Ante la inquietud causada entre muchos fieles por las posibles consecuencias que, para la autonomía en el gobierno interno de la Iglesia, puedan derivarse de la
demanda penal planteada por la lesbiana de Abenójar expulsada de la Cofradía a la que pertenecía, el Obispado de Ciudad Real ha publicado la siguiente nota de prensa: Ante la insistencia de las muchas personas que nos han expresado su adhesión, y que nos piden una palabra clarificadora sobre lo sucedido estos días pasados, manifestamos lo siguiente: Las Cofradías y Hermandades de fieles católicos se rigen por un
estatuto marco dado para toda la Diócesis por el Obispo Diocesano, y que, convenientemente adaptado a las circunstancias de cada Hermandad o Cofradía, es aprobado en Asamblea General de hermanos y, posteriormente, ratificado por el Obispo. Al depender las Hermandades y Cofradías de la Iglesia Católica, los hermanos tienen que ser católicos bautizados, en plena comunión con la Iglesia, que aceptan libremente los compromisos derivados de su fe, y que se recogen en sus correspondientes estatutos. En el caso de la no aceptación pública y explícita, con palabras o con hechos, por parte de algún hermano, de los estatutos y de las leyes generales del Derecho Canónico,
el conflicto debe resolverse dentro del ámbito del mismo Derecho Canónico en sus distintas instancias: Hermandad, Parroquia, Diócesis o, en su caso, los tribunales generales de la Iglesia Romana. Los estatutos de la Cofradía/Hermandad de la Virgen de la Encarnación de la parroquia de Abenójar fueron aprobados el 20 de abril de 1985. Sus contenidos están expresados en el lenguaje propio del Derecho Canónico, y
no es legítimo interpretarlos desde conceptos civiles ajenos a la fe católica. Agradecemos al sacerdote, a la Junta Gestora y al resto de la Hermandad de la Virgen de la Encarnación, de Abenójar, así como al pueblo en general, la
normalidad con que han sabido preparar y realizar los actos en honor de su patrona, a pesar de las dificultades. Animamos a todos los fieles católicos a mantener su fidelidad a la Iglesia defendiéndola de los injustos ataques que periódicamente se siguen sucediendo. La experiencia de dos mil años de vida cristiana nos asegura que quien sinceramente acepta y ama a Nuestro Señor Jesucristo, a la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, y a los Santos, sus testigos, ama también a la Iglesia, que, por mandato del Señor, nos da la vida de hijos de Dios en el bautismo y sigue cuidando nuestra vida cristiana con los sacramentos, la fe y la moral católica. Pedimos a los hombres y mujeres de buena voluntad que no comparten nuestra fe ni nuestras costumbres, que se unan a nuestro esfuerzo para que podamos respetarnos y convivir en paz.