(La Razón/ReL) Tras agradecer la presencia de los niños, el Papa, como si se tratase de la cosa más normal, dijo a los presentes: «Y ahora os dejo con Miriam, un niña eritrea, ahora romana». Miriam, sin titubear, leyó un mensaje que explicaba que la felicidad «no se encuentra en los centros comerciales» y que «Sólo Jesús puede satisfacer nuestro deseo». Concluyó diciendo: «Querido Papa, te pedimos que reces con nosotros por todos los niños que viven en situaciones de pobreza, explotación y guerras». Benedicto XVI animó a los niños a ser «constructores de paz en las casas, las escuelas, el deporte y en todas partes». El Papa besó a la niña y lanzaron juntos las palomas de la paz.