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Jesús Colina/AyO)
Benedicto XVI, al igual que cuando era el cardenal
Joseph Ratzinger, no sólo cuenta con la ayuda cotidiana de mujeres, sino que también cuenta con ellas para la pasión de su vida, la teología. Como ayudante, en este sentido, en la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha contado con la colaboración de una gran teóloga belga,
Marie Hendrickx. En la Comisión Teológica Internacional, de la que era Presidente hasta antes de ser Papa, ha nombrado como miembros a dos de las grandes teólogas contemporáneas, sor
Sara Butler, profesora de Teología Dogmática en el Seminario San José, en Yonkers, Nueva York, y
Barbara Hallensleben, profesora en la Facultad de Teología de Friburgo, en Suiza. En este panorama faltan otros muchos nombres, mujeres sin las cuales el ministerio del Papa no podría realizarse. Desempeñan funciones discretas, pero que hacen más humana la vida en el Vaticano: se encargan desde recibir las llamadas en la central de teléfonos del Vaticano, hasta la asistencia a cardenales ancianos en su domicilio. Como se puede apreciar, en todos los casos hemos evitado poner sus edades. En el Vaticano, más que en cualquier otro lugar, la educación prima.
El cargo más influyente El cargo más influyente que ocupan las mujeres del Vaticano, al menos desde el punto de vista de la fe, lo desempeña la comunidad de clausura de ocho monjas que fundó
Juan Pablo II en 1994, en un edificio en los jardines del Vaticano, con el nombre Mater Ecclesiae, cuya tarea es apoyar espiritualmente el ministerio del Papa. El convento es ocupado cada cinco años por una comunidad religiosa diferente. Desde octubre de 2004 vive en él una comunidad de benedictinas, que mantiene una relación providencial con este Papa. El cardenal
Ratzinger visitaba con frecuencia la abadía de las benedictinas de Santa María de Rosano (en Toscana, Italia), desde 1985. Esta abadía tuvo un papel de guía en la conformación de la actual comunidad de benedictinas, compuesta por religiosas de varios países del mundo, que se ha instalado en el convento Mater Ecclesiae. La Providencia quiso que en la misa de inicio solemne de pontificado,
Benedicto XVI llevara una casulla realizada para
Juan Pablo II por las benedictinas de Rosano. Pero donde quizá más destacan las mujeres por número en el Vaticano es por su trabajo en los medios de comunicación. Desde 2006, la italiana
Claudia Di Giovanni es la delegada de la Filmoteca Vaticana, uno de los fondos históricos cinematográficos más ricos que existen. Tiene un papel decisivo no sólo por esta función, sino también porque organiza la proyección de películas que ven el Papa y sus colaboradores en la sala cinematográfica del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales. En este Consejo también trabaja
Leticia Soberón, encargada de los medios de comunicación de lengua española y portuguesa, y coordinadora de la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL), reconocida como una de las mayores expertas de comunicación en la Iglesia. Por otro lado, desde hace unos meses, el diario de la Santa Sede, LOsservatore Romano, cuenta con su primera redactora,
Silvia Guidi, quien también pertenece a las Memores Domini, como las ángeles de la guarda del Papa. Los periodistas que alguna vez se han acreditado en Roma conocen muy bien a sor
Giovanna Gentili, hija italiana de la Sociedad de San Pablo, que se encarga de aceptar las acreditaciones de los medios de comunicación en la Oficina de Información de la Santa Sede. Y la página web de la Santa Sede no sería hoy lo que es sin la contribución de la religiosa estadounidense
Judith Zoebelein, de las Hermanas Franciscanas de la Eucaristía, quien fue la pionera de este servicio desde 1995. Además, en la agencia misionera de información de la Santa Sede, Fides, dependiente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, la redactora es una española, la eficaz y entusiasta sor Rocío, perteneciente a una congregación fundada por un sacerdote de la archidiócesis de Toledo, el Hogar de la Madre. Al igual que sucede en la Secretaría de Estado, en otros organismos de la Santa Sede la reflexión y promoción de la mujer está en buena parte en manos de mujeres.
Rocío Figueroa Alvear, laica peruana consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación (Fraternas), es la responsable de la sección Mujer del Consejo Pontificio para los Laicos. Tiene la misión de promover la dignidad de la mujer a nivel internacional tratando de coordinar esfuerzos e incrementar su integración en la misión de la Iglesia..
Ángeles de la guarda del Papa Varias mujeres colaboran o han colaborado muy de cerca con el Santo Padre.
Joseph Ratzinger, que a punto estuvo de ver rechazada su tesis doctoral por los malos servicios de una mecanógrafa, encontró en su vida de teólogo, arzobispo, cardenal y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe a su mejor colaboradora en su hermana,
María, quien no se casó y le acompañó en sus diferentes destinos, hasta llegar a Roma. Murió en 1991, dejando en el cardenal un vacío que obviamente nadie ha podido llenar. A partir de entonces, contó con dos colaboradoras alemanas, ambas del instituto de Schönstatt. Su secretaria en la Congregación para la Doctrina de la Fe,
Birgit Wansing, conocida en Roma por su capacidad para descifrar la diminuta caligrafía del Papa en alemán a la hora de pasar al ordenador sus manuscritos. Ha sido la única capaz de mantener actualizada en todos estos años la increíble bibliografía de
Joseph Ratzinger. La otra colaboradora era la profesora de música Ingrid Stampa, quien se encargaba del apartamento del cardenal
Ratzinger junto a la plaza de San Pedro, en la plaza de la Ciudad Leonina, y que ahora colabora en la sección de lengua alemana, de la Secretaría de Estado. Una de las primeras decisiones que tuvo que tomar
Benedicto XVI fue la elección del equipo de personas que se encargaría de organizar la vida en el apartamento pontificio: una misión delicadísima, no sólo por la increíble agenda que tiene un Papa, sino también por la discreción que este papel exige. Respondieron prontamente a su llamada cuatro laicas consagradas pertenecientes a la asociación Memores Domini, surgida del carisma de monseñor
Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación. Ellas se encargan de la asistencia cotidiana del Papa. Son, por así decir, sus ángeles de la guarda. Se encargan desde la compra en el supermercado, hasta de la cocina, la ropa o la sacristía de la capilla en la que el Papa celebra diariamente misa, lugar donde esta familia se reúne en oración. Sus nombres son
Carmela,
Cristina,
Emanuela y
Loredana, aunque por discreción no figuran ni siquiera en el Anuario Pontificio, el libro en el que se recogen los nombres de los cardenales, obispos, prelados del mundo y colaboradores de la Santa Sede.
En la Secretaría de Estado La Secretaría de Estado es el dicasterio de la Santa Sede que más de cerca asiste al Santo Padre. En la sección para las Relaciones con los Estados, hasta hace tan sólo pocas semanas, trabajaba una mujer de legendaria eficacia y entrega al trabajo,
María Isabel Tellería Tapia, española, de la Institución Teresiana. Se ha jubilado este verano, después de veinte años de servicio. Sus misiones eran delicadísimas: se encargaba, en particular, de la Comunidad Europea, y de dossieres como el de las Conferencias Mundiales de la Mujer. A ella le tocó, por ejemplo, preparar el dossier para la Conferencia Mundial organizada por las Naciones Unidas en Pekín, sobre la mujer, en 1995, cuando
Juan Pablo II nombró por primera vez en la Historia como representante de un Papa a una mujer,
Mary Ann Glendon, quien después llegaría a ser una de las mujeres de mayor rango en el Vaticano, como Presidenta de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, cargo al que recientemente ha presentado la renuncia al ser nombrada por
George W. Bush embajadora de los Estados Unidos ante la Santa Sede. En esta sección de la Secretaría de Estado han seguido la estela de
María Isabel Tellería dos mujeres: otra española,
Fermina Álvarez, de las Cruzadas de Santa María, gran historiadora, que se ocupa del seguimiento de las Organizaciones No Gubernamentales del mundo, así como la italiana
Franca Di Giovanni, del Movimiento de los Focolares, que se ocupa de derecho humanitario, cuestiones de la mujer en las Naciones Unidas, y otras cuestiones. En la misma Secretaría de Estado tiene otro papel decisivo la secretaria del cardenal
Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, desde los tiempos en los que era el más cercano colaborador del cardenal
Ratzinger en la Doctrina de la fe. Se trata de
Eurosia Rosi Bertolassi, del Movimiento de los Focolares, quien hace un año recibió el elogio del cardenal
Bertone: «Es una colaboradora extraordinaria, tan indispensable, que de la Congregación para la Doctrina de la Fe la he llevado conmigo a la Secretaría de Estado». Entre las mujeres con el cargo oficial de mayor rango en el Vaticano destaca sor
Enrica Rosanna, religiosa salesiana, desde 2004 Subsecretaria de una Congregación vaticana, en concreto, de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. El cargo de Subsecretaria de un dicasterio vaticano, en concreto del Consejo Pontificio para los Laicos, fue desempeñado, por primera vez, por la australiana Rosemarie Goldie, de 92 años. En su viaje a Sidney, su ciudad natal, recibió la visita privada de
Benedicto XVI, quien al haber atravesado el mundo quiso saludarla personalmente el mismo sábado en el que presidió la gran Vigilia con los jóvenes. Otra mujer de particular rango oficial en el Vaticano es
Letizia Pani Ermini, Presidenta de la Academia Pontificia de Arqueología, experta de prestigio mundial en arqueología de la Edad Media, quien dirige este prestigioso organismo creado por los Papas en 1810.