Este domingo se celebra el Domingo Mundial de las Misiones, conocido popularmente como el Domund, un momento para que los católicos conozcan la importante labor que realizan los misioneros por todo el mundo y también se conciencien de la necesidad de colaborar con las misiones que llevan a cabo de manera heroica por todo el mundo.
España sigue siendo la gran potencia mundial en número de misioneros. Más de 10.000 hay repartidos por los cinco continentes. Uno de ellos es Rafael Marco, miembro de la Sociedad de Misiones Africanas, que realiza desde hace años su labor en la misión de Dosso, en Níger. Este país africano no sólo es uno de los más pobres del mundo, sino también de los más inestables. En estos momentos, tras el último golpe de Estado el país sufre un embargo que afecta sobremanera a la población, a lo que hay que sumar el grave problema de seguridad que representa la amenaza del yihadismo.
En una carta que recoge Obras Misionales Pontificias, Marco relata cómo están viviendo estos días:
Embargados en nuestra pobreza
“La semana pasada tuvimos los encuentros de los compañeros SMA de Níger, lunes y martes, y a continuación la asamblea diocesana de sacerdotes, religiosas y delegados de todas las parroquias de la diócesis, alrededor de 130 personas con el padre-obispo al frente, Mons. Laurent Lompo.
Es una alegría volverse a ver, sobre todo cuando uno no se puede desplazar por motivos de seguridad y compartir con los compañeros la vida y milagros de nuestra vocación misionera nada más que un par de veces al año. Es bueno para que no se agudice la soledad.
Níger es un país muy grande en superficie, en culturas y etnias: tuaregs, songhay, hausa, gurmantchés… en modos y estilos de vida: sedentarios, nómadas… El río Níger ha sido el cauce por el que han discurrido a través de los siglos pueblos, culturas, creencias y experiencias de una extraordinaria riqueza y diversidad. Uno se siente muy pequeño ante toda esta magnificencia a poco que penetres la hondura de estos hombres.
Corren tiempos difíciles, Níger suele aparecer todos los años como el país más pobre de la tierra, pero es que después del golpe de estado del 26 de julio pasado la pobreza se ha incrementado a ojos vista: el viaje de Dosso a Niamey, 150 Km que en abril pasado lo hicimos sobre una carretera abarrotada de autobuses y camiones, la semana pasada lo hicimos prácticamente solos: no hay transporte, no hay comercio. El ecónomo de la diócesis me hablaba de cantidad de empresas que han cerrado, de la falta de productos básicos en las tiendas, de los sueldos de funcionarios sin pagar… Estamos embargados, concluía.
En la inauguración de la Asamblea ya se nos habló del mensaje que nos enviaba el primer ministro: Hay que apretarse el cinturón y abrir en él nuevos ojales. Ya lo sabíamos. Ya nos habíamos dado cuenta por poco que observas cómo vive la gente. Los organismos internacionales, las ONG que financian proyectos de todo tipo han cortado bruscamente su colaboración y además han cerrado las fronteras nuestros países vecinos por donde nos llegan lo más importante de nuestros productos de base y los precios se han doblado: arroz, maíz, mijo… andan hoy por las nubes, inalcanzables. Ya estamos acostumbrados, es lo que aprendemos nada más nacer o en cuanto llegamos a estas sabanas infinitas.
Y poco después de la inauguración de la asamblea contemplamos en un vídeo la experiencia de nuestro compañero Pier Luigi, secuestrado durante más de dos años en pleno desierto, encadenado, objeto de mofa de sus secuestradores obligándolo a convertirse al Islam, incomunicado, con una infinita sensación de soledad y abandono hasta de Dios que le sirven para descubrir los infinitos espacios de su corazón (‘Cadenas de libertad’, es el libro que ha escrito sobre esta experiencia) y de su espíritu que le ayudan a borrar toda sensación de amargura y resentimiento y toma conciencia que esos dos años de cautiverio han sido los más fructíferos de su vida misionera.
Y resulta que nuestra asamblea tiene como objetivo: ‘Iglesia, familia de Dios, caminamos juntos para transformar nuestra sociedad’. Nada más y nada menos. Y nos ponemos a trabajar por sectores, por misiones para ver como lo podemos llevar a cabo eligiendo dos desafíos prioritarios en nuestra comunidad.
En Dosso, después de darle muchas vueltas, hemos decidido trabajar por el desarrollo de nuestras comunidades de base, estructurar y potenciar el grupo de jóvenes y, como tela de fondo, incrementar el espíritu misionero en la parroquia. Nos hace falta, después de tomar conciencia de nuestra identidad y fraternidad animados por el Espíritu de Dios. Dios os guarde. Un abrazo fuerte”.