(Zenit) Al presentar este 24 de septiembre a Bartolomé I, el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Pöttering, subrayó los valores que cimentan la Unión Europea (UE), de los que el más importante es la dignidad humana, a la que está estrechamente ligada la libertad de religión. Recordando luego la metáfora de una Europa que respira con dos pulmones, usada por Juan Pablo II, tras la caída del comunismo en Europa central y oriental, Pöttering habló de la riqueza aportada por las visiones diferentes de la cristiandad occidental y oriental a la UE ampliada. Al tomar la palabra, el Patriarca ecuménico recordó que "hoy poseemos todos los medios tecnológicos para trascender el horizonte de nuestra autoconciencia cultural", aunque "seguimos asistiendo a los efectos terribles de la fragmentación humana". En este sentido, habló del fundamentalismo y del nacionalismo extremo, que a menudo son terreno fértil de atrocidades, a los que se contrapone el diálogo intercultural como raíz del significado de "ser humano". A falta de tal diálogo, añadió, las diferencias en la familia humana se reducen a una conversión del otro en "objeto" y llevan al abuso, al conflicto y a la persecución, es decir a "un suicidio humano a gran escala". En este sentido, Bartolomé I sostuvo que si el diálogo debe ser algo más que un mero intercambio cultural se necesita una comprensión profunda de la interdependencia entre cada individuo y los demás. El Patriarca manifestó la necesidad de respetar los derechos de las minorías contra políticas de exclusión y represión. El "primus inter pares" del mundo ortodoxo se mostró a favor de la entrada de Turquía en la Unión Europea, recordando al mismo tiempo que esta última "debe promover el diálogo y la tolerancia en su interior" y la tutela de los derechos fundamentales "entre los que está la libertad religiosa". Al subrayar una cierta vacilación europea en cuanto a la apertura a un país formado sobre todo por musulmanes, Bartolomé I dijo que las grandes religiones pueden ser una fuerza que trasciende el nacionalismo y el fundamentalismo, señalando a los fieles lo que une a todos los seres humanos. Bartolome I confirmó la voluntad del Patriarcado Ecuménico de contribuir con toda su fuerza a la paz, a la prosperidad y al avance en el diálogo ecuménico. "Somos todos hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre celestial y, en este magnífico planeta del que todos somos responsables, hay lugar para todos pero no lo hay para las guerras, ni para quienes matan a sus semejantes", concluyó.