(Marta Lago/Cope.es/ReL) Medio millar de presbíteros en diálogo con Benedicto XVI durante dos horas en el Aula de las Bendiciones. El clima, eminentemente familiar. El Santo Padre ha atendido espontáneamente ocho interrogantes planteados por otros tantos sacerdotes; del contenido de sus respuestas da cuenta una crónica en la edición vespertina de “L’Osservatore Romano”. El tema de la crisis global ha centrado la preocupación del párroco de una comunidad de la periferia romana. Por eso Benedicto XVI ha aludido a su próxima Encíclica –dedicada a cuestiones sociales y económicas, está en fase de elaboración-, proponiendo una lectura sintética de las dificultades actuales siguiendo dos niveles de análisis. El macroeconómico evidencia las disfunciones de un sistema basado en la idolatría del dinero y en el egoísmo, que oscurece en el hombre la razón y la voluntad. Es el punto en el que la voz de la Iglesia –según el Papa- está llamada a hacerse oír para contribuir a corregir la dirección. Se trata de mostrar el camino de la recta razón iluminada por la fe, o bien, la vía de la renuncia a uno mismo y de la atención a las necesidades de los demás. En cuanto al nivel microeconómico, el Santo Padre ha recordado que los grandes proyectos de reforma son irrealizables en su totalidad sin un cambio individual; si no existen personas justas no puede existir la justicia. Por ello es necesario intensificar la labor de la conversión de los corazones. Otros temas de actualidad pastoral que le han sido planteados a Benedicto XVI son la formación de los presbíteros, la evangelización, la emergencia educativas, la acción caritativa, el valor de la liturgia, el significado del ministerio del obispo de Roma, la Palabra de Dios y el Concilio Vaticano II. Testimonio y palabra: son términos que ha querido unir Benedicto XVI en sus respuestas a los sacerdotes. Los cristianos --profundizó el Papa-- deben ser fermento de justicia, de integridad moral, de caridad, pues la sociedad necesita personas que vivan para los demás. Es de hecho el testimonio aquello que da credibilidad a la palabra, revelando que la fe no es una filosofía o una utopía, sino una realidad que hace vivir. En la liturgia el Papa ha hecho también hincapié, indicándola como lugar privilegiado para experimentar la cercanía de Dios, la familiaridad con Cristo. De ahí la importancia de que la catequesis sacramental sea igualmente una catequesis existencial, mostrando que la liturgia no es una realidad distante, sino el corazón de ser cristianos. En especial la Eucaristía se debe vivir como signo y semilla de caridad. En cuanto a la misión del obispo de Roma, Benedicto XVI la ha perfilado como garantía de la universalidad de la Iglesia, la cual no se identifica con ninguna cultura, porque trasciende nacionalidades y fronteras para acoger a todos los pueblos en el respeto de sus riquezas y peculiaridades. Respondiendo a la cuestión de la emergencia educativa –otra de sus mayores preocupaciones-, Benedicto XVI ha constatado que actualmente se tiene conocimiento de muchas cosas, pero falta el corazón, falta una visión común del mundo, una orientación ética que evite al hombre ser presa del arbitrio. Antes de concluir el encuentro, el Santo Padre ha recordado el último Sínodo de los obispos y ha vuelto a proponer el tema del anuncio de la Palabra de Dios, dirigiendo la mirada a la Virgen María, modelo de escucha para cada creyente.