El informe anual de la Agencia Fides sobre los misioneros asesinados recoge la muerte de 20 de ellos en 2020, nueve menos que el año pasado y la mitad que hace dos años.
Se trata de 8 sacerdotes, 1 religioso, 3 religiosas, 2 seminaristas y 6 laicos.
Por continentes, fueron 8 en América, 7 en África, 3 en Asia y 2 en Europa.
Los dos casos europeos son italianos: el sacerdote Roberto Malgesini, de 51 años, asesinado en Como por un indigente de los que atendía, con problemas mentales, y el religioso camiliano Leonardo Grasso, quien falleció en el incendio de un centro de rehabilitación de drogadictos provocado por uno de ellos, quien antes le había golpeado.
En los últimos 20 años han sido asesinados en el mundo 535 agentes pastorales, de los cuales 5 eran obispos.
Para la realización de esta estadística, la Agencia Fides, órgano de información de las Obras Misionales Pontificias, considera misionero a todos los bautizados en tareas activas de evangelización, y no solo en misión ad gentes en sentido estricto, sino también a todos los cristianos comprometidos en la vida de la Iglesia que hayan muerto de forma violenta.
No quiere eso decir que todos sean mártires, pues muchos mueren durante actos delictivos no relacionados con el odio a la fe. Del mismo modo, la estadística no incluye a los numerosos cristianos que, sin una labor misional específica, sí han muerto a lo largo del año en razón de su fe.
Muchos agentes pastorales han sido asesinados durante intentos de robo, realizados con gran ferocidad, o han sido objeto de secuestro o se han visto envueltos en tiroteos o en actos de violencia en los contextos en los que trabajaban marcados por la pobreza o la degradación moral, donde la violencia y el desprecio por la vida son frecuentes.
Párrocos que compartían todo lo que tenían con las personas confiadas a su cuidado, golpeados por criminales desesperados buscando dinero, o víctimas de una de las personas marginadas a las que dedicaron todos los días de su vida; religiosas comprometidas con la educación de las generaciones más jóvenes, agredidas mientras desempeñaban su cargo o que no dudaron en arriesgar su vida para salvar a los chicos que les habían confiado; o incluso jóvenes, incluso niñas, que compartían con entusiasmo y convicción el compromiso cristiano, en situaciones de violencia ciega que no tienen en cuenta la edad; catequistas laicos comprometidos a ser pacificadores y testigos de la fe entre las comunidades dispersas en las zonas más inaccesibles...
No dejaba de predicar
Pero también hay casos que pueden llegar a ser considerados mártires, como el del seminarista nigeriano Michael Nnadi, de 18 años. Fue el más joven de los cuatro seminaristas secuestrados en el seminario mayor del Buen Pastor de Kakau, en el estado de Kaduna, en la noche del 8 de enero. Los otros tres fueron liberados, pero el cuerpo de Michael fue encontrado sin vida días después.
Mustafá Mohammed, acusado del crimen, concedió una entrevista telefónica desde prisión en el que se asumió la responsabilidad del asesinato y afirmó que Nnadi "no dejaba de predicar el Evangelio de Jesucristo” a sus secuestradores. Mustafá, de 26 años, era el líder de una banda de 45 criminales que atracaban a automovilistas en la carretera. Elogió el “coraje excepcional” de Michael, quien le exhortó a abandonar el mal camino.