Como director general adjunto de operaciones en la Oficina de Narcóticos, el policía Sanjay Kumar Singh es plenamente consciente de que el consumo de drogas, especialmente entre menores, está sobrepasando límites históricos.
"El consumo entre jóvenes va en aumento. Alrededor de 100 millones de indios consumen drogas y eran unos 20 hace 15 años", mencionó el canal CNBC en junio de 2022. Según estos datos, más del 7% de la población consume algún tipo de droga. En 2020, la ONU contabilizó cerca de 300 millones de personas adictas o consumidoras de drogas en todo el mundo, de modo que cerca del 30% de los consumidores mundiales residen en el subcontinente.
Para las religiosas que llevan la fe y la oración y la ayuda y la caridad a las calles de la India no es ninguna novedad. De hecho, son millones de realidades con cara, nombres y apellidos que ellas mismas conocen y a los que dedican sus vidas.
En el caso de las hermanas Chunkapura, son más de 30 años los que llevan dedicándose a los adictos a las drogas en la India. De hecho, Joan, la mayor, fue una de las pioneras desde que en 1987 dio comienzo a la atención a alcohólicos y drogodependientes desde la congregación de Medical Mission Sisters.
Una de esas jóvenes es Theresa. Empezaba el segundo de cuatro cursos de ingeniería en Kerala cuando comenzó a comportarse de una manera extraña, estaba pálida y comenzó a faltar a clase. Pronto se descubrió que había comenzado a consumir un agresivo opioide, el Tidigesic, y fue puesta bajo la ayuda de religiosas.
"Tuvo la suerte de recibir ayuda en el momento oportuno y recuperarse", relata la hermana Joan. La joven permaneció seis meses en un centro de terapia y desintoxicación y después volvió a continuar sus clases como una persona reformada, explica a Global Sisters Report.
Niñas, adultos, "sintecho" o ingenieros: todos pueden caer
En la misma congregación que Joan está su hermana, la religiosa Lilly Chunkapura, pero en el estado vecino de Karnataka. Reconoce que incluso siendo religiosa puede percibir el incremento del consumo de drogas entre jóvenes y sus trastornos asociados.
Son muchos los años que las religiosas llevan dedicando su vida a la lucha contra las drogas en la India. Pese a que puede parecer un apostolado desagradecido, las buenas noticias existen y no son pocos los jóvenes a los que ayudan y se reinsertan gracias a centros como el de Ayushya.
Como recoge en su página web, el de Ayushya es un centro íntegramente coordinado por las religiosas de Medical Mission Sisters, donde ofrecen tratamiento y asistencia integral que funciona como una combinación de casa de ejercicios espirituales y centro de terapia para diversas afecciones mentales y adicciones.
Las religiosas explican que en la India, la adicción a las drogas no hace distinción de edad ni condición social: en los últimos seis meses, 18 mujeres jóvenes de la región de Kerala fueron detenidas por posesión de drogas. La mayoría de ellas también eran adictas y 16 tenian carreras como Medicina o Ingeniería.
La religiosa Joan Chunkapura fue una de las iniciativas pioneras en ofrecer asistencia organizada a los drogodependietes y alcohólicos de la India: hoy, su trabajo es seguido por muchos otros.
Como cuenta la hermana Joan, los narcos y capos de la droga no muestran ningún tipo de escrúpulos en su proceso de captación: por lo general, escogen a niñas para transportar la mercancía y eludir los controles policiales. Durante este proceso, muchas se vuelven adictas y son abusadas sexual, emocional y mentalmente por los propios narcos "para que permanezcan en sus redes".
Prevenir, curar y escuchar: lo que puede hacer la Iglesia
Por ello, la religiosa aboga a favor de los jóvenes y admite que "necesitan tratamiento" y no condenas a prisión. Y a eso han dedicado su vida estas religiosas, convencidas de que, al menos en parte, los jóvenes "buscan consuelo entre las drogas" porque la Iglesia "ha fallado en escucharles" a tiempo.
Por ello, la hermana Joan se muestra "frustrada" en no pocas ocasiones.
"Estamos ocupados levantando centros de rehabilitación para recibir" a los jóvenes mientras ellos buscan intimidad, sentido y pertenencia antes de probar su primera dosis. Me alegra cuando se recuperan de la adicción, pero me frustra que el doble de personas acude a las drogas cada día. Deberíamos trabajar para prevenir en lugar de curar", admite.
En este sentido, la religiosa insta a una mayor involucración de la Iglesia ante el grave problema de la drogadicción, especialmente entre los jóvenes, convencida de que mantenerles cerca de ella y de las familias "es la única forma de salvarlos".
Fue pionera y ahora es solo una de muchas
Para la hermana Joan, la lucha contra la drogadicción comenzó en 1986, cuando terminaba sus estudios en Psiquiatría en la Universidad de Delhi y fue consciente de cómo sus amigas y compañeros de habitación caían víctima de las drogas.
"Desde entonces, nunca me he arrepentido de mi misión entre los consumidores de drogas y alcohol", admite.
Lo cierto es que el de la mayor de las Chunkapura ha sido un trabajo pionero que muchos otros han continuado.
Es el caso de su hermana Lillly, que abrió otro centro de atención en Bangalore. También el de la hermana y maestra María Jyotsana, una profesora que organiza sesiones y retiros de rehabilitación para padres de sus alumnos. O el de sor Anna María, secretaria de obras sociales de las Hermanas de Betania, dedicada a la atención a trabajadores inmigrantes alcohólicos, a la que también pertenece la hermana Pia, de más de 80 años de edad. Esta última se conmueve ante la indefensión, desesperanza y necesidad de apoyo y atención de los afectados. A ellos ha prometido entregar su propia vida. "Si nosotros también los ignoramos, ¿quién les escuchará?", plantea.
La hermana Joan ha sido testigo de multitud de sanaciones de las adicciones físicas, mentales y espirituales. Destaca que los grupos más afectados provienen de los más de 500 clanes y tribus de la India, así como estudiantes, pescadores, agricultores, residentes de los suburbios y con pocos recursos.
"Cualquier vida es un regalo de Dios"
Recuerda especialmente a un estudiante universitario, huérfano, sin familia ni amigos, que comenzó a tomar pastillas para conciliar el sueño. No tardó en probar el cannabis, buscando superar su ansiedad y sentimiento de inferioridad e inseguridad por carecer de familia. Del cannabis dio el salto a las benzodiacepinas, el MDMA… y la dependencia y el síndrome de abstinencia comenzó a pasar factura. Se volvió violento y con frecuencia participaba en altercados y acababa siendo detenido.
"El tratamiento fue global, con ayuda médica, psiquiátrica, asesoramiento y rehabilitación social para que retomase los estudios. No solo se recuperó, sino que también llevó a otros compañeros y amigos para que recibiesen ayuda y tratamiento.
"Servir en el cuidado de quienes tienen adicciones requieren fe, valentía y compasión. No podemos olvidar que la vida en cualquier forma es un regalo de Dios, y nuestra vida está relacionada a la de otros que necesitan ánimo y apoyo, porque también son parte de nosotros y amados por Dios. Y Jesús enseña que solo quien ama a Dios puede amar al prójimo", concluye la mayor de las Chunkapura.