Hace ya 10 años que Estrella Arjomil, monja coruñesa de 48 años partió a Mozambique para servir a los más pobres y necesitados de Dios. Esta religiosa de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, visita a los leprosos para acompañarles, atenderles y hablarles de un Dios que les quiere.
Esta misionera está convencida de que su labor merece la pena y que servir a Dios en los más necesitados es lo más grande que le ha podido pasar. Ella misma lo relata en primera persona en Obras Misionales Pontificias:
“Tengo la gran suerte de ser misionera en Mozambique desde hace 10 años, 7 de los cuales los pasé en Maputo y hace un poco más de tres que estoy en la provincia de Pemba (Cabo Delgado). Aquí estoy trabajando directamente con personas afectadas por la lepra. Muchos de nuestros hermanos están sufriendo las graves y duras consecuencias de esta enfermedad, que es de las más antiguas, y que todavía continúa.
"Vale la pena arriesgar"
»El Papa nos invita constantemente a ser Iglesia en salida, ir al encuentro, llevar la buena noticia con nuestra vida. Esta es mi misión aquí en Pemba: llegar a las aldeas donde hay personas afectadas por la lepra, estar un tiempo con ellos, escuchar sus preocupaciones, darles un poco de formación. Sobre todo, que sientan que no están solos y que Dios los ama (da igual la religión que profesen, pues la mayoría son musulmanes), y que es Él quien me envía a ellos. También hacemos diagnósticos. Este mes pasado encontramos un joven con 41 años, sin dedos en las manos ni en los pies y con úlceras, nunca había sido atendido en un centro de salud. ¡Se me encogió el alma! Jesús nos dio gran ejemplo de pararse, escuchar, tocar y curar a los leprosos. Su labor continúa…
»Aquí hay muchísima necesidad. Necesitaríamos muchas manos, muchos corazones unidos para poder dar respuesta a tanta pobreza, no solo de comida. Pobreza en la educación, en la salud, embarazos precoces, epidemia de SIDA y tuberculosis, etc. Pero aún viendo nuestra gran pobreza por los poquitos misioneros que somos, es hermoso ver como Dios se vale de nosotros como un día lo hizo con Moisés, y también nos dice a nosotros: “he visto, he oído el clamor de mi pueblo. Vete a liberarlo.” Y este es el motivo de estar aquí: ser sus pobres instrumentos para que llegue el amor de Dios a cada uno de estos nuestros hermanos.
»Es impresionante y sorprendente como Dios empuja y da fuerzas. Muchas veces los caminos son pésimos, tener que cruzar pequeños ríos para llegar a algunas aldeas… Pero vale la pena arriesgar por poder llegar a ellos y apretar sus manos como una tierra sagrada.
»¡Soy feliz con estos mis hermanos… mis CRISTOS!”