(Agencias/ReL) Dicen que renovarse o morir. Al igual que Gracita Morales en la memorable película Sor Citröen, las Hermanitas de los Pobres de Segovia también se han motorizado. Estas monjas segovianas, que atienden las necesidades de los ancianos en su residencia de la avenida Padre Claret, cuentan ya disfrutan de su Hyundai de segunda mano, donado por la empresa de renting de vehículos Arval, perteneciente al grupo BNP Paribas, que ha donado el coche a través de la Fundación Protección al Empleado del Canal de Isabel II. La trama a partir de ahora será, al menos, más ágil, ya que este nuevo vehículo de la marca surcoreana facilitará a las monjas los traslados de los mayores a los reconocimientos médicos y a los servicios de urgencia que, por desgracia, tanto tienen que frecuentar. Y es que el trajín asistencial que se traen las Hermanitas de los Pobres es de aúpa. No es de extrañar que su anterior coche dijera basta y se averiase después de miles de kilómetros. En la residencia que gestiona la congregación viven 85 ancianos. Sin contar las habituales revisiones médicas, la media de visitas que han de hacer a las urgencias hospitalarias ronda las dos diarias, según informa la compañía donante del vehículo. Sin recursos Viendo los problemas de salud de los asistidos, la necesidad constante de reconocimientos controlados, consultas con el especialista y las continuas idas y venidas al complejo hospitalario de la carretera de Ávila para atender a los enfermos más urgentes, las religiosas de esta congregación tuvieron que adquirir un coche viejo para sus desplazamientos más apremiantes. En este caso, la modernidad no ha llegado a la comunidad religiosa a lomos de aquel Dos Caballos que conducía la hermana Tomasa, encarnada por Gracita Morales en la película de Pedro Lazaga. De hecho, aquellos Citröen de finales de los años sesenta han pasado a ser prácticamente objetos de culto y exposición. Los nuevos tiempos, y la mediación de la compañía Arval, han traído a las hermanas de la avenida de Padre Claret un Hyundai blanco de poco más de dos años y sesenta mil kilómetros recorridos. Ahora ya pueden despedirse de los frecuentes y costosos servicios de taxi que se vieron obligadas a utilizar y contratar cuando su vieja tartana pasó a la vida de la chatarra. De hecho, tuvieron que suspender ese servicio de taxi por falta de recursos para sufragarlo. Las Hermanitas de los Pobres sostienen su actividad gracias a la caridad y generosidad de los ciudadanos. Los inquilinos de su centro son ancianos que no tienen ningún medio para vivir -ni pensión, ni ayudas-. Una vez admitido en la residencia, las monjas tramitan al asistido una paga no contributiva de 300 euros y le dan el 25% de esa paga para sus gastos de bolsillo.