(RV) En su intervención, el secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, reiteró que “los emigrantes no son sólo un desafío, sino también un don para nuestras sociedades. Nos ayudan en nuestro trabajo, nos obligan a abrir nuestra mente, nuestras economías y políticas y nos estimulan a buscar nuevos modelos. Sólo juntos podremos vencer este desafío y abrir nuestra mente y nuestro mundo a un futuro mejor, que todos anhelamos”. El arzobispo Agostino Marchetto señaló que ninguna forma de migración se debería considerar nunca “como pretexto para evitar el respeto pleno de los derechos de los emigrantes. Y, concretamente, de su derecho a la reunificación familiar, al reconocimiento de su contribución al desarrollo, tanto por medio del trabajo, como de los ahorros que los emigrantes envían a sus hogares”. En este contexto, el secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes hizo hincapié en que “todo fracaso en este ámbito indicaría una falta de políticas de integración y cooperación en los países de llegada, así como de políticas de desarrollo nacional en aquellos de origen”. Tras destacar que los gobiernos “deberían seguir creando las condiciones necesarias para que la emigración nunca sea la única opción, de forma que las personas encuentren un trabajo y vivan una vida segura y digna, en sus países de origen”, Mons. Marchetto puso de relieve la importancia de que se evite “toda política de emigración que mine los fundamentos de la sociedad, especialmente la familia, que es su núcleo fundamental”. El arzobispo Marchetto recordó también la importancia de la reunificación familiar, para promover la integración de los emigrantes y eliminar numerosos problemas. En particular los relacionados con la seguridad y el orden público.