El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) anunciaba la semana pasada, que dos años antes de lo esperado, su Iniciativa de Educación Global (GEI) ha superado el objetivo de brindar educación a 250.000 refugiados, un objetivo que estaba programado alcanza en el año 2020. Para lograr este objetivo, JRS se comprometió a recaudar 35 millones de dólares de manera que se mantuvieran todos los programas de educación de calidad y capacitación en medios de vida, que engloba esta Iniciativa.

Ante el hecho de que 13 millones de personas están en situación de refugiados permanentes (que han pasado cinco años o más como personas desplazadas), y teniendo en cuenta que la mitad de todos los refugiados son niños, JRS lanzó su Iniciativa de Educación Global en 2015, como respuesta al desafío planteado por el Papa Francisco aquel año: “Dar a los niños y a las niñas un asiento en la escuela es el regalo más hermoso que pueden hacer”. El éxito de la campaña está permitiendo a JRS brindar a los niños refugiados un entorno de aprendizaje seguro y estable, y ofrecer a los refugiados adultos más herramientas. Esto les posibilita acceder a las oportunidades económicas que necesitan para construir un futuro para ellos y sus familias.

Los responsables de JRS explican que “cuando una población se muda a un lugar, debido a situaciones de emergencia y sobre todo después de un conflicto, la educación es clave para restaurar y promover el bienestar, así como para restaurar la comunidad”.

A nivel global, en 2018 este servicio jesuita atendió a 677.804 personas expulsadas de sus hogares por la persecución, la guerra y los desastres. Con 68,5 millones de personas desplazadas a la fuerza a principios de 2018, esto significa que JRS atendió, con diversos programas e iniciativas como GEI, a una de cada 100 personas en el mundo que tuvieron que huir de sus hogares en busca de seguridad.

El P. Francis Dores SJ con jóveenes Rohingya en un espacio amigo para los niños dirigido por el JRS y Caritas en Cox's Bazar, Bangladesh

 

En el 2018 sólo cuatro países de África –Sudán del Sur, República Centroafricana, Burundi y República Democrática del Congo– contaban con 12 millones de desplazados internos y refugiados. Los conflictos armados en curso, la hambruna prolongada y la escasez general de recursos son los factores clave detrás de estos números que van en aumento y los países vecinos, como Uganda, Tanzania, y Etiopía han sufrido también esta realidad. Mientras tanto en el noreste de Nigeria, donde se inauguró una oficina de JRS en junio de 2018, casi dos millones de personas se han visto desplazadas como resultado del conflicto entre el ejército y los grupos armados además del colapso de la infraestructura social.

Sin embargo, dos de las más graves crisis humanitarias de 2018 tuvieron lugar en otros continentes. En Myanmar, la violenta persecución de la minoría rohingya causó la huida de casi 1,5 millones de personas para huir al vecino Bangladesh. En la actualidad Balukhali-Kutupalong es el campo de refugiados más grande del mundo. Del mismo modo, la diáspora venezolana ha alcanzado casi los cuatro millones – más de 12% de la población del país – siendo Colombia, Ecuador y Perú quienes han proporcionado refugio a lo que ya es el éxodo de refugiados más grande la historia de América latina. Por otro lado, a finales de 2018, 7.000 hondureños, salvadoreños y guatemaltecos marcharon hacia el Norte en una búsqueda de mayor seguridad ante la violencia endémica de las maras y las crisis políticas y económicas de sus países.

El informe de 2018 del Servicio Jesuita a Refugiados en aquí.