(Efe/ReL) Vicente Ferrer llegó a la India como misionero jesuita en 1952 para completar su formación espiritual, pero allí decidió que dedicaría el resto de su vida a trabajar para erradicar el sufrimiento de los más pobres del país. Su labor, sin embargo, generó suspicacias entre los sectores dirigentes indios, que en 1968 ordenaron su expulsión del país, pese a las protestas de campesinos, intelectuales, políticos y líderes religiosos. Ferrer, no obstante, volvió a la India un año después y se instaló en Anantapur, uno de los distritos más pobres del país, para continuar su lucha por los más desfavorecidos. Ese mismo año abandonó la Compañía de Jesús y creó, junto a quien se convertiría en su futura esposa, la periodista inglesa Anne Perry, la Fundación Vicente Ferrer. Desde entonces ha trabajado incansablemente para mejorar las condiciones de vida de algunas de las comunidades más discriminadas dentro del sistema de castas hindú: los “dálits” o intocables, los grupos tribales y las “backward castes”. La Fundación Vicente Ferrer abrió su primera oficina en España en 1996 para garantizar unos ingresos estables y dar continuidad a los proyectos en la India. En el país asiático, un equipo de más de 1.800 personas, un 99 por ciento de las cuales son naturales de Anantapur, se encarga de ejecutar el programa de desarrollo que la organización lleva a cabo y que cubre 2.278 pueblos y beneficia a más de 2 millones y medio de personas. La práctica totalidad de los recursos de la Fundación Vicente Ferrer proceden de fondos privados. En el año 2007 logró movilizar cerca de 40 millones de euros. Tan sólo en España la organización cuenta con más de 150.000 colaboradores.