Es sólo cuestión de tiempo que desaparezca hasta el último de los cristianos que aún resisten en la vertiente iraquí de los Zagros, en la frontera de Irak con Turquía. Las aldeas de cristianos caldeo-asirios están siendo devastadas por los misiles lanzados por el ejército turco contra la guerrilla secesionista kurda, que se sirve de ellos como escudos humanos y ha 'okupado' incluso monasterios.
Sucedió en Tashish, una aldea cristiana en el Kurdistán iraquí, cerca de la frontera turca, al caer la noche y del modo acostumbrado.
Primero, se escuchó el zumbido de los drones y a no tardar mucho, la atronadora y horrísona detonación de las dos bombas que arrojó un avión turco. Con absoluta certeza era uno de los caza F16 o de los F4 Phantom II que Ankara tiene en activo mientras implora a los norteamericanos que le proporcionen sus anhelados F35.
Los misiles percutieron de una forma muy precisa en una de las casas de la aldea cristiana. La onda expansiva causó daños en más de cien metros a la redonda y la metralla y las esquirlas de metal se proyectaron contra todas las viviendas de los aledaños, mordiendo las paredes exteriores y dejando grandes muescas en el encofrado para que no se pierda nunca la memoria de lo que sucedió a las 10.37 de la noche, hora local, del 11 de abril de 2019.
Casa en Tashish, valle de Barwari Bala, en Irak, cerca de la frontera con Turquía; destruida por la aviación turca
En las fotos tomadas a la mañana siguiente, se aprecia en toda su magnitud la letal potencia destructiva de esas armas. El edificio -una de esas luminosas casitas de una planta que se levantan sobre el umbroso vergel de las colinas del valle de Barwari Bala- quedó reducido a una montaña de hierros retorcidos, grandes bloques de hormigón armado y quebradas planchas de cemento. A pocos metros de la casa, se intuyen las perforaciones y las abolladuras del pick-up de los milicianos kurdos que 'okupaban' la vivienda.
Tumbas cristianas en Hezaney, en el valle de Nahla, en el Kurdistán iraquí
Minuciosa información con drones
Nadie desea hablar de ello, pero que alguien murió se da por hecho. ¿Cómo podría alguien haber sobrevivido a una explosión así? Los turcos conocen bien los objetivos de su llamada “guerra contra el terrorismo”. Eso hay que concedérselo.
Atendiendo, justamente, a la precisión 'quirúrgica' de sus ataques aéreos y a la minuciosa información que obtienen gracias a sus drones y a sus servicios de inteligencia es posible colegir que los turcos no ignoraban que la noche de ese bombardeo había ocho civiles en el pueblo. Todos ellos eran cristianos caldeo-asirios, ajenos al pulso que el Gobierno turco de Erdogan sostiene en Irak contra las Fuerzas de Defensa Popular (HPD, de acuerdo a sus siglas kurdas), brazo armado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), en torno al cual se aglutina el grueso de los secesionistas kurdos de Turquía.
Fue providencial que no hubiera víctimas civiles: los pocos cristianos que resisten en el valle cenaban poco antes del crepúsculo en dos patios cercanos al edificio que los misiles martillearon. A veinte metros del lugar de la detonación, conversaba una familia de cuatro miembros. Como viene siendo común, esperaron al alba y salieron de espantada de la pequeña población. La noche había sido larga.
Parroquia cerrada en Sharanish, con el cartel en árabe y en siríaco
La artillería turca bombardea aldeas cristianas
Tan sólo un día antes, el 10 de abril, la artillería de Erdogan había bombardeado la población de Sharanish, otro enclave caldeo-asirio situado junto a la frontera turca, en el distrito kurdo-iraquí de Zajo, a unos ochenta kilómetros al este de Tashish, y al noreste de Dahok. Tanto su barriada musulmana como la cristiana resultaron devastadas por los proyectiles.
Enviar a los cazabombarderos de misión a Sharanish o golpearlo con la artillería viene siendo una larga tradición desde que, hace ya algunos años, los milicianos kurdos del HPD, en guerra con Turquía, abandonaron las altas y escarpadas cumbres nevadas de los Zagros para buscar refugio entre los civiles que ocupan los recónditos valles de una de las fronteras más salvajes e inhabitales del planeta.
Un obispo asirio visita Hezaney, en el valle de Nahla; ha intentado convencer a las milicias kurdas para abandonar el lugar, sin éxito
Kurdos "amables" pero armados: usan a los cristianos
De forma sistemática, los cristianos han sido utilizados por la guerrilla como escudos humanos. Es un secreto a voces que se parapetan en sus pueblos para eludir, sin éxito, los ataques de los turcos.
“Son amables, eso es cierto", nos dice un cristiano del valle de Nahla, al tiempo que nos implora que le identifiquemos con el sobrenombre de Saad Matey. "Son tan amables como puede ser alguien que sostiene un kalashnikov. Es verdad también que no se han registrado nunca problemas de convivencia y, a diferencia de los peshmerga de Barzani [las fuerzas armadas kurdas que operan en los territorios noriraquíes], pagan siempre por lo que toman e interactúan educadamente con nosotros. Claro que esa no es la verdadera cuestión. La cuestión es que no somos juez ni parte en un conflicto ajeno, y nadie nos ha preguntado nunca si queremos vivir en una zona militarizada o en paz y ajenos a una lucha que no nos concierne y que nos está obligando a abandonar uno de nuestros últimos enclaves iraquíes”.
Los cristianos han quedado atrapados junto al resto de iraquíes en el fuego cruzado de una guerra que no es suya.
Funeral con el obispo en Hezaney en el valle de Nahla; la minoría cristiana es víctima de los combates entre turcos y kurdos; los kurdos al menos son "amables" mientras los turcos bombardean
Nadie en Irak necesita al Estado Islámico para convertir su vida en un infierno. Este tipo de situaciones han quedado silenciadas a menudo por los grandes reportajes sobre las actividades criminales del Daesh.
A diferencia de lo que suele suceder en otros lugares de Irak como Bajdida o Erbil, en la frontera apenas operan el grueso de las ONG y de las organizaciones humanitarias y de caridad cristiana. Sigue siendo 'terra incognita', un borrón opaco cuya localización precisa ignoran, en un sentido literal, hasta los grandes mapas.
Una frontera salvaje con mini-estados guerrilleros
“Mire usted nuestra casa”, se lamenta un paisano del pueblo de Sharanish entrevistado por una cadena de televisión local mientras muestra las muescas de metralla, los vanos reventados y las resquebrajaduras de los muros de una casa alcanzada por la onda expansiva de las bombas de artillería. “Éramos alrededor de ochenta familias. Después, ese número, cayó a veinte, y más tarde, a dieciocho, y así hasta que todos, musulmanes y cristianos, se fueron por temor a morir reventados o sepultados por los escombros”.
Parroquia de Mar Sawa en Kanimase; muy cerca está un puesto de mando turco; desde aquí se ve el fuego de los bombardeos
Casi toda la franja de la frontera ha sido ocupada en oleadas progresivas por pequeños grupos de guerrilleros kurdos adscritos al HPD (o PKK) a quienes la OTAN, la UE y Turquía tiene todavía hoy por terroristas. Algunos de los feudos que la guerrilla tiene en lugares como Sinyar o Qandil son verdaderos protoestados fuera del control de los gobiernos de Erbil (de la autonomía kurdo-iraquí) o Bagdad.
Los kurdos atravesaban a menudo la cordillera de los Zagros, procedentes de la Anatolia turca, para zafarse de Turquía. Claro que de manera paulatina, pequeños grupos de ellos abandonaron sus agujeros en las rocas para descender hasta las poblaciones que jalonan la frontera. Una de las últimas ocupaciones tuvo lugar en el valle de Nahla, hace de ello cuatro años.
Fue a partir de ese momento cuando el Gobierno de Turquía dejó de conformarse con invadir ilegalmente el espacio aéreo iraquí para desplazar varios contingentes de soldados de reemplazo. Con la aquiescencia del líder kurdo Masud Barzani, el primer presidente del Kurdistán iraquí, las distintas unidades turcas del Komando se acuartelaron en posiciones de importancia táctica desde donde controlan los pasos naturales de la guerrilla y desde donde golpean de forma indiscriminada a cualquiera que se halle en la inmediación de la guerrilla, incluso si, tal y como casi siempre sucede, es en contra de su propia voluntad.
Sharanish es uno de los pueblos caldeo-asirios más castigado por las bombas turcas. Lo sucedido en esa pequeña localidad es un buen botón de muestra del proceso que está a punto de acabar con los cristianos, en este caso, sin taquígrafos. Hoy ya no hay quien acuda a orar a ninguna de sus dos iglesias; una perteneciente a los caldeos (católicos) y la otra, construida en el siglo IV sobre una vieja sinagoga, por la Iglesia Oriental (nestoriana, o "de los persas"). En la Antigüedad, toda su población era judía, antes de su conversión al cristianismo.
Descendientes del genocidio turco de hace un siglo
Al igual que otros valles asolados por las bombas turcas como Nahla, la mayor parte de sus habitantes descienden de los supervivientes del genocidio asiro-greco-armenio de hace un siglo en Turquía. Llegaron, originariamente, de Turquía, donde los cristianos fueron literalmente exterminados por tribus kurdas a las órdenes de Ankara, durante la Primera Guerra Mundial.
De su antigua sede patriarcal, situada en Kodshanes, huyeron sus ancestros con los cuasi legendarios patriarcas Mar Simon XXI y Agha Patros a la cabeza, para emprender un camino circular a través de Persia que los llevaría de vuelta a las montañas, sólo que del lado iraquí de sus tierras. Son los supervivientes por antonomasia.
Mucho antes de la irrupción de Estado Islámico en la escena geopolítica, la persecución contra esta minoría ha sido brutal, sistemática y a menudo patrocinada por los gobiernos nacionalistas y supuestamente democráticos del hostil ecosistema donde viven. La yihad a la que apelan los partidos salafistas es con frecuencia sólo una coartada para apropiarse de sus bienes.
Aldea cristiana en el recóndito valle de Nahla
Lo mismo sucede contra los chabaquíes de Bartella, que tienen su propia religión, distinta al Islam aunque influida por él. O mucho antes, en las aldeas de Nahla. Las diferencias espirituales se han usado a menudo para alimentar rivalidades que, en última instancia, encubrían el deseo mezquino de robar sus tierras. Daesh ha sido sólo uno de sus problemas. Y no necesariamente el mayor.
En la frontera de Turquía es otro el conflicto que se dirime sobre la ensangrentada arena caldeo-asiria. No son las diferencias religiosas lo que inquieta al PKK. De hecho, hay cristianos turcos en sus filas procedentes de Tur Abdin. No son, como suele convenirse, una milicia atea, sino secularizada.
La milicia kurda parapetada en un monasterio asirio,
Entre los edificios ocupados por la milicia kurda de Anatolia para parapetarse de las bombas turcas se halla incluso el monasterio asirio de Mar Qayoma, de 1.400 años de antigüedad. Como norma general, los guerrilleros kurdos buscan casas deshabitadas en el corazón de las aldeas, y las 'okupan' sin contar con la opinión de sus legítimos propietarios, que bien poco tienen que decir acerca de ello. De hecho, ni siquiera se han registrado quejas. ¿Podrían acaso protestar por ello? Las ocupaciones supuestamente temporales contra las que protestaron varios sacerdotes asirios han devenido en permanentes.
Cristianas asirias en los funerales en Hezaney
Las milicianas kurdas, en los funerales asirios
En algunas aldeas como Hezaney, la convivencia diaria con los milicianos es hoy ya cotidiana, y es posible ver a las chicas milicianas, jovencísimas, acudir a un funeral, con sus uniformes de campaña y sin desprenderse de un momento de su AK47, para presentar sus respetos a la familia de las víctimas. Gracias a la beligerancia de Turquía, los guerrilleros han exportado de una forma indirecta su conflicto, atrayendo la violencia del gobierno turco de Erdogan hacia familias completamente ajenas a sus disputas.
A menudo, cuando cae la noche, desde poblaciones caldeo-asirias como Kanimase (valle de Barwar), es posible ver en lontananza los fogonazos de la artillería turca parpadeando contra la cruz de la iglesia de Mar Sawa.
Desde la parroquia de Mar Sawa en Kanimase se ven los disparos por la noche
Las razzias de aviación no sólo parten, de hecho, de Turquía. También los vecinos iraníes han lanzado sus misiles sobre las posiciones del PKK ocupadas por civiles caldeo-asirios. Se hallan tan acostumbrados a ello que, salvo que lluevan bombas, no hay nada ya que altere su vida cotidiana. En verano, se reúnen al fresco para mirar al cielo, como si fueran fuegos de artificio.
(Reportaje y fotos para ReligionEnLibertad de Ferran Barber, www.ferranbarber.info )