(Abc/ReL) Es por ello que muchas familias misioneras se trasladan a ciudades del llamado primer mundo, donde el problema no es la pobreza sino las familias desestructuradas, el estrés, la falta de valores... con poca implantación de la familia tradicional. "Existe una pobreza espiritual y humana muy grande; las personas llegan de nuevo a la Iglesia muy destruidas, sin voluntad ni autoestima, aunque sean intelectuales, o tengan una buena profesión. Jesucristo las va reconstruyendo poco a poco", según explican familias misioneras en ciudades europeas, que se dedican simplemente a dar ejemplo y testimonio de familia cristiana. Esta situación fue la que motivó, hace ya varias décadas, al iniciador del camino neocatecumenal, quien planteó al Papa la posibilidad de "hacer presente la familia cristiana en las sociedades más necesitadas y más secularizadas". De ahí que se haya enviado a familias misioneras a países africanos o Kazajistán, pero también a Dinamarca, Holanda o los Estados Unidos.