Entrevista a Marta Lozano, la valiente autora de “Una historia sobre el maltrato y la homosexualidad” de Editorial CCS, un libro que narra su propia vida y cómo recuperó la paz tras lidiar por años con sus propias tendencias homosexuales. ¿Por qué se decidió a escribir este libro? Tanto en relación con mi historia familiar de maltrato como con mi orientación sexual, experimenté siempre una gran soledad y una terrible vergüenza. Pensé siempre que yo era la única que había vivido o sentido aquellas cosas que yo consideraba innombrables. Por ello nunca me atreví a exteriorizar mis sentimientos ni a pedir ayuda. Esa es la razón principal por la que he decidido escribir “Una historia sobre el maltrato y la homosexualidad”: acompañar a todos aquellas personas que viven atormentadas por un sentimiento de vergüenza y/o de culpabilidad, que se sienten excluidas o diferentes, bien sea por haber sido víctimas de una violencia física o psicológica en el hogar, bien sea por experimentar una atracción homosexual no deseada ni buscada. Otra de las razones por las que consideraba importante escribir mi biografía era para dar testimonio de una realidad íntima, que puede ser sumamente conflictiva y para hacer llegar mi voz de protesta a las personas que desprecian y condenan a todos los homosexuales, sin siquiera conocer la historia personal ni el sufrimiento interior de muchos de ellos. ¿Qué piensa sobre los intentos por legalizar las uniones entre personas del mismo sexo? Comprendo que algunas parejas homosexuales deseen formalizar sus uniones, pero no considero razonable que se pretenda “homologar” las relaciones homosexuales con las heterosexuales, como se ha hecho por ejemplo en España, con la ley de modificación del código civil en asunto de matrimonio de junio de 2005. A pesar de las fuertes presiones del lobby gay en todo el mundo, las relaciones sexuales homosexuales nunca serán iguales ni comparables a las relaciones sexuales heterosexuales, porque entre otras cosas y por su propia naturaleza, siempre carecerán de la capacidad de engendrar una nueva vida, elemento fundamental de lo que en toda la historia de la humanidad y en todas las culturas, orientales u occidentales, cristianas o no, ha sido el germen y cimiento del matrimonio y de la familia. Por eso estoy radicalmente en contra de la ley que en España denomina matrimonio a las uniones entre personas del mismo sexo y que otorga a las parejas homosexuales idénticos derechos y les permite adoptar en igualdad de condiciones que las parejas heterosexuales. Como mi propia experiencia vital me ha demostrado, el papel que el padre y la madre ejercen en el desarrollo afectivo, psicológico y sexual del niño es insustituible. El amor “no es suficiente” para educar a un niño y aunque sea muy loable el deseo de amar de una persona homosexual, eso no justifica que su necesidad o deseo de paternidad (honesto y saludable en sí mismo), deba ser colmado por el gobierno ni por la sociedad, a costa del bienestar del niño. En el asunto de la adopción deben primar las necesidades del pequeño, no los deseos del adulto. Es interesante destacar que a pesar de la igualdad legal que el gobierno español ha pretendido imponer entre homosexualidad y heterosexualidad, la sociedad sigue sin aceptar de hecho esta equiparación. Se habla de “matrimonio homosexual” (al matrimonio heterosexual, se le sigue denominando matrimonio “a secas”), porque en el fondo se necesita denominar de forma diferente a lo que la gente de la calle sigue considerando una realidad diferente. ¿Cómo definiría la homosexualidad? Definiría la homosexualidad como la atracción sexual y la capacidad de enamorarte de una persona de tu mismo sexo. En este asunto creo que es importante distinguir entre “orientación homosexual” y “comportamiento homosexual”, porque hay personas que pueden sentir deseos homosexuales sin llevar a cabo conductas de tipo homosexual, mientras que existen hombres o mujeres que tienen relaciones sexuales con personas de su mismo sexo (por presión, por desdén, por “probar algo diferente”, etc.), sin sentir realmente una verdadera atracción homosexual. Llevar a cabo comportamientos homosexuales no implica necesariamente tener orientación homosexual. También me gustaría diferenciar entre las situaciones en que sientes un deseo de cercanía o admiración hacia una persona de tu mismo sexo (bastante frecuente en los chicos y chicas adolescentes, que están forjando su propia identidad sexual) y el homoerotismo o intenso deseo de contacto físico y relación sexual con personas de tu mismo sexo. Este detalle me parece trascendental, porque en numerosas ocasiones, puede que un adolescente equivocadamente considere que tiene orientación homosexual, cuando en el fondo lo único que siente es una atracción hacia una mujer o un hombre que le fascina y al que en el fondo le gustaría parecerse. Muchos consideran que la homosexualidad es la incapacidad de aceptar la alteridad o “lo diferente”. Sin embargo, no estoy del todo de acuerdo con esta afirmación. Como explico en mi libro, creo que la homosexualidad puede provenir (aunque no siempre sea así) de una falta de identidad sexual y de una atracción hacia las personas que poseen aquellas cualidades “típicas de tu sexo” que a ti te faltan. Por eso las deseas. En numerosas ocasiones también puede existir una especie de aversión, miedo o desconfianza hacia las personas del sexo contrario (en mi caso, hacia los hombres, que simbolizan a mi padre) y por ello, canalizamos el deseo sexual hacia lo que no nos provoca miedo, es decir, hacia personas de nuestro mismo sexo (en mi caso, la mujer, para mí símbolo de dulzura, ternura y confianza). ¿Cuáles son para usted los efectos de la aceptación cultural de los actos homosexuales? En general, bastante negativos. Hasta el momento ha sido imposible determinar los orígenes de la orientación homosexual. Y a pesar de las corrientes biologicistas (el homosexual “nace” así) representadas por los colectivos gays, que se oponen y ridiculizan cualquier intento de entablar un debate serio sobre las causas de la homosexualidad, es clara la influencia de razones familiares, ambientales y culturales en la génesis de muchos casos de homosexualidad. Es más, si te atreves a decir públicamente que la homosexualidad puede “reconducirse” en muchas ocasiones hacia una heterosexualidad (como lo prueban numerosos testimonios), puedes ser perseguido y tachado de “homófobo/a”, lo cual me parece ridículo e inconcebible en una sociedad democrática. Esta corriente “pro-gay”, predominante en muchos países occidentales, está generando una mayor aceptación, incitación y proliferación de actos homosexuales. “¿Y qué pasa si lo pruebas?” “No seas un reprimido, ni te dejes llevar por los prejuicios”. “Si es muy divertido y además, es diferente. ¿Qué pasa, que no te atreves?” “Si has tenido varias experiencias desafortunadas con chicos, será porque eres lesbiana”. Creo que los más perjudicados por este adoctrinamiento falsamente liberador, pueden ser los adolescentes o aquellas personas sin una madurez afectiva, que acaban considerando que llevar a cabo comportamientos homosexuales no tiene ningún peligro, es divertido y podrá saciar tu necesidad de “sentirte amado/a”. Pero creo que no hay nada más alejado de la realidad. En España, este proyecto planificado para difundir la cultura homosexual, se ve claramente reflejado en las series de televisión de fabricación propia. En todas ellas existe alguna pareja homosexual (por supuesto, no existen personas homosexuales que no tengan relaciones homosexuales; lo uno va unido indisolublemente a lo otro). Es sorprendente que en todas estas series sin excepción, el homosexual es el tío/a más guay de la serie, el más sensato, cariñoso, sensible, tolerante, atento a las necesidades ajenas, generoso y solidario de todos, en definitiva, una persona que te cae bien. ¡Como si no hubiera también homosexuales egoístas, insensibles, intolerantes, harpías, celosos y malintencionados! Pero mostrar a un homosexual de estas características sería propio únicamente de personas “que odian o pretenden desprestigiar a los homosexuales”. Hay que dar a entender que “ser homosexual” equivale a “ser genial”. ¿Cómo emprendió el camino de “retorno”? Yo no lo denominaría exactamente así. Pero inicié este camino cuando simplemente ya no podía más. Sentía soledad, odio, dolor, tristeza, miedo, culpabilidad y vergüenza, tanto por la situación de maltrato vivida, como por los deseos homosexuales que experimentaba. Nunca exterioricé ninguno de estos sentimientos con nadie y en un determinado momento, percibí que ya no podía más y que tenía que hablarlo con alguien que supiera escucharme y comprenderme. En mi libro, simbolizo este deseo de enjaular mis afectos con la idea de un baúl, y explico en él que este baúl era “un lugar en el que amontonaba todo aquello que me avergonzaba y que no podía contar a nadie, un arcón que se fue cargando demasiado rápidamente y que nunca limpié”. Pero “un día descubrí que aquella carga era demasiado pesada para mí, que no podía soportarla por más tiempo, que estaba a punto de explotar y que necesitaba ayuda. No podía aguantar el silencio que cubría aquel baúl, necesitaba abrirlo y ser escuchada”. Por otra parte, hay dos palabras que siempre me han inspirado terror. Esas dos palabras son las que dan título a mi libro: maltrato y homosexualidad. Tardé en comprender que necesitaba nombrarlas para poder afrontarlas. Creo que fue el dolor insoportable y un malestar profundo lo que me llevó a pedir ayuda. Podría haber canalizado este dolor de otra forma: por ejemplo, cayendo en la amargura vital o intentando hacer daño a otros o a mí misma, pero por suerte no fue así. Lo único que lamento es no haber iniciado este camino mucho antes, ya que la vergüenza y la soledad son máquinas demoledoras, que te destrozan por dentro y te aíslan del mundo. Gracias a Dios, mi vida ha cambiado en estos últimos años de forma radical, tal vez no tanto exteriormente, aunque sí mucho interiormente. Antes simplemente no me sentía mujer. Ahora, en cambio, me siento plenamente identificada con el sexo femenino y sobre todo, me siento mucho más a gusto conmigo misma, más sosegada y con más paz interior. Mi vida social y personal también ha variado sustancialmente. Ahora me siento más libre y más feliz, me relaciono más y mejor con la gente, en mi trabajo me encuentro más satisfecha y me ilusiona mi futuro. ¿Qué les diría a quienes deseen emprender este mismo camino? Sea lo que sea lo que hayas vivido, experimentado o sentido, no eres la única persona que ha pasado por situaciones análogas. Aunque te embargue un dolor o tristeza profundos, aunque te sientas solo, culpable o avergonzado, tu vida puede cambiar. Pero para ello es imprescindible abrir tu corazón y buscar ayuda. Y por puesto, hacerlo con la persona apropiada, que pueda comprenderte y asesorarte de forma adecuada, que fomente tu confianza en ti mismo, una persona con valores profundos, a ser posible creyente y que busque verdaderamente tu felicidad personal. Creo que lo primero es reconocer que necesitas ayuda. Este es el primer paso para emprender un camino que puede devolverte la libertad y la dignidad, unos valores impregnados por Dios en lo más profundo de cada ser humano y que ninguna persona, circunstancia o conducta (por dolorosas o graves que puedan parecerte) podrán arrebatarte jamás. ¡Puedo asegurarte que el esfuerzo merece la pena!