Bibi Sanawbar, viuda de 40 años, recibió este brutal castigo por mantener una relación ilícita y quedarse embarazada. Una corte talibán sentenció a muerte a esta mujer al acusarla de adulterio, aunque su condición de viuda le eximía de tal sentencia. 

La ejecutada mantenía una relación con un hombre, con el que supuestamente iba a casarse, pero que la engañó y se escapó al vecino Irán. Ante tal deshonra a Alá, los hombres del mulá Yusif, un líder talibán local, la tuvieron bajo su custodia durante cuatro días antes de ser juzgada por un tribunal islámico.

Este acto bárbaro cometido por los talibán recuerda a los oscuros tiempos de su severo régimen islámico cuando fue implantada la «Sharia» (ley islámica) en Afganistán (1996-2001).  Durante el mandato sin ley del Gobierno talibán se realizaron ejecuciones públicas, la mayoría en lugares de ocio, como estadios de fútbol. Durante aquella época los talibán lapidaron y azotaron a centenares de personas que hallaron culpables de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio.

Con este ajusticiamiento, el movimiento fundamentalista ha querido demostrar que aún mantiene su poder en muchas de las áreas rurales. En los últimos años los radicales islamistas han matado a decenas de afganos, incluidas mujeres, tras acusarlos de espiar para el Gobierno o las fuerzas internacionales. El último asesinato fue el de un niño de 7 años en la provincia de Helmand en junio.

La muerte despiadada de Sanawbar ha hecho saltar las alarmas entre los activistas por los derechos humanos en Afganistán. «Era una viuda. Los tribunales, en ese caso, no sentencian a muerte. Es una violación de los derechos humanos», denunció ayer Sima Samar, presidenta de la Comisión Afgana independiente de Derechos Humanos.

Desde que llegó al poder, Hamid Karzai prometió construir un país en el que se garantizaran los derechos de los más vulnerables, las mujeres y los niños. Pero, hasta la fecha, el presidente, que ha recibido decenas de miles de millones de la comunidad internacional, no ha ejecutado ningún programa de Gobierno en materia de bienestar y desarrollo de la mujer. Sus derechos siguen siendo inexistentes y la Justicia tampoco protege a las afganas.

Algunas mujeres en Kabul asisten a la escuela, trabajan o salen a comprar sin la compañía de un hombre, pero ellas son una exigua minoría respecto a las que, desgraciadamente, en el resto del país siguen oprimidas por un muro imaginario, pero infranqueable que las separa de una vida, simplemente, normal.

Casi el 90% de las afganas da a luz en sus casas porque tienen prohibido consultar a médicos varones y casi nunca disponen de medios de transporte para llegar a una clínica.