El padre Ibrahim Albasagh, párroco de la iglesia latina en Alepo hace una crónica de la situación que se vive en esta ciudad siria una vez que se está empezando a olvidar todo lo que este pueblo ha pasado durante los últimos años.
De hecho, este franciscano cuenta que sólo hay electricidad una hora al día, los transportes apenas funcionan, las carreteras son difícilmente transitables y no hay trabajo por lo que los pocos cristianos que quedan se están planteando dejar el país.
Unas condiciones inaceptables
En Alepo la situación es todavía “muy difícil”, la población vive “una Vía Crucis continuo”, partiendo de la falta de electricidad “garantizada por una sola hora diaria”. En declaraciones a a Asianews asegura que si persiste el aislamiento “como en Idlib y Hamat” y no se abren la “autopista y el aeropuerto, la ciudad será sofocada por la falta de trabajo y de recursos. Una condición de vida inaceptable para la dignidad humana”.
El sacerdote critica el embargo que “continúa siendo un medio para aumentar los sufrimientos de la población”. Esto, agrega, “sofoca toda posibilidad de vida digna: no es aceptable que la gente esté en fila cuatro horas bajo la lluvia para poder comprar una bombona de gas” o que “los recién nacidos, como los ancianos, sufran el frío porque no pueden comprar una gota de gasóleo para la calefacción”.
Nacido en Damasco en 1971, el religioso se puso en primera fila en favor de las víctimas, cristianas y musulmanas, de una guerra que provocó casi medio millón de muertos y más de 7 millones de evacuados. En el período de la preparación a la Pascua, el sacerdote ha lanzado una iniciativa benéfica para las familias en dificultad: una botella de aceite de oliva para todas las familias de la ciudad, como signo tangible de caridad y misericordia.
Sin trabajo, y con los padres sin tener nada que llevar a sus casas
Hablando con obreros y artesanos, continúa el sacerdote franciscano, “sabemos que desde el 15 de noviembre pasado el mercado está casi bloqueado y no hay trabajo”. Algunos padres de familia “con lágrimas en los ojos, cuentan que no pudieron juntar ni siquiera 20 euros en el último período para dar de comer a sus hijos”.
De aquí que muchos sigan pensando en marchar del país. “Ayer vino una madre a saludarme- afirma- diciendo que partiría para Canadá, con sus dos hijos jóvenes que ya la precedieron en Líbano”. “Me confesó que no quería irse, abandonar su propio país- prosigue- pero estamos obligados a hacerlo, porque no hay medios para sobrevivir” y en Siria “no se ve un futuro”.
La Iglesia no escatima esfuerzos ni recursos
“Esta misma madre-narra el padre Ibrahim- dijo que la Iglesia no escatimó esfuerzos para apoyarnos e hizo de todo, pero el problema es que este caos no termina. Concluyó diciendo que partirá con las lágrimas, llevando a todos en su corazón”. En esta situación “que continúa siendo absurda” subraya el franciscano, “nosotros continuamos con la distribución de los paquetes alimenticios e insistimos con la asistencia sanitaria a todos los niveles, para que no haya una cobertura eficaz para los enfermos y la jubilación de los ancianos es sólo simbólica”.
Las personas “tienen aún muchísimas heridas abiertas”, concluye el padre Ibrahim, pero hay también otra confianza “en nuestro médico, Jesús, que tiene la gracia para podernos curar de todas las enfermedades y de todas las heridas. No hay tiempo para quedarse en el suelo llorando, hay que levantarse y moverse. Estamos orgullosos de ‘completar’ en nuestra vida y en nuestro cuerpo, lo que falta a los sufrimientos de Cristo”.