro de los hechos, me decía lo infinitamente agradecido que estaba de Dios y de la Iglesia, porque su recuperación era evidente. Agradece a Dios, dice, por “la paciencia y generosidad” de los dos sacerdotes que sí le creyeron y ayudaron, la sabiduría generosa del siquiatra que buscó personalmente la ayuda para él, la fe de los grupos de oración que suplican a Dios por él, y la bondad de mi obispo que me autorizó como exorcista en este caso y para realizar los ritos a distancia.”
N. de Portaluz: Se mantiene reserva de nombres y lugares para proteger la privacidad de la persona agredida de forma extraordinaria por el demonio.