Pasan sus vidas en un peligro inminente. Vigilan constantemente las azoteas de escuelas o mezquitas por temor a que un islamista radical les pegue un tiro en cualquier momento; algunos de ellos viven acompañados las 24 horas del día por un guardaespaldas y, en alguna ocasión, se han visto sometidos a insultos, golpes o escupitajos.
Con esta crudeza viven muchos de los 403 misioneros españoles que se encuentran actualmente en países de mayoría musulmana, pero lo que tienen claro es que no piensan abandonar a las minorías cristianas que atienden en estos países. Ahora, desde que algunos islamistas radicales declararan la «yihad» a Occidente, la situación en algunas zonas se ha recrudecido.
Con esta crudeza viven muchos de los 403 misioneros españoles que se encuentran actualmente en países de mayoría musulmana, pero lo que tienen claro es que no piensan abandonar a las minorías cristianas que atienden en estos países. Ahora, desde que algunos islamistas radicales declararan la «yihad» a Occidente, la situación en algunas zonas se ha recrudecido.
«Lo peor que le puede pasar a un misionero en Pakistán es que tenga miedo. Si te asustan, aquí ya no puedes hacer nada porque cualquier palabra que digas estará condicionada por ese miedo», explica Miguel Ángel Ruiz Espínola, un salesiano que lleva ya cinco años en un país como Pakistán, donde hay un 95,1 por ciento de creyentes musulmanes.
«A mí me pueden dar un tiro cualquier día... ¡Estoy expuesto a eso! Pero no pienso abandonar porque yo no he venido aquí ni para hacerme rico ni para hacer amigos; si realmente quisiera vivir bien me hubiera quedado en España», subraya el salesiano con valentía y rotundidad.
Pero este sacerdote no considera a todos los seguidores de Mahoma por igual. En su círculo de amigos se encuentran también musulmanes moderados con los que se ha reunido estos días para hablar sobre el discurso de Benedicto XVI que leyó hace años en Ratisbona. «A medida que han empezado a conocer y leer las palabras del Papa, han rectificado y se han dado cuenta de que el Pontífice no pretendía atacar al islam», explica.
No ha sido así en el caso de los musulmanes radicales: «En realidad, son unos pocos los que se manifiestan por cualquier cosa, buscan cualquier pretexto para sacar a la gente a la calle, ya sean las caricaturas de Mahoma, la guerra de Irak o el discurso del Papa. Todo esto es, más que nada, un problema político», subraya.
«El islam está hoy en día en una guerra civil interna entre los radicales y los moderados. Ahora mismo los radicales están ganando, pero lo que los moderados tienen que hacer es llegar al corazón de la gente sencilla, que está siendo envenenada constantemente por los extremistas», explica preocupado.
En la vida de este sacerdote se mezclan experiencias de todo tipo. «Muchas de ellas muy buenas; en realidad, yo estoy enamorado de Pakistán y sus gentes, si no, no estaría aquí», puntualiza. Pero también otras muchas que, cuando aún las recuerda, le ponen «los pelos de punta». Es el caso del asesinato de un joven cristiano de 18 años. «Le torturaron, le circuncidaron con un chuchillo de afeitar, le colgaron durante días y después de todo lo acusaron de robo», recuerda el sacerdote, «pero como las autorirades dijeron que no era un asunto de su competencia, lo mataron y tiraron su cuerpo en la puerta de la casa de sus familiares». «¿Y después de todo esto quién nos pide perdón a nosotros?», se pregunta indignado.
El peor momento fue, sin duda, cuando se desató la ola de violencia a causa de las caricaturas de Mahoma. «No podíamos salir de casa porque estábamos bajo amenaza constante», explica. Tan crítico era el panorama que, según afirma el salesiano, «un musulmán hubiera sido capaz de darse un tiro sólo para acusar a un cristiano». Sin embargo, «ahora no he notado la misma violencia que entonces, pero eso también se explica porque nosotros vivimos en una pequeña comunidad cristiana a veintidós kilómetros de Lahore», reconoce.
Esta historia es parecida a la de otros muchos misioneros españoles. Miguel Ángel, también como tantos otros, seguirá en Pakistán desarrollando su proyecto: el Centro Técnico Don Bosco, una escuela para enseñar un oficio a 170 jóvenes cristianos (100 de ellos católicos) que no tienen acceso a las escuelas del país.