(M.V/La Razón) “Nosotros tenemos siempre poco tiempo, especialmente para el Señor”, prosiguió. “No sabemos o, a veces, no queremos encontrar ese tiempo. Pues bien, ¡Dios tiene tiempo para nosotros!”, constató el Santo Padre, invitando así a la reflexión en el marco del primer domingo de Adviento, día con el que se da inicio a un nuevo Año Litúrgico. “Ésto es lo primero que el comienzo de un año litúrgico nos hace redescubrir con una emoción siempre nueva”-confesó el Pontífice, hablando desde la ventana de su estudio- “que Dios nos da su tiempo, pues ha entrado en la historia con su palabra y sus obras de salvación para abrirla a la eternidad, para convertirla en historia de alianza”. Desde esta perspectiva, indicó, “el tiempo es ya en sí mismo un signo fundamental del amor de Dios: un don que el hombre -como sucede con lo demás- es capaz de valorar o por el contrario de estropear; de acoger su significado, o de descuidar con superficialidad”, explicó. Asimismo, durante el rezo del Ángelus, Benedicto XVI pidió una condena común contra el “horror” de la violencia de estos últimos días: “Varias son las causas y las circunstancias de esos trágicos sucesos, pero comunes deben ser el horror y la condena para la explosión de tanta cruel e insensata violencia” dijo el Papa, que añadió: “Querría invitaros a uniros en los rezos por las numerosas víctimas de los brutales ataques terroristas de Bombay, en India, y de los enfrentamientos que se han producido en Jos, en Nigeria, así como por los heridos y los que, de algún modo, han sido afectados”, afirmó, mientras pedía a Dios “que llegue al corazón de aquellos que creen que la violencia es el único camino para resolver conflictos”. “La santidad no pasa de moda” Unas horas antes del Ángelus, el Papa ofreció una misa en la iglesia romana de san Lorenzo Extramuros, donde recordó a este mártir, “que nos repite que la santidad - es decir, ir al encuentro con Cristo que viene continuamente a visitarnos-no pasa de moda”. A la salida de la basílica, hizo una ofrenda ante la imagen del Papa Pío XII, quien el 19 de julio de 1943 salió del Vaticano para acercarse a los afectados en Roma por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.