Lo explica el periodista italiano Vittorio Messori en su libro «Hipótesis sobre María» (LibrosLibres). A Napoleón nunca le gustó que la fiesta de la Asunción de la Virgen, de las más sentidas por el pueblo francés, coincidiera con su cumpleaños, cada 15 de agosto. Más aún, fue en un 15 de agosto, cuando, en 1637, el rey Luis XIII puso solemnemente a toda Francia bajo la protección explícita de María.
«¿Podía tolerar esto aquel que quería convertirse en fundador de una nueva dinastía no real, sino imperial, de forma que oscureciera el recuerdo de los reyes de Francia, cuyo último representante había sido guillotinado poco antes y que, a sus ojos, tenían también la culpa de haber sido “demasiado católicos”, de haberle dado a la Iglesia incluso santos y beatos? Además, no era en absoluto agradable que, precisamente el día del cumpleaños del déspota, se entonara solemnemente el “Magníficat”, en el que resuenan palabras embarazosas para cualquier “grande de la tierra”. Comenzando por el “derriba del trono a los poderosos” y terminando con el “dispersa a los soberbios de corazón”», explica Messori, famoso especialista en periodismo religioso.
Con la complicidad de algunos obispos cortesanos, Napoleón descubrió que «en una época, en Roma se celebraba el martirio de un grupo de cristianos: Saturnino, Germano, Celestino y Neopolo». Filólogos pagados por el Emperador aseguraron que aquel «Neopolo» debía pronunciarse «Napoleo». El paso siguiente fue un decreto oficial (del 19 de febrero de 1806) que imponía la sustitución –no solo en Francia sino en todo el imperio– de la fiesta de la Asunción por la del recién descubierto «San Napoleone».
En Roma, cardenal Michele di Pietro protestó, por orden del Papa Pío VII. A Di Pietro lo encarcelaron los franceses, que, de hecho, incluso se llevaron al Papa como rehén dos años después.
Pero el imperio napoleónico cayó, como tantos otros en la Historia. El culto a San Napoleón, que debía perpetuarse eternamente en la liturgia, apenas había durado 8 años y, en cuanto pudieron, los pueblos liberados del déspota volvieron a celebrar a su Virgen a mitad de agosto. Todavía hoy, después de muchas décadas y acontecimientos, la muy laicista Francia cierra por vacaciones cada 15 de agosto.