En los últimos días la ciudad etíope de Jijiga y toda la región del este del país se ha visto sacudida por una violencia grande que se ha cebado en los cristianos.
"El sábado 4 de agosto estuve en Jijiga para la bendición de una capilla en las afueras, a unos 5 kilómetros de la capital. Trescientos católicos me acompañaron, incluidos unos sesenta de Dire Dawa y Harar”, explica Angelo Pagano, vicario apostólico de Harar: “Después de la misa, antes de la bendición final, por lo general hacemos una procesión con la custodia alrededor de la capilla en el terreno de la misión, pero nos quedamos bloqueados por un incendio que se desató en una iglesia ortodoxa, a 50 metros de distancia. Hombres jóvenes armados con palos avanzaron hacia nosotros y comenzaron a lanzarnos piedras. Me acerqué para ver qué sucedía junto con un anciano de la aldea. Hablamos con algunos jóvenes, que nos insistían en que era mejor irse. Al regresar encontramos a un sacerdote muerto y a otro herido que pudimos traer nuestro complejo".
"Estuvimos bajo asedio unas seis horas, aunque habíamos llamado a la policía", explica monseñor Pagano a Fides: "Logramos evacuar a algunas personas en vehículos, pero uno fue atacado, aunque sus ocupantes pudieron escapar a pie. Uno de nuestros cristianos llegó con un soldado que nos escoltó con otros cuatro vehículos y pudimos llegar a Jijiga por la noche. Al día siguiente nos dimos cuenta de que en varios puntos de nuestra vicaría de Harar (266.000 km2) prendieron fuego a unas ocho iglesias ortodoxas, fueron asesinados sacerdotes, diáconos y personas que colaboraban en las iglesias. A nosotros nos fue relativamente bien, porque fueron nuestros hermanos cristianos ortodoxos los que sufrieron todo”, indica el obispo.
El capuchino Angelo Pagano, de 64 años, es vicario apostólico en Harar (Etiopía) desde 2016. Llegó allí tras treinta años como misionero en Camerún.
“Hemos sentido al Señor muy cerca, fue Él el único que nos ayudó. No teníamos nada que ofrecer a las 500 personas que recibimos en nuestro complejo. Gracias a la colaboración de los cinco sacerdotes de nuestro vicariato, junto con los ortodoxos, logramos alimentar a todos haciéndoles sentir en familia”, continúa el padre Angelo: “El día después del ataque nos enteramos de que nuestra nueva capilla fue destruida. No pudieron prenderle fuego porque estaba hecha de ladrillos, pero arrasaron con todo lo que no nos pudimos llevar, como las imágenes sagradas, el crucifijo o los generadores”.
Ataques planificados y reiterados
El lunes siguiente, el presidente de la región somalí, Abdi Illey, convocó a los líderes religiosos: "Dijo que quiere paz y nos ha pedido que pidamos a nuestros fieles que no tomen represalias porque sabe que los autores de estos actos no son más que ladrones. Intervine y dejé claro que, en mi opinión, no eran simples ladrones sino mercenarios que forman parte de la guerra religiosa y que debería de haber visto cómo se comportaban los rebeldes somalíes, ya que solo atacaron los lugares de culto, y cómo mataron solo a los cristianos. También dije que, como él nos ha invitado a difundir la paz, del mismo modo debería hacerlo con los líderes musulmanes para que lo hicieran desde sus minaretes”.
Monseñor Pagano añade algo más: "Estoy en esta región desde hace dos años y he constatado que cada año se producen incidentes como este. Septiembre de 2016, de octubre de 2017 y agosto de 2018. Empiezo a creer que se tratan de ataques estudiados para golpear distintas zonas de la vicaría. Creo que es imposible que los episodios de violencia siempre se repitan en nuestra zona. Confiamos mucho en el nuevo presidente del Gobierno, que hasta ahora siempre ha estado presente y continúa trabajando por la paz de nuestro pueblo. Illey fue forzado a renunciar y fue arrestado aunque tememos las repercusiones. La consecuencia inmediata es triste y es que muchos cristianos comenzaron a abandonar la zona para buscar refugio en Harar y alrededores”.