(Laura Daniele/Abc)Han hecho falta más de treinta años de cuidadoso trabajo y una estrecha y amistosa colaboración entre católicos y protestantes para que la primera traducción al castellano de la Biblia interconfesional pudiera al fin ver la luz. Todo un testimonio de ecumenismo y de que sólo la confianza y el reconocimiento mutuo pueden llevar a la unidad de los cristianos. Así reza la introducción de esta Biblia tan especial, capaz de aunar, desde el año 1973, el esfuerzo de una veintena de biblistas de diversas confesiones cristianas con el objetivo de acercar la Palabra de Dios a todos los creyentes y a la sociedad en general. En concreto, catorce traductores, nueve revisores y ocho colaboradores en la misma proporción entre católicos y protestantes han llevado a buen puerto la traducción de los textos bíblicos originales en hebreo, arameo y griego. «Ha sido una experiencia enormemente enriquecedora en el plano ecuménico. He tenido que trabajar con dos coordinadores protestantes pues el primero de ellos, Ignacio Mendoza, falleció en el año 2000 y con ambos las relaciones han sido inmejorables. Las dificultades de entendimiento han sido mínimas, por no decir inexistentes», señala el sacerdote Miguel Salvador, coordinador del equipo de traducción por parte católica. Y es que este minucioso trabajo «pone de manifiesto que los problemas para alcanzar la deseada unidad entre las distintas confesiones cristianas no radican en el texto bíblico como tal, que es igual para todos, sino en su interpretación». «Traducción fiel» El trabajo de traducción propiamente dicho estuvo a cargo, por parte de la Iglesia católica, de un grupo de especialistas de La Casa de la Biblia, mientras que la parte protestante ha estado representada por la Sociedad Bíblica de España (SBE). Ambas instituciones tienen como misión principal difundir la Palabra de Dios cada una en su ámbito de actuación. La edición, que cuenta con una primera tirada de diez mil ejemplares y está previsto que sea adaptada para América Latina, también ha sido compartida, y corre a cargo de la Editorial Verbo Divino, la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) y la Sociedad Bíblica de España. Para el director general de la Sociedad Bíblica, José Luis Andavert, «la Biblia hay que darla a conocer a todo el mundo y que sea la gente la que se haga su propio juicio a través del texto». En este sentido, la BTI, según las siglas que denominan a la Biblia Interconfesional, «no ofrece interpretaciones doctrinales de ningún tipo, dejando las mismas al libre examen del lector y de las distintas iglesias y confesiones». «Al ser una traducción plenamente fiel», recuerda Miguel Salvador, «puede ser utilizada sin ningún tipo de recelo o desconfianza por todos los cristianos de las distintas confesiones». Superar las diferencias Para Ricardo Moraleja, coordinador del equipo de traducción por la parte protestante, «no existe traducción ideal, sino la mejor posible» y añade que, para hacer una buena traducción, fiel al sentido del texto, es importante tener un gran conocimiento de la lengua original, y de la lengua receptora. Así como que la traducción exprese de una manera «aceptable» para el lector, incluso la belleza y la musicalidad poética que corresponde a cada pasaje. Los criterios básicos que se han seguido en los trabajos de la Biblia interconfesional responden a los acuerdos entre la Santa Sede y las Sociedades Bíblicas Unidas para este tipo de traducciones firmados en 1968 y ratificados en 1987. Un elemento destacable de estos acuerdos, en palabras de Florencio Abajo, director de La Casa de la Biblia, guarda relación con los «libros deutercanónicos» del Antiguo Testamento, que no figuran en las Biblias protestantes pero sí en las traducciones católicas. Para superar esta pequeña dificultad, estos libros aparecen juntos en un bloque final entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Una aportación cultural Esta obra, fruto de un cuidadoso trabajo, desborda, además, el ámbito propiamente confesional para penetrar de lleno en el de la cultura, no sólo porque como recuerda Andavert «sin el referente del código bíblico no se entiende la cultura actual, ya que ésta está muy enraizada en la tradición judeo-cristiana», sino porque en esta traducción en particular se ha recurrido a un amplísimo vocabulario. Más de 45.000 palabras distintas se han utilizado en esta edición, lo que supone entre 10.000 y 20.000 términos más de las que habitualmente se han empleado en otras traducciones. Empeño por el ecumenismo Según los responsables del proyecto, «se ha operado con los recursos del castellano actual en sus diversos géneros y estilos; y también con las enormes posibilidades del castellano coloquial y literario», sobre todo con la mira puesta en personas con un nivel lingüístico medio-alto, es decir, a partir del nivel universitario. Este empeño por el diálogo ecuménico y por acercar todo lo posible la Biblia a la sociedad, surgió en el año 1973 desde las iniciativas de la Conferencia Episcopal Española y las Sociedades Bíblicas Unidas. De los primeros frutos de este encuentro interconfesional fue la traducción del Nuevo Testamento que se culminó en abril de 1978, pero han tenido que pasar treinta años para que este proyecto pudiera al fin ser terminado. La edición cuenta con una primera tirada de 10.000 ejemplares