(Juan L. Vázquez/Alfa y Omega) Según Víctor Renes, Coordinador del Servicio de Estudios de Cáritas Española, “los niveles de pobreza no han aumentado, pero tampoco han descendido en un solo punto, lo cual es un fenómeno novedoso. Desde los años 60, cuando había crecimiento económico, éste venía acompañado de una reducción en la desigualdad y en la pobreza; ahora acaba de pasar lo contrario, y es la primera vez que ocurre. Seguimos 7 puntos por debajo de la media europea. Esto nos dice que hemos sido capaces de crear todo este crecimiento económico, pero hemos olvidado algo fundamental: el papel de la persona en la sociedad”. Según el Informe Foessa, se ha consolidado en la sociedad una pobreza severa que afecta a entre un 3 y un 4% de la población, todo ello a pesar de los años de bonanza económica que hemos vivido hasta hace bien poco. Ello delata que el crecimiento del PIB no es garantía suficiente para acabar con las bolsas de exclusión social; es decir, crecer mucho a nivel macroeconómico no lleva consigo, necesariamente, acabar con la pobreza. Estados Unidos, por ejemplo, el país más rico del mundo, presentaba en el año 2004 la cifra de 36 millones de pobres, casi la población total de nuestro país. Así, el Informe insiste en la necesidad de hacer mejoras sustanciales en la distribución de la renta para equilibrar la situación de aquellos con menores ingresos, y aumentar el potencial de desarrollo social que tiene el crecimiento económico. El primer paso, entonces, sería reconocer que el crecimiento económico no ha sido capaz de ofrecer lo que se demandaba de él. Afirma Víctor Renes: “Hemos pensado que el crecimiento económico llevaba aparejado el crecimiento del empleo, y que con eso ya estaba todo hecho. Pero hay dos grandes aspectos que no se han tenido en cuenta en estos años. Primero: desde mediados de los años 90, la diferencia con Europa en gasto social estaba 4 puntos por debajo de la media europea. Parecía que el crecimiento económico de estos años era la ocasión adecuada para que nos pusiéramos en línea con Europa; sin embargo, descendimos a 7 puntos por debajo en cuanto a gasto social, y de momento no se ha cambiado esta tendencia. Es verdad que se han generalizado servicios de protección social, pero siempre son de baja intensidad: se alivian situaciones de pobreza, pero de una manera escasa y tibia, no sacan a la gente de la pobreza. Un ejemplo patente es la situación de las personas mayores, que hace años presentaban una tasa de pobreza cada vez menor, pero a primeros de esta década esta tasa ha empezado a repuntar”. Trabajadores pero pobres El segundo aspecto que destaca el Coordinador del Servicio de Estudios de Cáritas Española es la desigual distribución proporcional de la renta, lo que ha dado lugar a lo que se ha dado en llamar los working poor people, trabajadores pobres, personas que tienen trabajo y cobran un sueldo, pero éste es tan bajo que, aun así, se encuentran bajo el umbral de pobreza: “El crecimiento económico no ha traído consigo un aumento proporcional de los sueldos; no han seguido la misma progresión. Es decir, tenemos un gran número de personas cobrando una remuneración, con salarios legales, pero que están por debajo del umbral de pobreza. El crecimiento no ha traído un aumento proporcional de la remuneración. De hecho, el 13% de los ocupados españoles está bajo el umbral de pobreza. Por ello, en este momento no podemos contar con los dos instrumentos básicos que evitan a una persona caer en la pobreza: el gasto social y el empleo. La distribución de renta no ha seguido, ni en un caso ni en el otro, el nivel de desarrollo que hemos tenido”. Al problema de los trabajadores pobres hay que sumar el de una tasa de paro cada vez más creciente. Según la última Encuesta de Población Activa, en España hay en la actualidad más de dos millones y medio de personas desempleadas. Las cifras se han disparado desde el comienzo de la crisis: en el último año, ha habido 806.000 parados más, 217.000 de ellos en el tercer trimestre de 2008. Casi 700.000 hogares tienen a todos sus miembros sin trabajo, y un 15% de las familias tiene, al menos, un desempleado entre los suyos. Y los que tienen trabajo tampoco están mucho mejor: 3 millones de trabajadores se encuentran en situación de precariedad, debido a la temporalidad del empleo, su baja cualificación y la baja remuneración. De todo ello se deduce que tener empleo ya no es tampoco garantía de nada. Según el Informe Foessa, casi la mitad de la población española (un 44%) sufrió, en algún momento durante los últimos siete años, algún período de pobreza. El perfil de quien se encuentra en esta situación es una persona joven, asalariado, mujer, urbano, más arrendatario de la vivienda y, cada vez más, extranjero. Junto a ello, han surgido en España, en los últimos años, nuevas formas de pobreza, una situación que afecta cada vez más a las personas mayores y a la vida en el entorno rural; pero también se ha producido el redescubrimiento de la pobreza infantil y la aparición de la inmigración como un grupo de riesgo. Y poco a poco se va instalando en la sociedad una nueva forma de pobreza: la soledad. Según el Informe, la frecuencia de relaciones sociales es cada vez menor: el empobrecimiento hace decaer la relación con parientes, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. La pobreza es inmoral Uno de los puntos más interesantes del Infome Foessa es el análisis de la situación del Estado del bienestar. Habla de una contención relativa de sus funciones y advierte una retirada en favor de otros agentes territoriales (regiones, Autonomías) e institucionales (mercado y Tercer Sector), así como una creciente externalización de sus funciones. Para Rafael Rubio de Urquía, Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad CEU San Pablo, “el Estado del bienestar no es que haya fracasado, es que sólo es sostenible bajo condiciones que ya no se dan (que todo el mundo trabaje y aporte, y que haya una comunidad de valores), o se dan cada vez menos. Por eso, no es sostenible. Con independencia de eso, el Estado del bienestar no puede servir para paliar situaciones de cambio estructural. Está para tapar agujeros, pero no puede absorber cualquier tipo de choque estructural y permanente, como el empobrecimiento de una parte notable de la sociedad”. ¿Quiénes son los responsables de esta situación? Víctor Renes señala a las instituciones públicas, responsables de la protección y el gasto social, y a la iniciativa social, en relación con la remuneración salarial. Y pone como ejemplo el salario mínimo interprofesional, que en los últimos años ha estado perdiendo cada vez más poder adquisitivo. Si este dato se pusiera a la altura del crecimiento económico de estos últimos años, descendería considerablemente el número de personas que están por debajo del umbral de pobreza. Entonces, ¿hay que elegir entre salarios bajos y empleo, o salarios dignos y paro? Víctor Renes es contundente: “Hay que elegir entre dos cosas: un empleo de baja cualificación, o un empleo de alta cualificación. Hay que invertir en empleos cualificados, que ofrecen mayor nivel de productividad. No hemos invertido en personas, sino que nos hemos aprovechado del crecimiento económico invirtiendo en empleos poco cualificados. Esto no puede ser así. No se puede esperar a cambiar las cosas. Hay que señalar el aumento del salario mínimo interprofesional y la mejora de las pensiones como dos agentes importantes para reducir la pobreza, pero también hay que reclamar unas políticas activas que inviertan en personas que puedan tener una remuneración adecuada, y que el crecimiento económico tenga aparejado un gasto social adecuado, no de mínimos. Cambiar eso es factible; y hay que hacerlo”. Por ello, Silverio Agea, director de la Fundación Foessa y director de Cáritas Española, insistió, en la presentación del Informe, en la necesidad de implantar políticas activas orientadas a un cambio real de la situación: “La pobreza es inmoral porque tiene solución. Es necesario un mayor esfuerzo presupuestario por parte de las Administraciones para erradicarla, junto a la implicación de todos nosotros. Con lo que nos gastamos en perfume o en armamento, se acabaría con el azote de la pobreza”.