(Pablo J. Ginés/La Razón) El 18 de junio de 2005 cientos de miles de españoles se manifestaron en Madrid con el lema «La familia sí importa». Estaba a punto de aprobarse el «matrimonio gay», la ley con menos consenso de la democracia, con el voto en contra del Senado y la oposición del Consejo de Estado, la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia, el Consejo General del Poder Judicial y 700.000 firmas de ciudadanos avaladas por la Junta Electoral Central. La masiva manifestación pedía ayudas y protección a la familia y que se reconociese como matrimonio sólo la unión de hombre y mujer. Convocaba el Foro Español de la Familia, una plataforma aconfesional, con el apoyo de la Conferencia Episcopal. Una veintena de obispos acudió con los autobuses de sus diocesanos. Por primera vez en muchos años, los católicos demostraron una potente capacidad de movilización sin necesidad de que el Papa los presidiese. La muchedumbre española impresionó a la prensa italiana, que le dedicó muchas páginas. Un año después, Roma contemplaba la llegada de 350.000 miembros de nuevos movimientos católicos que venían a presentarse al nuevo Papa, Benedicto XVI. El gobierno de Romano Prodi amenazaba con aprobar un pacto de «derechos y deberes de personas con convivencia estable», equiparando al matrimonio con las uniones del mismo sexo, aunque «sin zapaterismos», como insistía la izquierda italiana. Uniendo lo visto en la gran manifestación española y en el encuentro de nuevos movimientos, se vio viable convocar una gran fiesta por la familia. Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, animó al encuentro, el «Family Day» de mayo de 2007. La prensa italiana contó un millón de personas en la plaza de San Juan de Letrán, convocadas por 450 asociaciones. Aproximadamente uno de cada cinco asistentes eran neocatecumenales. Las parroquias y los otros movimientos católicos fuertes en Italia (carismáticos, focolares, Comunión y Liberación, Sant Egidio y la Acción Católica Italiana) acabaron de llenar la plaza. El pastor evangélico Claudio Zappalà aseguró que el 95% de las Iglesias evangélicas pentecostales se adhería. El rabino jefe de Roma, Riccardo di Segni, expresó su apoyo, y también exponentes de la comunidad musulmana. Savino Pezzotta, histórico sindicalista y portavoz del encuentro dijo: «Aquí no se manipula la religión, pero tampoco se prohíbe a la religión iluminar las conciencias de las personas, creyentes o no creyentes» y recordó manifestaciones previas por la familia en Bélgica, Portugal, Francia y, sobre todo, España. Fue un éxito innegable. Y, de hecho, en abril Prodi perdería las elecciones. Pero, mucho antes, Kiko Argüello propuso celebrar un encuentro similar al cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. La fecha elegida fue el 30 de diciembre de 2007 y el lugar, la enorme Plaza de Colón de Madrid. Rouco invitaba como obispo de su diócesis, y otros obispos se adherían como gesto fraterno. El tema era más confesional que en el «Family Day» italiano: «Por la familia cristiana». El formato incluía algunas actuaciones musicales, discursos de los líderes de movimientos (Kiko cantó y predicó), algunas oraciones, una conexión en directo con Benedicto XVI en Roma y sermones de los obispos. Habló el cardenal Cañizares de Toledo, el cardenal García-Gasco de Valencia, el arzobispo Blázquez, de Bilbao y se leyó un mensaje del cardenal Amigo, de Sevilla. Y Rouco cerró con una homilía. Éxito mediático navideño Fue un acto larguísimo, muy cansado para los cientos de miles de familias que aguantaron muchas horas de pie cargadas con enjambres de niños. Pero mediáticamente fue un éxito asombroso. Era fin de año, los periodistas estaban de vacaciones, las televisiones tenían que rellenar con algo y ahí estaban esas preciosas imágenes de familias, jóvenes, niños, una multitud alegre. Era fotogénico y navideño. Las familias cristianas llenaron varios telediarios. Hasta que el Gobierno volvió de vacaciones. El presidente Zapatero se mostró muy enfadado porque se hubiese roto la «tregua navideña». La consigna para los medios laicistas fue repetir: «ha sido un acto político, la Iglesia hace política en puertas de un año electoral». Aunque habían hablado muchos líderes de movimientos de laicos, y Kiko fue el único en usar la palabra «Gobierno», las críticas cayeron machaconamente sobre los obispos, y no cesaron hasta las elecciones. El anticlericalismo dio votos. Gráfico del crecimiento del aborto y la ruptura familiar en España