(Agencias/ReL) El Espíritu Santo que Cristo ha dado a la Iglesia ha mostrado en este año una visible “Pentecostés”, en particular por medio de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney y del sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios. En su tradicional discurso a la Curia romana para las felicitaciones de Navidad, Benedicto XVI ha analizado en profundidad estos y otros eventos que han caracterizado su misión y la de la Iglesia en 2008. El Pontífice aseguró que las celebraciones del Día Mundial de la Juventud, de la Iglesia Católica, que se realiza cada tres años en distintas ciudades del mundo, son algo más que una fiesta para jovencitos fieles. El predecesor de Benedicto XVI, Juan Pablo II, muchas veces descrito como una figura similar a la de un músico de rock por su popularidad entre los católicos jóvenes, fue quien instituyó la celebración para inspirar a los fieles. "Los analistas populares tienen a considerar estos días una moderna versión eclesiástica de la cultura juvenil, como una especie de festival de rock en el que el Papa es la estrella", dijo Benedicto XVI en su felicitación de Navidad a la curia vaticana. Sin embargo, dijo que la capacidad de los jóvenes católicos para crear un sentido de comunidad durante esos encuentros señala que todo se trata de algo más que una fiesta. "De esta forma también el Papa no es la estrella alrededor de la cual gira todo", dijo. "El es completamente y solamente, el vicario". El Santo Padre trató también sobre la necesidad de llevar a cabo “una ecología del hombre”, que respete la naturaleza del ser humano tal como ha sido creado por Dios –hombre o mujer- frente al desprecio inducido por quien quisiera imponer la idea de un “género” separado de la verdad de la Creación. Cuando Cristo fundó la Iglesia, le confió la responsabilidad de anunciar al mundo el Evangelio y, con él, el Espíritu que ilumina las palabras de Dios y la alegría que brota de vivirlas. Esta responsabilidad no ha cambiado en dos mil años y Benedicto XVI la ha vuelto a relanzar al final de su largo e intenso discurso, con el que ha reflexionado sobre los compromisos espirituales impulsados por los acontecimientos eclesiales del 2008. Una reflexión esencialmente centrada en el Espíritu Santo, pero enraizada a partir de aquellos eventos que del Espíritu Santo, y de sus dones de armonía y alegría, han sido testimonio de excelencia en los últimos 12 meses. “El año que está por concluir ha sido rico de miradas retrospectivas sobre datos incisivos de la historia reciente de la Iglesia”, ha recordado el Papa, evocando los 40 años de la publicación de la encíclica Humanae Vitae y los 30 años de la muerte de su autor, Pablo VI, además del comienzo del Año Paulino.