(Belén Manrique/La Razón) El Pontífice citó el Concilio vaticano II al afirmar que “es necesario que los fieles tengan acceso a la Sagrada Escritura para que éstos, encontrando así la verdad, puedan creer en el auténtico amor”. Un amor que “lo supera y lo renueva todo, todo lo vence. El amor al prójimo nace de la escucha dócil a la Palabra divina”, afirmó el Papa al comentar las lecturas del día. Además del conocimiento de las Sagradas Escrituras, Benedicto XVI también resaltó que es indispensable una cuidadosa preparación intelectual de los obispos y sacerdotes y alentó “a fomentar a los animadores de los grupos cristianos, especialmente a los jóvenes, para difundir la Palabra de Dios”. El lugar privilegiado donde resuena esta Palabra divina es, según el Papa, la liturgia. “En ella se ve que la Biblia es el libro de un pueblo y para un pueblo”. “El pueblo no subsiste sin el Libro, porque en éste se encuentra su razón de ser, su vocación, su identidad”, afirmó rotundo. Sin embargo, en el rezo del Ángelus que tuvo lugar tras la misa, el Pontífice advirtió de que aunque es verdad que “la Biblia es también una obra literaria, es más, el grán código de la literatura universal, es también cierto que ésta no debe despojarse del elemento divino, sino que debe leerse con el mismo Espíritu en que se compuso”. Por otro lado, Benedicto XVI también se acordó al clausurar el Sínodo de los obispos de China, que no han podido participar en el mismo porque las autoridades comunistas les impidieron salir del país. El Papa resaltó la comunión de los prelados chinos con la Iglesia universal y su fidelidad al Obispo de Roma y pidió que “Dios les de alegría, fuerza y celo apostólico para guiar con sabiduría a la comunidad católica en China, a la que tanto queremos”.