El arzobispo de La Plata (Argentina), monseñor Héctor Aguer, denunció en una reciente homilía que el «paganismo postcristiano, practicado fervorosamente por gente que se dice cristiana» es lo que hace que estas personas no se den cuenta de la dimisión de lo humano que se promueve y se difunde cada vez más en la sociedad.
En la misa que presidió recientemente en el Seminario Arquidiocesano San José con ocasión del Día del Exalumno, el Prelado advirtió sobre «un desliz común hoy día» que consiste en «preocuparse por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, sin interrogarse sobre la verdad y la credibilidad de la misma fe, que se da ligeramente por supuesta».
Destacó que «los hombres de la fe estamos en la tierra para predicar la fe, cuyo centro es la muerte y resurrección de Cristo, para esclarecer sus fundamentos y hacer descubrir su armoniosa belleza».
Tras resaltar la importancia de una buena predicación ante los desafíos de la cultura actual inmersa en el activismo, el arzobispo recordó que esta también sirve para «rescatar la auténtica humanidad del hombre. Según la tradición católica el hombre no puede observar de forma permanente todos los preceptos de la ley natural sin la ayuda de la gracia; es decir que el contacto redentor con Jesucristo constituye el único medio posible para la plena realización de la existencia humana».
Por eso insistió en que «sin la fe, sin la gracia de la redención, el hombre no alcanza su plena humanidad», tras lo cual denunció que «los recientes lances legislativos, y los que vendrán –según está programado por los que se proponen afianzar la dictadura global del relativismo–, dejan al desnudo la patética descristianización de la Argentina, y sobre todo el vacío intelectual y moral de sus dirigencias».
«La falta de fe de tanta gente bautizada, la profundidad de su ignorancia religiosa y su indiferencia ante el misterio de la salvación, explican que esa gente no pueda percibir el orden natural de la creación y su reflejo en la conciencia; se le escapa, se le oculta la verdadera humanidad del hombre, de la que únicamente resta una caricatura en la religión secular de los derechos humanos. Es una especie de paganismo postcristiano, practicado fervorosamente por gente que se dice cristiana», sentenció el prelado.
La tarea que es necesaria de parte de los sacerdotes, es una misión que se debe realizar, por encargo de Cristo para todos sin excepción. «Se las debe, en primerísimo lugar, a los fieles de su propia parroquia, capilla o capellanía, a los más cercanos y a los reacios; a la buena gente que queda en nuestros barrios y que aunque no se dé plena cuenta de ello espera su plenitud en Cristo», añadió.
Finalmente indicó que «no es trabajo menor», añadió, sino que «requiere empeñar estudio, oración, penitencia, un gran amor comprensivo y paciente, y quizá el testimonio de un martirio moral: la incomprensión, la indiferencia, el repudio y la marginación. Pero a todo eso nos comprometimos y nos expusimos de antemano cuando abrazamos la gloria y la cruz del sacerdocio, y si somos fieles –lo sabemos muy bien– no seremos defraudados en nuestra esperanza».