(Pablo J. Ginés/La Razón) La Iglesia Católica enseña que María -y sólo ella entre todos los humanos, excepto Jesús- se libró de experimentar esa tendencia al pecado innata al hombre caído que la teología llama “pecado original”. Esto, que maravilla a los cristianos, deja indiferentes a muchas personas en una sociedad secularizada que muchas veces dice que “el pecado no existe”. Por eso, los sermones sobre “la mujer sin pecado” tienden paradójicamente a hablar mucho sobre el pecado. Anoche, por ejemplo, el cardenal Rouco recordaba como pecaron Adán y Eva, los primeros humanos, seducidos por la promesa del Demonio de “ser como Dios”, porque, señaló el cardenal, “no hay nada más embriagador para el hombre que el que le digan que puede ser como Dios, que le digan no hay más Dios que él mismo”. Según el arzobispo de Madrid, esa “autodivinización” es el origen de muchos males, como los abusos contra “el derecho a la vida del ser humano desde que es concebido en el vientre de su madre hasta la hora de su muerte natural” y “el fenómeno de la crisis financiera y económica, cuyas consecuencias angustiosas del paro y de la pobreza son cada vez más visibles”. El arzobispo resume las consecuencias morales de esa autodivinización y afirma: “Si se niega a Dios, se niega irremisiblemente el reconocimiento de la verdad de su gracia y, a continuación, se hace lo mismo con la verdad objetiva de la ley moral. Al final se termina por impugnar la misma existencia del pecado”. Pero no todo es una maldad antigua. Hay elementos nuevos, según el cardenal Rouco, puesto que es novedosa “la aparición social y cultural de formas de negación de Dios manifestadas y activadas con una radicalidad intelectual y una militancia insospechadas hasta hace poco tiempo y sin muchos precedentes históricos”. Precisamente, también en la historia de Adán y Eva es donde aparece una respuesta al mal, cuando Dios dice a la serpiente: “establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. Esa mujer que vence a la serpiente del mal es María en la tradición católica, y a ella se propuso en la vigilia de anoche como “Estrella de la esperanza”, siguiendo una oración de Papa Benedicto XVI en su última encíclica “Spe Salvi”, una plegaria que dice: “enséñanos a creer, esperar y amar contigo”. Por eso, el cardenal pidió a los jóvenes un “sí” como el de María, “que con su `sí´, abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo”.