(Luis F. Pérez/ReL) Refiriéndose a la crisis de la institución familiar en nuestro país, don Agustín recuerda que las "relaciones familiares no pueden ser comprendidas desde un esquema de egoísmo materialista. Es más, cuando estas concepciones tan reductoras se imponen, las relaciones familiares se ven afectadas y dañadas en su mismo núcleo pues la estructura de la familia se apoya en el pilar del amor incondicional entre esposos y consanguíneos". En ese sentido, anade que mientras "el Estado es incapaz de amar, la familia es el santuario del amor y de la vida personales, la fuente primaria de humanización de la entera sociedad". El cardenal criticó el "triunfo del laicismo radical como ideología de Estado" el cual pasa "por el silenciamiento de Dios en la vida pública". Los católicos, dice su Eminencia, no pueden "en modo alguno aceptar esa censura intelectual y moral", pues el principio de la libertad religiosa implica que la persona " pueda expresarse legítimamente en sus ámbitos profesionales, artísticos y culturales, sociales y políticos", de tal manera que "si falta ese ejercicio de la libertad religiosa, los mismos católicos condenan la vivencia y expresión de su fe a la clandestinidad social, limitando su creatividad y empobreciendo su aportación al bien común". El compromiso social y político de los católicos no puede en modo alguno aceptar esa censura intelectual y moral. Al contrario, la actuación de los católicos en la sociedad y en la política está impulsada por una cultura que acoge y da razón de las instancias que derivan de la fe y de la ley natural, y las sitúan como fundamento objetivo de proyectos concretos. La libertad sirve también para liberarnos de las presiones que intentan reducir la libertad religiosa a la conciencia singular o, como mucho, a la intimidad privada y familiar, sin derecho a que cada persona pueda expresarse legítimamente en sus ámbitos profesionales, artísticos y culturales, sociales y políticos. "Esta sociedad" declara el cardenal, "no es patrimonio del Estado, sino de las personas, de los ciudadanos. Entre ellos están también los ciudadanos de religión católica." Monseñor García-Gasco cree que el compromiso social y político de los fieles laicos debe ir encaminado a "asegurar a todos y a cada uno el derecho a una cultura humana y civil" así como a "trabajar generosamente para dar su pleno valor a la dimensión religiosa de la cultura, que eleva la calidad de vida humana en el plano social y en el individual". Por último, el cardenal advierte de que "cuando se niega, se relega, o se excluye la dimensión religiosa de una persona o de un pueblo se niegan también legítimos valores artísticos y culturales que entroncan en el derecho a la personalidad". "Cultura del amor frente a laicismo de Estado", por el Cardenal García-Gasco