Es una de las autoras más prolíficas del panorama cultural inglés. Su fuerte es la temática gótica, el ocultismo, la novela de la angustia y el terror. Anne Rice, considerada como la reina de este género desde los años 70, llegó al cénit de la popularidad cuando su novela «Entrevista con el vampiro» fue adaptada al cine. Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas, entre otros, se encargaron de extender su nombre por las carteleras de todo el mundo. Sin embargo, la escritora británica que más ha escrito sobre monstruos chupa sangre -25 libros en 25 años-, ha dado un giro de 180 grados y ha pasado a escribir sobre aquel «que derramó la sangre por nosotros». «Ahora sólo quiero escribir para y sobre Cristo», afirma una reconvertida Rice. Y lo está cumpliendo: con «Cristo, el Señor. Fuera de Egipto» (Vintage International) ha inaugurado una trilogía de novelas sobre la vida de Jesús de Nazaret, narrada en primera persona y sin pretensiones de ser como otras supuestas biografías. «Si escribo la vida de Cristo como quiero hacerlo, habré creado un nuevo tipo de ficción. No será como ninguna otra. Estará dentro de un mundo en el que la redención estará incluida».
 
Unas intenciones que resultan más sorprendentes si se sabe que Anne Rice se alejó de la fe católica a los 18 años, antes del Concilio Vaticano II, porque «estaba muy confundida, vivía en crisis y quería conocer el mundo moderno y explorar millones de cosas», según reconoce. Por eso ingresó en una universidad secular, dejó de ir a misa y ni siquiera tuvo noticias «de que iba a haber un gran concilio que cambiaría todo». Desde ese momento se dedicó a una literatura que mezclaba el terror con el erotismo homosexual, el misterio con el ocultismo, la seducción con la muerte. «Los vampiros fueron para mí el símbolo de la persona luchando por encontrar sentido a la vida», comenta, «una persona que está lejos de Dios y no puede encontrarle».
 
Aunque ella no gustaba de la vida nocturna y menos aún de beber sangre humana, en sus obras había algo de autobiográfico. «Mis libros trataban sobre almas perdidas», asegura, pues «yo misma fui un alma perdida durante mucho tiempo». Pero el éxito la empujaba a seguir escribiendo sobre sangre y muerte. «Cuanto más leía mis narraciones, más buscaba respuestas a las preguntas que me hacía», afirma Rice. «Comencé a sentirme insegura como atea, pensé que era un punto de vista arrogante, egocéntrico, absurdo». Y entonces ocurrió el cambio.
 
«Cuando me encontré creyendo en Dios y casi hablando con Él quise regresar a mi Iglesia. Regresar fue el mayor deseo, y me di cuenta de que creía en que la comunión era el Cuerpo y la Sangre de Cristo». Más tarde se acercó al sacramento de la confesión, regresó a la parroquia de su infancia y descubrió la Iglesia tras el Vaticano II: «Las personas ya no son islas dentro del templo», afirma. Se casó de nuevo por el rito católico, y a los dos días sufrió un coma diabético del que salió perfectamente y que reforzó su fe. Hoy, la autora del ocultismo es meridianamente clara: «Ya no estoy en tinieblas y soy feliz porque regresé a Cristo y a la Iglesia».