(ACI) "En este contexto –continuó el Pontífice– los asuntos ligados a la relación entre la lectura que las ciencias hacen del mundo y la lectura ofrecida por la Revelación Cristiana emergen naturalmente. Mis predecesores, el Papa Pío XII y el Papa Juan Pablo II notaron que no existe oposición entre el entendimiento de la fe de la creación y la evidencia de las ciencias empíricas". Benedicto XVI precisó además que "la filosofía en sus inicios había propuesto imágenes para explicar el origen del cosmos sobre la base de uno o más elementos del mundo material. Esta génesis no era vista como una creación, sino como una mutación o transformación; e incluía una especie de interpretación horizontal del origen del mundo". "Un avance decisivo –prosiguió– en el entendimiento del origen del cosmos fue la consideración del ser y la preocupación de la metafísica con la pregunta más básica sobre el primer origen trascendente del ser". "Para desarrollar y evolucionar, el mundo necesitaba primero ser, es decir salir de la nada hacia el ser. Tenía que estar creado: en otras palabras, por el primer Ser que es tal por esencia", añadió. El Santo Padre explicó además que "afirmar que la fundación del cosmos y su desarrollo está en la sabiduría providente del Creador no significa decir que la creación solo tiene que ver con el inicio de la historia del mundo y la vida. En vez de eso implica que el Creador funda estos desarrollos y los mantiene, los hace evolucionar y los sostiene continuamente". Tras recordar cómo Santo Tomás de Aquino afirmaba que la "creación no es un movimiento ni una mutación" sino "la relación fundacional y continua que une a la criatura con su Creador porque Él es la causa de todo ser y en lo que se convierta", el Pontífice comentó que el Cristianismo ha permitido en las personas la posibilidad de acercarse a un libro, "imagen querida por muchos científicos". "Galileo vio la naturaleza como un libro cuyo autor es Dios en la misma forma en que las Escrituras tienen a Dios como su autor. Es un libro cuya historia, cuya evolución, cuya escritura y significado, leemos de acuerdo a las diferentes aproximaciones de las ciencias, mientras presuponemos todo el tiempo la presencia fundacional del autor que ha querido revelarse a sí mismo en ella". "Esta imagen –dijo luego el Papa– también nos ayuda a entender que el mundo, lejos de originarse del caos, parece un libro ordenado; es un cosmos. Pese a los elementos de lo irracional, caótico y destructivo en los largos procesos de cambio en el cosmos, éste sigue siendo legible. Tiene una matemática interior. La mente humana puede entonces comprometerse en una cosmografía estudiando los fenómenos mensurables y también en una cosmología discerniendo la lógica visible interior del cosmos". Es probable, prosiguió, que "al principio no podamos ver la armonía del todo y las relaciones entre sus partes individuales, de su relación al todo. Sin embargo, siempre hay un amplio rango de eventos inteligibles, y el proceso racional revela un orden de correspondencias evidentes y finalidades innegables: en el mundo inorgánico, entre la microestructura y la macroestructura, entre la estructura y la función, entre el conocimiento de la verdad y la aspiración a la libertad". Benedicto XVI precisó además que "las preguntas experimentales y filosóficas gradualmente descubren estos órdenes, los perciben trabajando para mantenerse siendo, defendiéndose a sí mismo ante los desbalances y los obstáculos que los superan. Y gracias a las ciencias naturales hemos incrementado nuestro entendimiento del lugar único que tiene la humanidad en el cosmos". El Santo Padre dijo además que "la distinción entre un simple ser viviente y un ser espiritual que es capaz de Dios, señala la existencia de un alma inteligente que tiene un fin trascendente. Por ello el Magisterio de la Iglesia constantemente ha afirmado que toda alma espiritual es creada inmediatamente por Dios –no es producida por sus padres – y es además inmortal. Esto apunta a la distinción de la antropología e invita a la exploración de la misma por parte del pensamiento moderno". Finalmente, el Papa recordó las palabras que Juan Pablo II dirigiera a los participantes de este dicasterio en noviembre de 2003: "la verdad científica, que es en sí misma una participación de la Verdad divina, puede ayudar a la filosofía y la teología a entender cada vez más plenamente a la persona humana y la Revelación de Dios sobre el hombre, una Revelación que es completada y perfeccionada en Jesucristo. Por este importante enriquecimiento mutuo en la búsqueda de la verdad y el beneficio de la humanidad, estoy, con toda la Iglesia, profundamente agradecido".