(Enrique Serbeto/Abc) Tal vez Kosovo sea el único lugar del mundo donde se producen cada día conversiones desde el islam al catolicismo, una novedad que por ahora no ha provocado ninguna señal de inestabilidad en este país autoproclamado independiente hace menos de un año.
Pocas cosas más han cambiado para los kosovares desde la independencia y algunas, como los cortes de electricidad o la falta de trabajo, incluso han ido a peor. Sin embargo, para los católicos, que son sólo el tres por ciento de la población, unas 60.000 personas, están conociendo un resurgimiento inédito.
En la capital, Pristina, donde ni siquiera había iglesias católicas, se construye ahora la nueva catedral que estará dedicada a Santa Teresa de Calcuta (originariamente albanesa) y que puede ser el edificio más alto de la ciudad.
El único obispo del país planea instalarse también en la primera ciudad del país y dejar su sede tradicional de Prizren, al sur. No existen todavía cifras sobre las conversiones de kosovares musulmanes, pero en muchas parroquias celebran cada trimestre bautismos colectivos de veinte o treinta personas.
Según Lorenzo Sopi, párroco de la iglesia de la Virgen del Buen Consejo de Klina, a 40 kilómetros al este de Pristina, hay dos explicaciones para este fenómeno.
«Todos los albaneses eran católicos antes de la llegada de los otomanos, no parece tan extraño que muchos de nuestros hermanos musulmanes quieran regresar a su antigua fe católica y creo que esta es la primera razón para aquellos que se bautizan, porque quieren recuperar su pasado de alguna manera. Luego, naturalmente, está el hecho de que muchos son trabajadores emigrantes en Europa, que saben que este país va hacia Europa y quieren vivir en una atmósfera como la que han conocido».
En la iglesia de San Juan Bautista de Zlakukan, al lado de Klina, se bautizaron este verano los 22 vecinos que trabajan en Noruega. Para otros, el hecho de proclamarse cristianos ha significado un nuevo gesto de reivindicación y no han sentido la necesidad ni de pedirlo formalmente.
En la aldea de Karvansaría, cerca de Malisevo, prácticamente todos sus habitantes -cerca de un millar- se han declarado católicos y han construido una nueva iglesia que, como todas las que hay en Kosovo, los domingos se llena a rebosar.
Desconfiados al principio, los parroquianos no son partidarios de dar demasiadas explicaciones a los extranjeros, pero finalmente en las tiendas y en los cafés acaban diciendo que ser católicos «nos gusta más» y «forma parte de nuestra tradición albanesa».
Este año, en Karvansaría, apenas se ha notado que pasaba el mes de Ramadán. Durante siglos, en Kosovo se ha hablado de musulmanes que llevaban una doble vida recordando su pasado católico, aunque otros expertos relacionan este resurgir con la exaltación de sus raíces nacionales, ahora que la independencia les ha puesto en el mapa.
Muhamet Mala, profesor de Historia de las Religiones en la universidad de Pristina considera que «al menos la mitad de la población de Kosovo se siente vinculada emocionalmente con la religión católica, porque fue la de sus antepasados».
Naturalmente, este fenómeno no puede pasar desapercibido para los dirigentes de la religión dominante, aunque no ha habido ninguna reacción hostil contra esta tendencia que por ahora representa solamente a una parte muy pequeña de la población.
«Kosovo es un nuevo estado, definido como laico y democrático, donde la fe es una opción personal. Nuestro pueblo, además, no es radical, en materia de fe es bastante liberal, ya sea católico o musulmán» explica el padre Lorenzo, que antes de terminar su iglesia ya ha bautizado a una buena treintena de adultos musulmanes.
«Cuando un musulmán viene a nosotros, primero tiene que pasar entre seis meses o un año de catequesis y después es bautizado».
Y el hecho que más caracteriza esta situación es que la Iglesia Católica no realiza ninguna campaña de proselitismo, la exigua minoría católica no hace ningún llamamiento, sino que, como recuerda el padre Lorenzo «vienen hacia nosotros por su propia voluntad».
Sin embargo, unos y otros convienen en anteponer su condición de kosovares a cualquier consideración religiosa. Los católicos son tan cristianos como los serbios ortodoxos, pero en este caso «las relaciones son muy complicadas, porque los ortodoxos son una iglesia nacional y territorial, lo que nos ha causado mucho dolor a todos los kosovares».