El mes de febrero la asistencia fue menor, debido a la premura de la celebración, cuyo aviso se dio pocos días antes del primer sábado; a lo que se unió el temporal de nieve y frío, que impidió acudir a peregrinos del norte. No obstante, la nave adaptada fue insuficiente para acoger a los asistentes, quedando abarrotada. Esta vez, acudieron a la cita con la Virgen numerosos peregrinos procedentes de distintos lugares de España y de otros países, principalmente de Francia y Portugal; así como de Alemania, Italia, etc., colapsando las zonas aledañas al prado de las apariciones. La Eucaristía estuvo cargada de devoción y emociones, tanto por parte de los sacerdotes concelebrantes, que fueron 12, como de los fieles. La celebración estuvo marcada por el tiempo cuaresmal, que también se destacó en la homilía, donde se hicieron referencias a la Pasión de Jesucristo, contenido, por otra parte, muy propio de este lugar, donde la Virgen habría pedido meditar de modo especial este misterio de la vida de Jesús. El sacerdote citó en sus palabras a santo Tomás de Aquino, quien decía que la Pasión de Cristo es “remedio del pecado y de todos los males que provienen del pecado”. “Si buscamos amor —continuó—, Él dio la vida hasta por sus enemigos; si queremos obediencia, fue obediente hasta la muerte; si paciencia, subió a la cruz como manso cordero; si humildad, fue crucificado entre dos ladrones (...). La meditación de la Pasión de Jesús convierte el corazón, transforma al ser humano...”. El carácter cuaresmal también se vio reflejado en las meditaciones del Rosario en Prado Nuevo, que se rezó una vez concluida la misa y tras la procesión en la que participaron los miles de peregrinos presentes, acompañando a la Virgen de los Dolores. Las imágenes hablan por sí solas acerca del evento religioso, donde se aprecian la magnitud y emociones que se vivieron durante el acto litúrgico y devocional. Todo ello el pasado primer sábado de mes en el lugar de las apariciones de la Virgen en El Escorial.