(Luis F. Pérez/ReL) Entrevistamos al P. Javier Igea, secretario de la Comisión Episcopal del Clero de la Conferencia Episcopal Española -P. Javier, ¿qué busca la Comisión del Clero de la Conferencia Episcopal Española con la publicación de "Homilías más eficaces"? Simplemente que llegue la palabra de Dios al corazón de los fieles. Como el libro nos enseña, toda comunicación tiene tres partes: un emisor, un receptor, y un canal de comunicación. A veces hay un ruido que interfiere la señal. En nuestro caso, Dios y el hombre son, respectivamente, el emisor y el receptor. La homilía es uno de los canales, ya que nunca se puede descartar la acción directa de Dios en el corazón del hombre. Que ese canal por donde pasa la Palabra funcione lo mejor posible es la intención de este libro. - Además de la exposición de las técnicas modernas de la oratoria, el libro contiene igualmente un capítulo dedicado a los métodos de la retórica clásica, ¿cree que la combinación de ambos ayudaría a mejorar la eficacia de los sermones de nuestros sacerdotes? Por supuesto. Recuerdo a Juan Pablo II citando el evangelio donde dice que hay que "sacar del arca lo nuevo y lo antiguo" Los métodos de comunicación han avanzado mucho, lo vemos todos los días en quienes saben hablar bien en público: tienen muy bien estudiado el modo de dirigirse a la audiencia, el lenguaje gestual, etc. Y la retórica clásica, nos provee de figuras muy inteligentes para transmitir mejor el contenido, para suscitar interés, por lo que se quiere trasnmitir - ¿Considera usted que la homilía es o debe ser una herramienta de formación de los fieles? Y de ser así, ¿no piensa que todo lo que se haga para mejorar el nivel de predicación de los sacerdotes es poco? Sí, siempre que no se reduzca lo que entendemos por formación a su contenido intelectual. Formación es dar "forma", esto es, adaptar la propia vida a un molde determinado, y este molde no es otro que el del Verbo Encarnado. Quien mejor lo hizo fue la Virgen María, quien guardaba, como nos dice el Evangelio, todo en su corazón. Por esto la homilía no es una lección teórica; el arte de la homilía ha de combinar buena teología, buena doctrina social, análisis de los problemas de actualidad, pero, y esto es lo más importante, para arrojar sobre ellos la luz de la Revelación. La homilía no es para hacer crítica política o para decir vaguedades o generalidades; esto último, por desgracia, frecuentemente se hace y tiene consecuencias desastrosas. Los fieles se quejan, con razón, y a la larga convierte las parroquias y comunidades en eriales. - ¿Hay alguna manera de saber cómo está el nivel de la predicación homilética en España? ¿Cómo puede un obispo averiguar si sus sacerdotes predican buenas homilías o necesitan trabajar para mejorar en ese área de su ministerio? Cualquier persona con un mínimo uso de razón puede darse cuenta de donde se alimenta su fe y donde no se alimenta. También el sacerdote debe verificar los efectos de su homilía. El libro enseña a hacerlo. Nosotros, los sacerdotes, tenemos la responsabilidad de preparar bien la comida, ofrecer un manjar sabroso. Aun cuando alimenta lo mismo un plato de proteínas en su estado químico puro, que un solomillo bien cocinado, en su punto, nadie en su sano juicio elegiría lo primero y descartaría lo segundo. Nuestra responsabilidad es preparar lo segundo, y cuando está bien preparada la comida se nota. Incluso uno queda más contento. Nos dice uno de los salmos que "el Señor saca pan de los campos y vino que alegra el corazón del hombre". El profeta Isaías también dice: "Así será la palabra que sale de mi boca; no volverá a mi vacía sino que cumplira mi misión y hará mi encargo". Si hay frutos, aun cuando muchas veces Satanás los roba, es un signo de que está haciéndose bien la homilía y la pastoral, que recordemos, tiene su raíz en el Espíritu Santo. A veces el Señor permite que actúe el misterio de la Cruz en la predicación. La ausencia de frutos le lleva al predicador a morir con Cristo en la cruz y otros que viene detrás de él recogen los frutos. Es una de las maneras como funciona el evangelio. - Las homilías de Benedicto XVI son pura catequesis y atraen a su audiencia de una forma que se puede percibir visiblemente, ¿no le parece un ejemplo a imitar aun sabiendo que es muy difícil llegar a ese nivel? Pienso que son un caso excepcional. Técnicamente hablando la homilía no es lo mismo que la catequesis, aun cuando ciertamente están relacionadas. Un humilde sacerdote no es Benedicto XVI, ni lo puede ser; tampoco los fieles lo escuchan de la misma manera, con las mismas actitudes. Pienso que de él se pueden aprender muchas cosas a la hora de predicar, pero no sería bueno imitarle, calcar su estilo. Benedicto XVI usa mucho el estilo de los padres de la Iglesia, y aquí es donde se le debe imitar. Frases breves, profundas, con alegorías, recursos a ejemplos sencillos, lenguaje directo, etc. Virtudes de un buen predicador. Ahora bien, ¡sin pretender hacer de nuestras homilías las homilías de un Papa! - ¿Cree aconsejable que los seminarios de nuestro país propongan la lectura de "Homilías más eficaces" a los seminaristas, para ayudar a su formación como futuros predicadores del evangelio al pueblo de Dios? Por supuesto. Pero no sólo eso, sino que lo pongan en práctica. El libro enseña muchas cosas, desde el respeto y amor que un predicador debe tener con sus fieles hasta las actitudes interiores que una persona debe llevar consigo cuando habla en público. Este libro es un reto para quien lo lee.