(Agencias/ReL) La milagrosa curación de un enfermo de lepra, ha sido el relato evangélico en el que se ha centrado Benedicto XVI para reflexionar sobre la purificación y el pecado, y sobre la necesidad de recurrir frecuentemente al Sacramento de la Confesión, el Sacramento del perdón, que debe redescubrirse aún más por su valor e importancia para la vida cristiana. Como ha explicado el Santo Padre, “según la antigua ley judía, la lepra estaba considerada no sólo como una enfermedad, sino como la forma más grave de impureza para el culto. Correspondía a los sacerdotes la labor de diagnosticarla y declarar al enfermo inmundo, después de lo cual debía expulsársele de la comunidad y vivir fuera de la población hasta la eventual y certificada curación. La lepra, por lo tanto, representaba una especie de muerte religiosa y civil, y su curación, una especie de resurrección. En la lepra es posible entrever el símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios. De hecho, no es la lepra la enfermedad física que nos aleja de Dios, como preveían las antiguas normas, sino la culpa, el mal espiritual y moral. Por eso afirmó que el milagro de Jesús al curar a un leproso "reviste un fuerte valor simbólico". "En su pasión Jesús se volverá como un leproso, impuro por nuestros pecados, separado de Dios: todo esto lo hará por amor, para obtener la reconciliación, el perdón y la salvación", aseguró. El Pontífice ha resaltado cómo los pecados cometidos nos alejan de Dios y, “si no se confiesan humildemente confiando en la misericordia divina, ha recordado, pueden incluso provocar la muerte del alma”. En este contexto Benedicto XVI ha recomendado recurrir frecuentemente al Sacramento de la Confesión, “el Sacramento del Perdón, que debe redescubrirse aún más por su valor e importancia para nuestra vida cristiana”. Finalizado el rezo mariano, también hoy el Santo Padre se ha dirigido en distintas leguas a los fieles presentes en la plaza de san Pedro. Este ha sido su saludo en español: Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, y a los que se unen a ella a través de la radio y la televisión. Os invito a acoger la exhortación del Apóstol San Pablo de hacerlo todo, más que por el propio interés, para la gloria de Dios y el bien de los demás, siguiendo así el ejemplo de Cristo. Nos acompaña en este camino la intercesión maternal de María Santísima, siempre dócil a la voluntad del Señor. Feliz domingo.