Cincuenta exorcistas procedentes de las quince diócesis de Costa de Marfil se reunieron en torno a Jean-Salomon Lezoutié, obispo de Yopougon, en Abiyán, para una sesión de formación. Sobre la mesa, las dificultades y exigencias de su duro ministerio de "lucha contra el diablo". Ellos mismos lo explican a Lucie Sarr en La Croix:
La cuestión del exorcismo se aborda en el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 1673: "Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo".
En Costa de Marfil los sacerdotes instituidos como exorcistas por su obispo son muy solicitados. Pero, ¿cómo entienden ellos su ministerio?
Costa de Marfil, en el golfo de Guinea: un país con 23 millones de habitantes, 38% musulmanes, 20% católicos y 13% de otras confesiones cristianas.
"Somos instrumentos en manos del Señor. Tanto en los sacramentos como en los exorcismos, es Él quien actúa", responde inmediatamente monseñor Jean-Salomon Lezoutié, obispo de Yopougon (en el oeste de Abiyán), que ha venido para asegurar una enseñanza adecuada a los cincuenta sacerdotes reunidos este 13 de junio para una sesión de formación en la parroquia de la Sagrada Familia de la Riviera 2.
"No es porque seamos mejores que los demás -o más santos- por lo que el Señor nos utiliza para luchar contra el diablo", recuerda: "Al contrario, el hecho de ser exorcistas nos exige un mayor esfuerzo en la oración y en la obediencia a Dios".
El momento de la Adoración al Santísimo durante el encuentro de exorcistas.
"Los exorcistas perpetúan la misión de Jesús que, en el Evangelio, expulsó al demonio en varias ocasiones y sanó a los enfermos", opina por su parte el padre Norbert Éric Abékan, exorcista de la diócesis de Abiyán desde hace más de veinte años.
La necesidad de tener una vida de oración
El padre Aimé Claude N'da Adou es, desde hace diez años, exorcista de la diócesis de Abengourou (al este). Trata de explicar su cometido con palabras simples: "El exorcista es aquel que el obispo nombra y en el que delega el poder de combatir el espíritu del mal y expulsar demonios".
Para este padre, los exorcistas son como "unidades especiales, que reciben un entrenamiento intensivo para combatir al diablo". Una misión que exige una pureza de vida particular. "Una vida de piedad y de oración, de discernimiento y sabiduría", puntualiza. Un punto de vista que comparte el padre Abékan, que cita el canon 1172 del Código de Derecho Canónico: "Un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida", comenta antes de precisar la necesidad de tener "una vida de oración y proximidad con Jesús".
La cuestión de la posesión demoniaca
Para el padre Adou, los casos de posesión demoniaca que necesitan oraciones de exorcismo son bastante raros. "La mayor parte de las veces, las oraciones de liberación o de expulsión suelen ser suficiente", comenta, confesando no haberse confrontado todavía con ningún caso de posesión demoniaca.
Sin embargo, no es el caso de sus colegas. "Me encontré con un caso especialmente grave y que me dejó secuelas", cuenta sobriamente el padre Marie Faustin Niava Abba, exorcista de la diócesis de Yopougon desde hace once años. El sacerdote confiesa ayunar frecuentemente y llevar una vida muy ascética para poder concentrarse en su misión. "El rosario, la adoración y el breviario son plegarias a las cuales el exorcista ha de ser asiduo", explica.
El bautismo
Una oración de exorcismo se recita en el curso del bautismo en la Iglesia Católica. El padre Guillaume Koudou, exorcista de la diócesis de San Pedro, en el sudeste de Costa de Marfil, desde hace seis años, y capellán diocesano de la Renovación Carismática, cuenta con humor cómo un bautismo marcó su sacerdocio. "Estaba como sacerdote joven en un pueblecito donde me presentaron un bebé al borde de la muerte. Sus padres querían que fuese bautizado. Tras el bautismo, el niño sanó inmediatamente". Muchos años más tarde, el padre Koudou fue nombrado exorcista en su diócesis. "Aunque el obispo nunca me pidió mi opinión", bromea.
Como sus compañeros, coincide en que tal encargo requiere una gran pureza de vida. "Además de la confesión y la oración, no hay que ser rencoroso. Es necesario tener un corazón puro".
La confesión
Por su parte, el padre Raoul Mambo, exorcista de la diócesis de Agboville (sudeste) es el fundador de la comunidad misionera católica Regina Pacis, y, como muchos de sus compañeros, formaba parte de la Renovación Carismática antes de ordenarse. A su modo de ver, la designación de un exorcista responde a la necesidad que han expresado los cristianos de ser sostenidos en la oración: "Es un ministerio que requiere muchísima compasión y un acompañamiento de los laicos. Este acompañamiento no se limita a unas oraciones rutinarias. Es necesario lanzar a los fieles por los que rezamos a un itinerario espiritual de conversión duradera, de forma que su fe se fundamente en Cristo".
Traducido por Elena Faccia Serrano.