(Luis F. Pérez/ReL) Pepa Horno Goicoechea es licenciada en psicología y coordinadora del departamento de promoción y protección de los derechos de la infancia de Save the Children. Su trayectoria profesional ha estado centrada en la violencia contra la infancia, en el marco de la cual ha impartido formación en España, Latinoamérica y Asia. Además ha formado parte de varios proyectos estatales e internacionales, asesorado procesos técnicos en servicios sociales y coordinado la campaña “Educa, no pegues” contra el castigo físico a los niños en las familias y el Programa de Prevención del Abuso sexual infantil en Save the Children. - El título de su libro es "Amor y violencia. La dimensión afectiva del maltrato". ¿Puede hablarse de verdad de amor en una relación cuando de por medio hay violencia? Depende de qué entendamos por amor y qué por violencia. El propósito del libro es hacer entender que cuando trabajas en el maltrato en el ámbito familiar te das cuenta de que partimos del error de creer que no puede haber violencia en el amor, cuando la mayoría de los casos de maltrato se dan en las relaciones más íntimas (pareja, amigos, padres e hijos etc). Pero la violencia es mucho más que una paliza que representa el maltrato, o sea las formas más extremas de violencia. La violencia comienza mucho antes del maltrato: violencia es, por ejemplo, utilizar el conocimiento que alguien te ha dado en un contexto de intimidad para hacerle daño, violencia es ridiculizar o humillar, violencia es chantajear afectivamente con nuestro cariño a otro para obtener un beneficio propio, la violencia comienza mucho antes de las palizas. Cuando les decimos a los niños y niñas que las personas que les quieren son las que no les dañan no es verdad, porque son justo las personas que más nos quieren las que a veces nos hacen más daño, y en sus formas más extremas, el maltrato lo deben esperar más de la gente cercana que de los extraños. Es mucho más difícil moverse en los claros oscuros de las relaciones humanas, en los que a veces somos violentos con la gente que amamos, y a veces aunque haya maltrato hay debajo una relación afectiva, enfermiza y destructiva, pero afectiva. Es mucho más difícil manejarse en eso que en un enfoque de buenos y malos.. - Damos por hecho que el amor surge de forma natural, y en buena medida así es, pero ¿se puede "enseñar" y "aprender" a amar? Se puede y se debe, porque incluso el proceso natural de creación del amor, de un vínculo afectivo, es un proceso que hay que construir y para el que hay que tener las estrategias necesarias. No es cierto que la biología garantice el afecto, hay relaciones biológicas carentes de vínculo afectivo y vínculos afectivos sin ninguna base biológica. Se aprende a amar siendo amado, ésa es la clave y amar siempre es una opción. Si amamos a un niño, le enseñamos a amar, por eso la dimensión afectiva debería estar presente no sólo en nuestras relaciones personales, sobre todo si tenemos un rol de cuidado y educación, sino en la tarea profesional de aquellos que trabajan con niños y niñas de algun modo. - El amor verdadero siempre busca el bien de la persona amada, pero en las situaciones de violencia en el ámbito familiar lo que aparece es el concepto de "posesión" de la persona a la que supuestamente se ama. ¿Cómo se puede revertir esa mala concepción de lo que es el amor en el que ejerce la violencia? ¿es posible rehabilitar de verdad a un maltratador? Hay una diferencia clave a interiorizar y es la diferencia entre el vínculo y la dependencia. El amor, el vínculo afectivo positivo, hace a la persona autónoma, le permite crecer y desarrollarse, aquellas relaciones afectivas, aunque sean afectivas, que nos llevan a la dependencia, a la pérdida de nuestra red social, o de nuestras habilidades o potencialidades, son relaciones dañinas. Si amamos positivamente, contribuiremos a que el otro vuele y goce de la vida; si amamos negativamente, limitaremos su vuelo para que esté siempre a nuestro lado y bajo nuestro control, eso es lo que llamas posesión. Respecto a la rehabilitación de los agresores y agresoras, la respuesta es que depende de su historia. Hay muchos agresores y agresoras que se rehabilitan de verdad, otros que no, lo que es indudable es que debe dárseles la opción, y no sólo por ellos y ellas sino para la protección de las posibles víctimas. La rehabilitación de los agresores y las agresoras es una forma clave de prevención de violencia. - La persona que ha sufrido maltratos de un "ser querido" suele quedar marcada de cara a futuras relaciones afectivas, ¿cómo se desarrolla la tarea del profesional que ayuda a restaurar esa herida, de forma que la víctima pueda ser libre para amar y ser amada durante el resto de su vida? La labor del profesional es modificar el relato que la víctima construye de la violencia y de sí misma para que no condicione su desarrollo y su vida posterior. No podemos hacer que una persona que ha sido maltratada deje de serlo, el olvido no cabe y lo que ha sucedido no se puede cambiar. Tampoco podemos dar por él o por ella el paso de romper la relación violenta, lo que se hace es modificar su forma de mirar la vida, condicionada por esa vivencia de violencia, para abrir sus horizontes a otras vidas posibles.. - ¿Juega algún papel el perdón, que no necesariamente el olvido, en la recuperación psicológica de la víctima de un maltrato? ¿puede ser un arma de doble filo si el agresor sigue presente en la vida de la víctima y no ha cambiado su actitud en dicha relación afectiva? El olvido, como decía antes, es sencillamente imposible y respecto al perdón, hay varias cosas importantes: primero, que el o la víctima sepan que es su opción perdonar, no puede imponerse ni aconsejarse ni buscarse como objetivo terapéutico siquiera, es una opción libre y tienen tanto derecho a perdonar como a no perdonar lo que les hicieron; segundo, una cosa es perdonar en el sentido de no guardar rencor y otra muy diferente es perdonar en un segundo nivel, como explico en el libro, el nivel de reconstruir la relación, volverse a fiar de la otra persona e incluso compartir la vida con él o con ella. Para llegar a eso tiene que haber una reconstrucción del vínculo afectivo desde otros parámetros que requiere varias cosas, pero sobre todo tiempo, implicación afectiva, demostración con hechos del cambio y reconocimiento explícito de la agresión y búsqueda de ayuda terapéutica por parte de el o la agresora. Perdonar es liberador y sanador, pero no tiene por qué implicar reestablecer la relación. - Los niños son especialmente sensibles a todo tipo de maltratos debido a que su psiquis está todavía en desarrollo, ¿cuál es su experiencia personal con ellos? Mi experiencia profesional es sobre todo en el ámbito del maltrato infantil y gran parte de lo que he aprendido sobre el mundo lo he aprendido de los niños y niñas víctimas de maltrato. Me han enseñado algo que procuro no olvidar, y es que el ser humano está hecho para sobrevivir, y no sólo físicamente, sino también psicológicamente, y que con muy poco que le des a un niño o niña víctima de maltrato, ellos llegan mucho más lejos de lo que imaginas. He conocido a niños que gracias a experiencias positivas con adultos que han conocido durante apenas un mes, han modificado sus expectativas del mundo y se han dado a sí mismos la oportunidad de salir de la violencia. Ellos fueron los que me enseñaron que sin afecto lo demás no sirve, no funciona porque sencillamente no llega. A un niño o niña todo lo que le llega dentro, lo que construye su psiquismo le llega a través de las relaciones afectivas que establece, si estas relaciones son positivas, su psiquismo es uno, si son violentas, es otro. - Usted es contraria al uso de cualquier tipo de castigo físico y psicológico en los niños. ¿Eso implica la ausencia total de los "clásicos" tirones de orejas, sopapos, castigos sin salir a la calle, sin ver la televisión o sin jugar a la videoconsola? ¿En qué medida cree que ese tipo de acciones pueden llegar a calificarse como verdadero maltrato? Yo y mucha otra gente somos contrarios al uso de la violencia en la educación, cualquier clase de violencia incluidos los castigos violentos y le daré tres ejemplos. Violencia es una bofetada, del mismo modo que lo es para un adulto, pero violencia es también dejar a un niño hacer lo que le da la gana sin imponerle ningún tipo de límite, violencia es no decirle a tu hijo que le quieres nunca. Dejarle sin ver la tele, o sin jugar a la videoconsola no es violencia, los tirones de orejas, los sopapos, o el "no vales para nada" "eres un desastre" o "estoy harto de ti" sí lo son. Castigar a un niño o niña puede ser necesario para educarle, porque hay que enseñarle las consecuencias de sus actos y si se salta una norma, tiene que asumir las consecuencias de hacerlo, pero para castigar en ningún momento es necesario usar la violencia. Respecto a los castigos violentos son o no maltrato, la violencia es un continuo que empieza con las formas violentas de castigo, con la bofetada, el grito o el insulto, y acaba en el maltrato, en la paliza o la degradación sistemática, no son lo mismo, pero ambas son violencia. Y piense además que esta pregunta, si habláramos de un adulto, ni siquiera me la haría. El tema del castigo físico y psicológico a los niños y niñas es sobre todo una cuestión de derechos humanos, yo no puedo admitir para los niños y niñas cosas que nunca admitiría para mí misma, porque sería establecer un doble rasero y todas las personas, tengan la edad que tengan, tienen derecho a vivir sin sufrir ningún tipo de violencia. Argumentar que la violencia, en el grado que sea, es educativa es una aberración. - Recientemente fue noticia en toda España la sentencia por la que una madre era condenada con una orden de alejamiento de su hjio de diez años al que había pegado una bofetada. Muchos padres se preguntan hasta qué punto el Estado puede quitarles a sus hijos en caso de que ellos tengan por costumbre educar a sus hijos de forma similar a como fueron educados por sus propios padres, lo cual incluye de vez en cuando los cachetes, capones, etc. ¿Dónde cree que deben de fijarse los límites, tanto máximos como mínimos, de la intervención de asistentes sociales, fiscales y jueces? El límite es claro y son los derechos humanos y la Convención de Naciones Unidas sobre los derechos del niño que España ratificó en 1990 siendo de obligado cumplimiento para todas las instituciones y ciudadanos de este país. Esa convención recoge el derecho del niño o niña a vivir sin violencia, tanto más si ésta es ejercida por quienes se supone que deben protegerle, cuidarle y educarle. Todos los padres de nuestro país están obligados por ley a no pegar a sus hijos y las instituciones a velar para cambiar pautas que llevan arraigadas generaciones en nuestra sociedad, como ya se ha hecho en otros países y en el nuestro en otros ámbitos. Es una cuestión de tiempo. Respecto a la sentencia que me menciona, lea la sentencia, verá que se condenó a esa mujer (condena que por cierto ha sido ratificada ya en instancias superiores) por maltrato, no por una bofetada. El problema de esa sentencia es que la ley no permita separar la condena de la orden de alejamiento que es la que en este caso no tiene sentido, porque impide continuar la labor terapéutica y educativa que es la que esa familia necesitaba, pero nuestra ley está así y eso, entre otras cosas, es sobre lo que habría que haber debatido a raíz de este caso y no se hizo. El manejo que los medios de comunicación han hecho de este caso para mí es un buen ejemplo de enfoque sesgado de una problemática. - ¿Cree que la sociedad española está hoy lo suficientemente concienciada sobre la necesidad de acabar con la violencia de género y los maltratos en el seno de la familia? ¿es optimista sobre el futuro? Trabajando en el ámbito de la violencia, siempre querrías que las cosas fueran más deprisa de lo que van, y que el compromiso social y político fuera más radical si cabe, pero hay motivos reales y fundados para el optimismo. Los recursos sociales e institucionales dedicados a erradicar la violencia por un lado y la sensibilidad social hacia esta problemática que hay hoy en día por otro eran sencillamente inimaginables hace diez años. Aunque no en el mismo grado para todas las formas de violencia, el balance es positivo y esperanzador. "Amor y violencia. La dimensión afectiva del maltrato", Editorial Desclée de Brouwer