(María Martínez/AyO/ReL) Unos mil jóvenes madrileños se reunirán en Roma el Domingo de Ramos, el próximo 5 de abril, para recoger la Cruz de los jóvenes que ha presidido siempre las Jornadas Mundiales de la Juventud. Ésta es la estimación de la Delegación diocesana de Infancia y Juventud, que ha organizado diversos itinerarios, en avión y en autobús, desde tres hasta seis días (más información: Tel. 91 456 13 40; e-mail: deleju@planalfa.es; y en la diócesis de Getafe: Tel. 616 988 826; e-mail: secretaria@pastoraljovenes.org). Después de la peregrinación, la cruz recorrerá las diócesis españolas, como es habitual antes de una JMJ. Éstas y otras noticias sobre la JMJ Madrid 2011 podrán encontrarse en estas páginas cada semana. Para inaugurar esta sección semanal, habla monseñor César Franco, obispo auxiliar de Madrid y coordinador de la Jornada. ¿Qué significado tiene la recogida de la cruz en Roma? Conviene recordar que fue al final del Año Santo de la Redención, en 1984, cuando Juan Pablo II decidió entregar a los jóvenes la cruz que, ese año, había estado cerca del altar mayor de la basílica de San Pedro. Les dijo: «Os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la Humanidad, y anunciad a todos que sólo en Cristo Jesús muerto y resucitado hay salvación y perdón». Desde entonces, la cruz ha peregrinado por muchos países del mundo, pasando de mano en mano y dejando tras de sí una estela de gracia reconocida por quienes han sido testigos de su paso. En la cruz salvadora de Cristo se resume todo el Evangelio. Al traer la cruz se inician los preparativos de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011. Quedará a disposición de las diócesis que quieran acogerla. Los jóvenes podrán venerarla y abrazarse a ella. Esperamos que, como ha ocurrido siempre, su paso por la vida de los jóvenes les ayude a decir con san Pablo: «Al presente vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí». Se habla de cuidar especialmente la catequesis... Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe, que da pie a desarrollar temarios que ayuden a los jóvenes a descubrir los fundamentos de la fe, y a edificar sobre ella la propia vida para poder estar en medio del mundo sin dejarse llevar por corrientes y vientos de doctrina que los derriben, como sucede con frecuencia. Naturalmente, cada obispo en su diócesis es el responsable último de la catequesis y le corresponde preparar a sus jóvenes para que vivan la experiencia de la Jornada. No es difícil, porque se trata de acercarles a Cristo y de establecer con él una amistad fiel y gozosa. o, dicho de otra manera, a reconocer a Cristo como centro de la propia vida.