"Patrono de la Iglesia", "Patriarca de la Sagrada Familia", "Esposo castísimo de María"... son solo algunos de los títulos que otorga la Iglesia al esposo de la Virgen María, San José: uno de los santos más queridos por los fieles católicos.
Domingo Aguilera Pascual, que tiene publicado un interesante libro sobre la Virgen, Las relaciones de María: la mujer en la Iglesia del siglo XXI (Leer aquí la reseña que hizo ReL), recoge en su última obra, Las relaciones de José. La paternidad, algunas de las apariciones más importantes de San José.
Fátima (Portugal), Cotignac (Francia), Knock (Irlanda) y Zeitoun (Egipto) figuran entre las apariciones de San José aprobadas por la Iglesia Católica hasta el día de hoy. Sin embargo, la devoción popular venera también las apariciones a San Luis Orione o a los compañeros de San Juan de la Cruz.
Fátima (Portugal)
En la última aparición de la Virgen María en Fátima, el 13 de octubre de 1917, San José estaba allí con el Niño. Mientras el sol giraba sobre sí mismo, José mantuvo al Niño en sus brazos y bendijo a los fieles asistentes. La Sagrada Familia al completo se despedía así de la humanidad.
Contó sor Lucía, la pastorcita: "María, abriendo las manos, las hizo reflejarse en el sol (...). Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa distancia del firmamento, vimos al lado del sol a San José con el Niño, y a Nuestra Señora, vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño parecía bendecir al mundo con unos gestos que hacía con la mano en forma de cruz".
Cotignac (Francia)
El 7 de junio de 1660, el pastor Gaspar Ricard d'Estienne se refugió con sus animales a la sombra de los árboles del cerro del Bessillon, en la provincia de Var, municipio de Cotignac (Francia). Estaba sediento ya que hacía mucho calor.
De repente, un hombre de gran contextura apareció delante de él y, señalando una roca, le dijo: "Yo soy José. Levanta esa roca y beberás". El pastor contestó: "No podré, es demasiado pesada". San José reiteró: "Sí podrás". Entonces, el pastor se acercó a la roca y con gran sorpresa la movió al primer intento. Y una fuente de agua viva comenzó brotar.
Gaspar bebió con avidez y cuando se levantó, San José ya había desaparecido. El pastor corrió a anunciar la novedad al pueblo, pero nadie le creyó. Algunas personas decidieron seguirlo para ver el supuesto manantial. Cuando llegaron al lugar, todos gritaron de alegría, el agua corría en abundancia. También constataron que para mover aquella roca se necesitaban al menos ocho hombres juntos.
El culto a San José, inexistente en la comarca, tomó un gran impulso. Con los donativos recibidos, y la aprobación del obispo de Fréjus, se construyó una capilla en el lugar. El rey Luis XIV decretó que a partir de ese momento la fiesta de San José sería festiva en todo el reino de Francia. Al año siguiente, el 19 de marzo de 1661, el rey consagró Francia a San José. Esta es la única aparición aprobada por la Iglesia en la que aparece San José solo.
Knock (Irlanda)
El 21 de agosto de 1879 se aparece la Virgen en un pueblo pequeño cerca de Dublin (Irlanda) llamado Knock. María estaba de pie en actitud de oración, vestida de blanco y llevaba puesta una corona de oro. A un lado, le acompañaba San José, con una túnica blanca y con la cabeza inclinada hacia Ella en señal de respeto, y al otro, San Juan Evangelista vestido de obispo.
Los testigos también vieron un altar con un cordero y una cruz. Primero fue Mary O'Connell, la señora que cuidaba la iglesia, la que, al cerrar el templo, vio unas figuras en la pared, a las que no dio mayor importancia. Al irse para casa, se detuvo donde vivían dos hermanas amigas suyas, y una de ellas le acompañó a la iglesia y también vio aquellas figuras.
Después, llegaron casi todos los vecinos del pueblo y estuvieron varias horas. Al amanecer, las figuras habían desaparecido. El párroco, que no las pudo ver, se opuso en un primer momento, pero cada día aumentaban las visitas a su parroquia, que terminó siendo un santuario con muchas curaciones.
El arzobispo Gilmartin formó una comisión en 1936 para examinar a los tres videntes que quedaban vivos: Mary O'Connell, Patrick Byrne y John Curry. Los tres confirmaron sus declaraciones de 1879. O'Connell, que tuvo seis hijos, fue entrevistada bajo juramento: "Estoy bastante segura sobre todo lo que he dicho y hago esta declaración ahora sabiendo que voy a estar con Dios".
El resultado de esta comisión fue que "la evidencia de los testigos era recta y confiable". La aparición de Nuestra Señora de Knock fue aprobada finalmente en 1971. San Juan Pablo II visitó el santuario el 30 de septiembre de 1979, conmemorando el centenario de la aparición y dándole la aprobación de la Santa Sede.
Otras apariciones de San José que tienen devoción, la mayoría no aprobadas por la Iglesia:
Beas de Segura (España)
El 16 de febrero de 1575, un miércoles de ceniza, iba Santa Teresa de Jesús acompañada de dos sacerdotes a fundar un convento en Beas de Segura (Jaén). Celebraron la misa en la parroquia de Santa María de los Olmos de Torre, de Juan Abad, provincia de Ciudad Real.
Sor Ana de Jesús, testigo de lo ocurrido aquel día, lo relató así:
"En Sierra Morena perdieron los carreteros el camino, de manera que no sabían por dónde iban. Nuestra Madre Teresa de Jesús nos mandó a las ocho monjas que íbamos con ella que rezásemos a Dios y a nuestro padre San José para que nos encaminasen; porque decían los carreteros que íbamos perdidos y que no hallaban remedio de salir de unos riscos altísimos por dónde íbamos.
Y, al tiempo que la santa nos mandó lo dicho, comenzó desde una hondura muy honda, que con harta dificultad se veía desde lo alto de aquellos riscos en que estábamos, a dar grandes voces un hombre, que en la voz parecía anciano, diciendo: 'Deteneos, deteneos, que vais perdidos y os vais a despeñar si pasáis por ahí'.
A estas voces, paramos y los sacerdotes y las personas seglares que iban con nosotras comenzaron a escuchar y a preguntar: 'Padre, ¿qué remedio tenemos para salir del estrecho en que estamos?' Él les respondió que echasen hacia una parte, que vimos todos que milagrosamente habían podido atravesar por allí los carros.
Quisieron algunos ir a buscar al que nos había avisado y mientras ellos estaban allá, díjonos la madre con mucha devoción y lágrimas: "No sé para qué los dejamos ir, que era mi padre San José y no lo han de hallar". Y así fue que volvieron diciendo que no habían podido hallar rastro de él, aunque habían llegado a la hondura de donde sonó la voz".
Kalisz (Polonia)
En 1670, un hombre que sufría mucho de una enfermedad terminal rezó a Dios y pidió la intercesión de San José para tener una muerte tranquila. A la noche siguiente, se le acercó una persona (más tarde reconocido como San José) y le dijo: "Te recuperarás cuando mandes a pintar un cuadro de la Sagrada Familia con la inscripción 'Vuélvete a José' y lo ofrecerás a la colegiata de Kalisz.
Desde entonces, los fieles han recibido muchas gracias, y Kalisz se ha convertido en un gran santuario.
Sanlúcar (España)
San Juan de la Cruz tenía mucha devoción a San José. El sello que usaba en los documentos representaba el Monte Carmelo coronado por una cruz y con la inscripción: "San José". Así aparece en el autógrafo que conservan las religiosas carmelitas descalzas de Sanlúcar la Mayor de Sevilla (España).
Pero, esta devoción no la tuvo desde siempre. Hay un hecho en su vida que hizo de él un gran devoto de San José. Juan era confesor de las carmelitas descalzas mientras era superior del convento de Los Mártires de Granada. Un día no pudo bajar a confesar y encomendó el oficio al padre Pedro de la Encarnación y al padre Evangelista.
Al entrar los dos por la Plaza Nueva, se les hizo el encontradizo un hombre. Era de buen talle, tez blanca y sonrosada y tenía el cabello cano. Aparentaba unos cincuenta años. Vestía traje negro y era de aspecto venerable. Se acercó a los dos sacerdotes, los separó y colocándose en medio de ellos, les preguntó que de dónde venían.
"De las monjas descalzas", contestó el padre Pedro. "Muy bien hacen vuestras reverencias de atenderlas, porque en esta Religión se agrada mucho a Nuestro Señor. Padres, ¿por qué tienen en su orden tanta devoción a San José?", contestó aquel hombre. "Porque nuestra santa madre Teresa de Jesús le era muy devota, le había ayudado mucho en sus fundaciones; y, por esta causa, las casas que ha fundado las ha intitulado de San José", dijo el padre Pedro.
"Mírenme vuestras reverencias a la cara y tengan mucha devoción a este santo, que no le pedirán cosa que no la alcancen de él", concluyó San José. Los sacerdotes no lo vieron más. Cuando llegan al convento contaron al prior lo que les había pasado. Fray Juan de la Cruz no mostró extrañeza y les dijo: "Callen, que no le conocieron; sepan que era San José; debían haberse arrodillado al santo. Y no se les apareció por vosotros, sino por mí, que no le era tan devoto como debía, pero lo seré de aquí en adelante".
Zeitoun (Egipto)
En Zeitoun, un suburbio de El Cairo (Egipto), donde según la tradición estuvo la Sagrada Familia, se apareció la Virgen María en la cúpula de una iglesia copta, desde el 2 de abril de 1968 hasta septiembre de 1970. Fueron apariciones que todos podían ver. A veces, se reunían hasta 100.000 personas, y las apariciones duraban desde un cuarto de hora hasta dos horas o más.
La aparición del 8 de junio de 1968 duró desde la nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana. La Virgen no hablaba, pero sonreía a todos. Allí se reunían musulmanes, judíos, coptos, ateos, católicos y cristianos de distintas denominaciones. En algunas ocasiones, María aparecía rodeada de ángeles, pero en dos ocasiones vino también como Sagrada Familia con San José y el niño Jesús.
Alejandría (Egipto)
En el año 1847, unas hermanas de la Congregación de San José de la Aparición, fundadas por Santa Emilia de Vialar, estaban viajando desde Francia a Birmania. Como en aquella época no existía todavía el canal de Suez, tuvieron que desembarcar en Alejandría (Egipto) e ir a Suez por el camino del desierto.
Así lo contó una de sus protagonistas, la hermana Cipriana:
"La ruta se hacía en pésimos carruajes conducidos por los árabes. Nuestras seis hermanas eran todas jóvenes y sin experiencia de los viajes; es más, llevaban veinte mil francos en sus bolsas para los gastos de la ruta, que no era muy segura... Durante el viaje de Alejandría a Suez, un buen anciano se presentaba a nuestras hermanas cada vez que el carruaje se detenía, y les decía: 'Soy yo, hijas mías, no teman nada, yo estoy aquí'.
El anciano tenía una larga barba y un bastón en la mano. Tomaba sus pequeños paquetes y les ayudaba a descender del carruaje. Esto duró hasta que nuestras queridas hermanas fueron embarcadas en Suez. Luego de haberlas acompañado hasta el barco, el buen anciano dijo aún: 'Adiós, hijas mías, buen viaje, no teman nada, yo estoy alli'. y desapareció.
Nuestras hermanas se miraban unas a otras en el momento en el cual el navío comenzaba a moverse y, como los discípulos de Emaús, sus ojos se abrieron en ese instante. Y reconocieron que el anciano había sido San José y que había desaparecido sin dejar rastro".
Al padre Lamy
Dijo el famoso apóstol y místico francés, el padre Lamy (1853-1941):
"Comencé a sentir deseos de ser sacerdote el día de la primera comunión a los 11 años. Yo estudiaba cuando podía, pero sólo podía por la noche. Yo no podía entender cómo podría llegar a ser sacerdote. No tenía los medios y me creía incapaz. Estaba desesperado. Y, entonces, se me apareció San José y me confirmó en mi vocación.
Me dijo: 'Serás sacerdote y un buen sacerdote'. Desde entonces, hice todos los esfuerzos posibles para llegar a serlo. San José me lo dijo con tono imperativo y extendiendo su mano hacia adelante como para jurar. La segunda vez que se me apareció fue en la Courneuve. Me habló de cosas personales. Él es muy bueno y tiene la voz tan dulce como la Virgen. Tiene el acento de su país y la voz un poco ronca como la de un oriental.
La tercera vez fue también en la Courneuve, en la sala del jardín, no en la Iglesia. Había colocado allí la imagen de San José. Era el 3 de julio de 1917. Las damas de la parroquia la habían limpiado y yo la vi tres o cuatro días después. Cuando entré en la sala, él estaba allí sonriente. Yo le pregunté: '¿Eres San José?'. Él me habló de cosas personales".
A San Luis Orione
Contó San Luis Orione:
"Estábamos en marzo de 1900. Eran tiempos en que no teníamos nada, no teníamos pan, y San José vino en nuestra ayuda... Estábamos con mucha necesidad de dinero y nos encomendamos a San José, que es invocado como administrador, o mejor, como proveedor de las casas religiosas, como él lo fue de la Sagrada Familia... Un día, estábamos sin nada y, exactamente, durante la novena de San José, parecía que San José no nos quería ayudar.
Pero he aquí que se presenta a nuestra puerta un señor que pregunta: '¿Dónde está el Superior?'. El portero va a decirme: 'Un señor quiere hablarle. '¿Es un acreedor?', '¿no es el lechero o el carnicero?'. Eran tiempos en que detrás de un acreedor venía otro y no me dejaban descansar. Bajé las escaleras aprisa y me encuentro a un señor modestamente vestido, con barba.
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Y me dice: '¿Usted es el superior?, aquí hay un dinero'. Y dejó un sobre grueso con dinero. Esto lo recuerdo como si hubiera sido esta mañana. Yo le pregunté si debíamos celebrar algunas misas a su intención. Él me dijo que no, que debíamos seguir rezando. Yo no lo había visto nunca. Me miró un momento, se inclinó y se fue deprisa. Hubiera querido detenerlo, pero no tuve el coraje.
Fuimos todos sobre sus pasos a ver dónde iba. Apenas había salido y ya había desaparecido. Vino Monseñor Novelli, le contamos lo sucedido, y dijo: 'Era San José, era verdaderamente San José. Yo le hice observar: 'Pero era joven, demasiado joven y con barba rojiza... Él me respondió: 'San José no debía ser viejo. Lo cierto es que en el sobre había tanto dinero como para pagar a todos los deudores más urgentes y más importantes. Y siempre se lo agradecimos a San José".