La fe mueve más personas que el dinero a la hora de dejar España para intentar ayudar a otras sociedades de forma estable, dedicando años y años de vida.
Hay unos 11.000 misioneros católicos españoles actualmente sirviendo en otros países movidos por la fe, mientras que los cooperantes internacionales profesionales, que trabajan para ayudar al desarrollo de forma estable, cobrando un sueldo, son 2.625, según datos de AECID (la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo, que depende del Gobierno español).
Así, la fe católica aún es capaz de mover 4 veces más personas que un sueldo profesional para ayudar en el extranjero de forma estable.
Esta proporción irá cambiando a medida que se mueren los misioneros ancianos (que son la mayoría). Es difícil que sus cifras puedan ser sustituidas por cooperantes asalariados: las ONGs, sean privadas y pequeñas, sean públicas y de mayor tamaño, no parece que puedan llegar a contratar muchos más cooperantes.
Cooperantes, voluntarios, misioneros: 3 perfiles distintos
Un cooperante es distinto a un voluntario. El voluntario no cobra dinero y dedica un verano, o un año, a veces dos, a servir en otro país, o acude cada verano a ayudar en un hospital o una asociación de países necesitados. El voluntario llega, ayuda un mes o dos, y se va.
No llega a conocer bien a la gente o el país. No puede hacer seguimientos de proyectos a largo plazo. A veces es un profesional (por ejemplo, un oculista que llega a un hospital africano a operar cegueras y calibrar gafas durante un par de meses), pero otras muchas veces es sólo un joven con ganas de ayudar.
El cooperante, sin embargo, se queda a vivir en el país, al menos buena parte del año. Lo recorre, conoce algo a la gente, establece alianzas, supervisa proyectos durante algunos años. Con todo, pocos cooperantes suelen integrarse plenamente con la población nativa y sus ritmos de vida. La mayoría viven en un mundo aparte, en hoteles o complejos residenciales para extranjeros. En África pueden aprender inglés o francés, pero pocas veces las lenguas nativas.
Un misionero veterano, por lo general, sí logra enraizarse en la sociedad local mucho más que un cooperante. El misionero también suele dedicarle más años a cada lugar.
El cooperante puede ser una persona de fe y estar movido por sentimientos altruistas y generosos, pero al final es un profesional que cobra un sueldo. Ha de decidir cómo organizar su vida si se casa y tiene hijos. ¿Se quedará en el país extranjero o volverá a España?
El perfil del cooperante español según la AECID
El perfil del cooperante español
El 8 de septiembre se conmemora el Día del Cooperante, una fecha establecida en 2006, coincidiendo con el aniversario de la firma de la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, en homenaje "a las personas que dedican su tiempo y sus conocimientos a conseguir un mundo más justo para todos".
La Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID) ha publicado los resultados de una encuesta que dibuja el perfil del cooperante español:
- el 56% son mujeres
- el 85% es mayor de 35 años
- un 19% proceden de la Comunidad de Madrid, un 14% de Castilla y León, un 13% de Cataluña, un 11% de Andalucía...
Bolivia es el país con más cooperantes españoles: 333 personas, seguido de Mozambique con 214 y República Democrática del Congo con 106.
Por regiones del mundo, los cooperantes españoles se encuentran en:
- África Subsahariana (45%)
- América Central y del Sur (un 24%)
- América Central y Caribe (13%)
- Asia-Pacífico y el Magreb (un 6% en cada una)
- Europa (1%)
Son profesionales que sirven en grandes ONGs como Acción contra el Hambre, o en AECID (con proyectos grandes y caros financiados por el Estado español, proyectos que ONGs medianas, como Manos Unidas, no podrían abordar), o en organismos de Naciones Unidas, a veces en proyectos meritorios y admirables, pero otras veces en acciones ideológicas contrarias a los valores cristianos, provida y profamilia.
Los cooperantes pueden hacer magníficos servicios en la línea que Jesús encargó a sus discípulos: cuidar a los enfermos, a las viudas y huérfanos, a los pobres, a los niños...
Sin embargo, por la lógica económica que hay, al final, en su estructura, no serán muchos más en los años que vengan. Al disminuir el número de misioneros, disminuirá el número de personas altruistas, veteranas, constantes y enraizadas en la realidad local dedicadas a tiempo completo (a vida completa) a servir a los necesitados.
La disminución del número de misioneros no es una buena noticia para los pobres del mundo. Ellos necesitan más misioneros y también más cooperantes.