Quedan unos mil samaritanos en Tierra Santa, siempre cerca del Monte Gerizim. Ellos dicen que es en este monte de 886 metros donde se paró el Arca de Noé, donde Abraham casi sacrificó a Isaac y donde Josué estableció el tabernáculo para Yahvé y el Arca de la Alianza. Es, por lo tanto, el lugar elegido por Dios para morar.
Ellos sólo aceptan el Pentateuco (los 5 primeros libros de la Biblia, atribuidos a Moisés) y en el Pentateuco hay 13 referencias al Monte Gerizim, insisten, mientras que Jerusalén como monte del Señor sólo es mencionado en textos posteriores que los samaritanos no valoran (Crónicas, reyes, profetas, etc…).
Ellos se declaran «hijos de Israel», más en concreto de las tribus de Efraím, Manasés y Leví, y dicen que sus antepasados no fueron deportados a Babilonia. No se autodenominan judíos: consideran que los judíos son un pueblo más moderno, los que volvieron del exilio babilónico con nuevos textos y doctrinas y que Esdras manipuló y cambió algunas partes del Pentateuco para dar primacía a Jerusalén. Usan como símbolo la menorá de 7 brazos pero no la estrella de David. Hace dos mil años que los judíos no tienen Sumo Sacerdote (y el que tenían en época de Jesús no era aceptado por los esenios, por ejemplo), pero los samaritanos siguen teniendo Sumo Sacerdote, levita descendiente de la casa de Aarón. El actual sería el 133º desde Aarón, Abdel IV (Aabed-El ben Asher ben Matzliach), en el cargo desde 2013.
La samaritana más famosa de la Historia
El samaritano más famoso de la Historia es la mujer que habló con Jesús (Juan, 4). Parece que le interesaba la polémica religiosa, o quizá quería dejar de hablar de sus maridos y su caótica vida sentimental.
– Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén -le dijo a Jesús.
Jesús respondió:
– Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad.
Así, parece que Jesús daba la razón en general a los judíos y no a los samaritanos, aunque respecto al tema del «lugar santo para adorar» quita importancia a los sitios físicos. Es curioso que la samaritana -y probablemente sus vecinos samaritanos– estuviera interesada en la venida del Mesías, aunque éste no sea un tema explícito del Pentateuco.
– Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo – dijo ella.
– Soy yo, el que habla contigo -respondió Él. Y luego predicó a los samaritanos y, según el Evangelio, muchos creyeron en Él.
FOTO: Restos de los edificios samaritanos junto al templo, bajo la dominación griega; el líder judío Juan Hircano destruyó el templo y la ciudad en el 111 a.C.
Aferrados al Gerizim, ahora con parque arqueológico
Durante quizá más de 3.000 años los samaritanos se han aferrado al monte Gerizim, han vivido a sus pies -en Nablus, quizá la Siquem bíblica- y han conservado el mandato de reunirse todos en la Pascua y sacrificar juntos los corderos, en una ceremonia que suele impresionar a los que acuden.
Pero recientemente el monte puede que vaya a recibir muchos más visitantes, porque se han restaurado y abierto a las visitas los restos de la época helenística en el monte que están en condiciones asombrosamente buenas.
En la aldea samaritana de Kiryat Luza hay un parque arqueológico y un Museo Samaritano, que cubre ruinas de época persa, helénica y bizantina. La entrada es gratis para samaritanos, aunque no suelen acudir. Sienten conexión con el monte, pero no mucho con la arqueología, dice la familia encargada del museo al Jerusalem Post.
Los trabajos para abrirlo como parque a visitantes empezaron en 2012 y ahora se acaban de finalizar. Los visitantes pueden caminar entre unas habitaciones del 200 al 300 a.C., alrededor de lo que pudo ser el recinto santo del templo samaritano. Donde estuvo el templo, los bizantinos levantaron después una iglesia, con un muro pasando precisamente donde debía estar el Tabernáculo según la tradición samaritana. En época musulmana, los árabes construyeron un puesto militar de vigilancia sobre una de las torres de la iglesia.
Buenos restos: los samaritanos bajo los persas y los griegos
El director arqueológico del lugar, Netanel Elimelech, dice que hay restos del templo samaritano de época persa, que son los más antiguos que han encontrado, con sus edificios cercanos. Calculan que en aquella época podían vivir unas 10.000 personas, con dos mercados, en una zona de 40 hectáreas en la ladera del monte.
El recinto sagrado estaba en lo más alto, con una muralla bien fortificada, y el templo en el centro. En época persa era un recinto sagrado pequeño (96×96 metros) pero hacia el 200 a.C., en época griega, se amplió a unos 100×200 metros. Parece que fue Alejandro Magno quien permitió esa ampliación. Allí se sacrificaban los corderos y acogían las 3 peregrinaciones de cada año: Pascua, Tabernáculos y Pentecostés.
El templo y sus edificios fueron destruidos por el líder judío asmoneo Juan Hircano en el 111 a.C. No se declaraba rey pero sí Sumo Sacerdote: en sus monedas se lee “El Sumo Sacerdote Juan, jefe de la comunidad de los Judíos”. Era el tercer hijo de Simón Macabeo. Conquistó Mádaba, luego Samaría, destruyó el templo samaritano y también conquistó Idumea, al sur, convirtiendo a la fuerza a los idumeos al judaísmo. La dinastía de Herodes era idumea, como le recordaban con desprecio sus detractores. Los arqueólogos creen que pueden señalar qué muros de este complejo se construyeron específicamente para intentar resistir el ataque de Juan Hircano.
Los visitantes pueden ver murallas de 3 metros de alto, bañeras de purificación samaritanas, escaleras al segundo piso (sin segundo piso) y un sistema de cisternas para almacenar agua de lluvia (el monte no tuvo nunca fuente propia).
FOTO: Samaritanos vestidos de blanco, con los rollos del Pentateuco, en la cumbre del Gerizim, se preparan para la Pascua.
No es sólo arqueología: «Aquí aún rinden culto»
El arqueólogo admite que la comunicación de este parque con las grandes ciudades actuales de Israel no es muy buena, pero señala que la fortaleza de Masada también está lejos, al sur, en el desierto, y recibe muchos visitantes, «y solo cubre un periodo breve de historia» [los años de Herodes y la Guerra Judía hasta el 70 d.c]. «Aquí tenemos mil años de historia», asegura. Más aún, recuerda, «aquí la gente aún rinde culto».
Un samaritano erudito, Husney Wasef Cohen, explica al Jerusalem Post que con las excavaciones de 1980 a 2000, que se hicieron contra la voluntad de los samaritanos, se ha perdido parte del encanto del lugar. «Antes íbamos a la montaña y nos sentíamos cerca de Dios. Subíamos y veíamos el verde. Jacob tuvo su sueño aquí, a Abraham se le pidió sacrificar a Isaac aquí. Con el tiempo, en vez de ver un lugar sagrado, vemos restos arqueológicos, y eso te afecta. Yo dirijo el museo, tengo 78 años y me afecta, ¿cómo afectará a mis hijos y nietos?»
No parece que los samaritanos vayan a crecer mucho en número. El judío hispano Benjamín de Tudela, en el s.XII, pasó por aquí y calculó que había unos 2.000. Con todas las guerras que ha habido, y atados a su monte, siempre han sido vulnerables. Mientras la condición de judío se hereda por vía materna, ser samaritano es una herencia que transmite el padre. Hay algunos matrimonios de samaritanos con mujeres de otro origen: se pide que ellas se conviertan.
Por si fuera poco ser una minoría tan diminuta, la modernidad los ha dividido aún más: los que viven en Holon son ciudadanos israelíes, hablan hebreo y cumplen su servicio militar en el ejército israelí. En cambio, los que viven en Nablus hablan árabe. Algunos, con ayuda de becas, envían a sus hijos a la universidad de Nablus, la más grande de la Autoridad Palestina.
Quizá el nuevo parque arqueológico atraiga más atención sobre ellos. A los musicólogos, por ejemplo, les fascina su canto sin instrumentos. A los lingüistas, su variante de hebreo antiguo. De una forma u otra, son un lazo con el pasado, una rama de Israel a la que Jesús también predicó y que aún nos enlaza con Moisés, José y Abraham.
(Artículo publicado originariamente en el portal de la Fundación Tierra Santa)