Con 79 años, la hermana Elsie recorre las calles de la India abrazando y consolando a los más pobres, buscando especialmente a los enfermos mentales sin hogar.
Ella encarna un impulso que revive el de Carlo Tancredi y Giulia Colbert, los marqueses de Barolo, un matrimonio italiano del siglo XIX que no tenía hijos y abrió su palacio a los niños sin techo de su ciudad, creando una congregación, las Hermanas de Santa Ana de Providencia, hoy presente en una docena de países.
Es ese impulso el que mueve a la anciana religiosa en pleno siglo XXI por las calles y cunetas de Mithapur, en la costa de Gujarat, al oeste de la India.
El sacerdote Hasmukh Bharati, del templo hindú local, Nageshwar Jyotirlinga, asegura en Global Sisters Report: “La gente de Mithapur trata a la hermana como un dios viviente, nadie hace el trabajo que hace ella”.
¿Qué hace la hermana Elsie Vadakkekara? Recoge a los enfermos mentales de las carreteras, los abraza, les da de comer cada día. Bharati, el sacerdote hindú, impresionado, quiere ayudar. “Mi esposa y yo cocinamos para ellos los domingos”, explica. Este matrimonio tiene tres criados de servicio doméstico, pero esta tarea estos cónyuges quieren realizarla personalmente cada domingo.
Ellos cocinan pero es la monja quien da la comida. “Ella les da de comer a cada uno con el afecto de una madre. Es imposible para mí pensar en dar de comer a estas personas. No hemos visto nunca a nadie hacer un servicio tan desinteresado”, dice el sacerdote hindú.
En la India mucha gente ve a los enfermos mentales como sucios, potencialmente violentos o incluso malditos.
La hermana Elsie se apoya en el conductor que la traslada, Sanjay Siruka, que también es hindú, y en su vehículo, donde guarda los cubiertos de papel y el agua que reparte.
La comida que dan es sencilla: arroz, verduras con curri y pan plano llamado roti. La hermana sabe lo que necesita cada uno. Algunos comensales toman solo un pan, otros toman hasta 10. “Lo interesante es que ella sabe lo que necesita cada uno y lo reparte de acuerdo a ello”.
Unas 40 paradas cada día
Siruka, un exalcohólico, se puso como chófer al servicio de la religiosa después de dejar el alcohol y no se pierde ni un solo día: ella lo necesita para llegar a los más pobres.
El vehículo amarillo con la religiosa realiza unas 40 paradas en cada jornada, y alimenta unas 45 personas mentalmente enfermas que viven en condiciones nada higiénicas.
A veces la hermana llama a los enfermos por su nombre, y ellos acuden. Otras deja el plato donde sabe que lo van a recoger, o envía a Siruka a entregarlo.
Algunos sonríen en agradecimiento. Otros, perdidos en su mente extraviada, no muestran ninguna expresión. La hermana Elsie les bendice a todos, tocándoles en la cabeza o el hombro. A las mujeres las abraza.
“Antes me costaba tocar a estas personas, tan sucias. Pero ahora veo a Jesús en todos. ¿No abrazaría a Jesús si viniera a mí en esa forma?”, dice la religiosa.
Durante 37 años ella trabajó como enfermera en un hospital privado. Pero dice que es su actual trabajo con los enfermos de la calle lo que le ha transformado y acercado más a Jesús. “No puedo explicar la alegría y satisfacción que tengo ahora”. Aunque como enfermera a veces hace algún vendaje si se lo piden, en la calle no ofrece ayuda sanitaria.
Un día a día intenso a los 79 años
Su día empieza a las 3 de la mañana. “Paso mis primeras dos horas y media en oración privada y después me sumo a las oraciones de la comunidad y la Eucaristía”, explica. “La oración es la roca en la que me sostengo”.
A las 7 de la mañana visita sus pacientes del Tata Hospital de Mithapur. Les pregunta cómo están antes de la ronda de los médicos.
A las 11 vuelve al convento y se prepara para ir a distribuir comida con su vehículo amarillo. Termina este recorrido a las dos de la tarde. Después reza con su comunidad y pasa un rato con los ancianos del vecindario. A las 4 de la tarde vuelve al hospital donde sigue trabajando hasta las 7. Repitamos que tiene 79 años.
Rana, el hermano de Siruka, el conductor, es funcionario y miembro del partido nacionalista hindú, muy anticristiano, el Bharatiya Janata Party. Pero a veces acompaña a la monja en su reparto de comida. “Ella nos enseña el amor de Dios con su dedicación a los enfermos mentales abandonados por los que nadie se preocupa”, dice el funcionario.
Explica al Global Sisters Report que nunca pensó que alimentar a esta gente fuera su deber, hasta que conoció a la religiosa. “Como no pueden decir lo que piensan, esos enfermos se mueren de hambre. La hermana ha abierto nuestros ojos a la realidad”, admite.
El enfermo que comía estiércol de vaca
Elsie explica que todo empezó cuando un párroco anterior, el padre Titus Mandy, volviendo de misa de otra parroquia, encontró un enfermo mental que estaba comiendo estiércol de vaca. “Eso le conmovió”, dice. El sacerdote lo explicó a las religiosas. “Pidió nuestra ayuda y salí voluntaria”, dice ella.
Empezó a salir a repartir comida el día de Navidad de 2010. “Desde entonces, he salido sin descanso”, afirma.
La superiora de la comunidad, la hermana Helen D’Souza, explica que vecinos y algunos políticos locales ayudan con los gastos: hay que dar de comer a unas 45 personas cada día. “La gente ha asumido este trabajo como suyo. Cuando empezó, yo no estaba a favor, pero ahora me alegra mucho”, dice la superiora.
La anciana hermana Elsie nunca ha tenido un incidente serio en su recorrido en estos 8 años, aunque otras hermanas sí: a una le tiraron piedras, otra vio como tiraban la comida al suelo…
El párroco local explica que son las familias las que abandonan a los enfermos, a veces llevándolos en tren a esta zona, o tirándolos a las carreteras. La parroquia intentó crear un refugio hogar para acoger discapacitados psíquicos, pero es un proyecto que nunca llegó a culminarse. Por el momento, son las hermanas las que acuden a las calles, donde están los enfermos.
Un testimonio más fuerte que la predicación
En Gujarat y otras zonas de la India el nacionalismo hindú, a menudo violento, hace muy peligrosa la predicación abierta del evangelio. Pero el obispo de Rajkot, José Chittooparambil, dice que el trabajo de esta religiosa con los enfermos “tiene mucho más valor como testimonio que predicar”.
Las hermanas, dice, son un modelo a seguir, un ejemplo que muestra a las personas de otras religiones en qué consiste el cristianismo.