Con el final del mes de agosto y mientras se aproxima el próximo curso, miles de jóvenes han ido regresando a sus hogares desde distintos lugares del mundo, dando por concluida la primera edición de "Verano Misión" después de la pandemia.
Una de ellas es Henar, una joven de 27 años que llevaba diez como voluntaria en el centro salesiano de su ciudad. Relató a OMPress -la oficina de comunicación de Obras Misionales Pontificias- su inquietud por cruzar las fronteras de su país y llevar la fe y la ayuda al resto del mundo. Concretamente, a Bolivia, donde ha acompañado a los chicos de un centro de acogida.
"Creo que el verbo acompañar es la clave de todo misionero; se traduce después en muchas cosas: jugar, ayudar… en definitiva, estar presente", relató.
Otros de los presentes en Verano Misión llevaban varias experiencias misioneras a sus espaldas. Es el caso de Mireia García, una profesora valenciana que después de ir a Marruecos, República Dominicana o Perú, este verano ha supuesto su quinto verano en Mozambique. Allí colabora con las Hijas de la Caridad en Nacala, formando profesores y maestros de escuelas infantiles y ayudando en el centro de salud y en las necesidades locales.
"Cuando la gente te dice que eres muy valiente porque has ido a la misión, yo siempre digo que irte es fácil, porque vas con toda la ilusión; pero lo peor es la vuelta", asegura.
Henar también ha sido una joven misionera durante unas semanas y, si bien asegura estar impactada, admite que el verdadero fruto de su experiencia solo podrá definirlo "cuando haya vuelto a España y me haya mentalizado de todo lo que he vivido aquí".
También han relatado sus historias un grupo de jóvenes talaveranos que han dedicado su verano a llevar la de a Villa el Salvador, Moyobamba y Bellavista, en Perú.
Algunos de ellos aprecian la "acogida que tenía tu mensaje en la gente cuando decías que te ibas a un país tan lejano, diferente y pobre". Otros remarcan el "canguelo" inicial de irse de misiones "para entregar la vida" y una vez finalizadas afirman que aunque "no fue sencillo", si reconfortaba mucho darte cuenta de que solo tenías que ir y hacer".
En las zonas más pobres de los países más pobres
Les resultó llamativa la generosidad de la gente sin recursos: "Íbamos a las zonas más pobres de países bastante pobres y, en plena pobreza, veías una inmensa generosidad. Íbamos a cualquier lado y la gente, `súper pobre´, nos invitaban a cenar a sus hogares".
Posiblemente en lo que más les ha influido la misión ha sido en tomar un poco más de conciencia de lo que supone su vivencia de fe en el día a día.
"He visto una inmensa sed de Dios. Nosotros lo tenemos mucho más fácil, pero ahí luchan, se agarran lo máximo posible a lo que les acerca un poco a Dios… para ellos es como encontrar un refugio, un buen Dios que les cuida y un buen padre", admite una de ellas.
"Son gente que tiene Misa una vez al mes y la viven de la mejor manera que pueden, mientras que nosotros, teniéndola todos los días, no las sabemos aprovechar", añade otra joven misionera.
No serían pocos los de este grupo de talaveranos que en muchos momentos les costaría seguir el ritmo de ayuda, trabajo y sacrificio, pero cuando pensaban en lo que definía su proyecto frente a otras iniciativas de caridad, hallaban la fuerza. La diferencia, concluye uno de los misioneros, entre un voluntariado y la misión es que nuestro objetivo era llevar a Dios a toda la gente con la que nos encontrábamos".
A raíz de esta experiencia y para que los jóvenes misioneros puedan mantenerse en contacto e informados, Obras Misionales Pontificias de España lanzará a lo largo de octubre la continuación de su primer proyecto de comunicación para jóvenes misioneros, Supergesto. "Y lo va a hacer en un nuevo formato, para estar donde están los jóvenes. Será una web con diferentes secciones y estará en redes sociales -Instagram, Twitch, Youtube…- con diferentes contenidos misioneros y muchas sorpresas para animar el espíritu misionero de los jóvenes", concluye Sergio Cánovas, director de la iniciativa.