El Papa Francisco ha aterrizado en Mongolia durante la madrugada de este viernes (a las 10:00, hora local). Con su llegada, la expectación es destacada entre los fieles, que no superan los 1.500 en uno de los países más despoblados y grandes del mundo. La Iglesia en Mongolia es pequeña, pero cargada de proyectos e iniciativas. Muestra de ello es la Casa de la Caridad, un lugar que pretende dar cobijo a los más necesitados bajo el umbral de la pobreza -que en todo el país representan un 36% de la población- y que será inaugurada por Francisco a lo largo del viaje.
No es el único proyecto de la iglesia en Mongolia. Su cardenal, el más joven del mundo, Giorgio Marengo, también tiene sueños y grandes aspiraciones. Hasta no hace mucho, Mongolia era conocida por la abundancia de monasterios budistas, religión mayoritaria del país, muchos de los cuales desaparecieron durante y tras el régimen comunista finalizado en 1992.
Marengo, llegado al país asiático hace 20 años, no tenía más que dos cabañas como mobiliario religioso para celebrar misa, a la que acudían los pocos fieles que había y también algún curioso.
En una reciente ponencia pronunciada esta semana por el cardenal en The Lay Centre, incidió en que por ser uno de los lugares más remotos del mundo, Mongolia puede tener ciertas facilidades para la oración contemplativa, convencido de que para evangelizar, primero se debe rezar.
El sueño del cardenal para Mongolia
Y aquí es donde entra en juego el "sueño" del cardenal que podría transmitirle al Papa a lo largo de su viaje. Realmente fue esbozado por un misionero católico francés que estuvo en Mongolia a finales del siglo XIX, al ver los muchos monasterios budistas: "Algún día, este país tendrá un monasterio católico".
Hoy, el cardenal Marengo mantiene el sueño de aquel misionero, convencido de que un monasterio contemplativo en Mongolia "sería la forma de evangelizar más eficazmente".
"Y esta es una de las intenciones que rezamos, para que algún día también tengamos un monasterio católico donde se vea, se experimente y se ofrezca la oración contemplativa católica. Y creo que hará una diferencia en la evangelización", afirmó.
Junto con esta posibilidad, el que es el cardenal más joven del mundo, menciona las diversas formas en que lleva evangelizando un país de costumbres muy arraigadas y particulares.
"Es evidente que en el contexto mongol se da especial importancia a susurrar y, más generalmente, a hablar en voz baja, no sólo como parte de la costumbre local sino incluso como una forma distinta de transmitir valores", explica.
También se refiere a la costumbre de dar nombre a los recién nacidos, que contando con pocos días de vida son lavados con caldos de cordero antes de ser cogidos por su madre, que susurra su nombre al oído por primera vez en repetidas ocasiones.
"He asistido a este rito varias veces y es muy conmovedor", dijo el cardenal.
"El Evangelio no puede ocultarse"
Como se hizo en la labor evangelizadora de América o algunas zonas de Asia, el cardenal encuentra en la adaptación cultural una de las herramientas fundamentales de evangelización, en la que también entran en juego el establecimiento de relaciones personales.
“Se necesita mucho tiempo para sumergirse en una cultura hasta el punto en que se haya construido esta relación vital. Ya existe un canal abierto a través del cual pueden compartir el Evangelio de Jesús”, dijo.
Para el cardenal, evangelizar un país con una Iglesia numéricamente casi inexistente es algo "fundamental", especialmente desde la cultura, pudiendo "desvanecerse" de no penetrar en ella.
"El Evangelio, centro de la misión evangelizadora de la Iglesia, no puede ocultarse. Tiene que ofrecerse libremente, incluso teniendo en cuenta que podría malinterpretarse y que puede crear algunos problemas. El Evangelio debe ser vivido y mostrado por el testimonio de quienes lo viven", concluyó.